Clara Pardo: «Con muy poco, cambiamos la vida de la gente» - Alfa y Omega

Clara Pardo: «Con muy poco, cambiamos la vida de la gente»

En la era del #MeToo y de las batallas por un lenguaje inclusivo y no sexista, millones de mujeres en el sur viven privadas de sus derechos más básicos. Lo recuerda Clara Pardo, presidenta de Manos Unidas. La ONG de la Iglesia para el desarrollo cumple 60 años, en los que la promoción de la mujer ha sido una de sus más claras señas de identidad

Ricardo Benjumea
Clara Pardo, presidente de Manos Unidas, en su despacho, durante la entrevista. Foto: Ricardo Benjumea

Promoviendo los derechos con hechos es el lema que ha elegido Manos Unidas para el próximo trienio, coincidiendo con su 60 aniversario. «Se trata de aprovechar esta conmemoración para dar más visibilidad al trabajo que venimos haciendo en todas estas décadas en los países del sur», dice la presidenta de la ONG para el desarrollo de la Iglesia en España, Clara Pardo. A partir del segundo año de la campaña, «habrá una línea más de denuncia política y social, de involucrar a las comunidades en los países del sur, para que tomen conciencia de que tienen derechos».

¿Habrá también denuncia política en España? Una pieza clave de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible es la fiscalización a los gobiernos por parte de la sociedad civil.
Con los ODS yo creo que poco a poco va habiendo concienciación pero queda todavía mucho que hacer. La ayuda al desarrollo sigue siendo muy baja. Seguimos estando muy lejos, ya no digo del 0,7 % que se planteó en su día, sino siquiera de la mitad de eso. No es una prioridad para ningún grupo político; esta es la realidad.

Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas, dice el lema de este año.
La dignidad es innata a las personas pero muchas veces no se les reconoce. En eso queremos insistir, con un especial intensidad este año en la mujer. Desde nuestros orígenes –Manos Unidas fue fundada por un grupo de mujeres procedentes de la Acción Católica– la mayoría de nuestros proyectos ofrece un especial apoyo a la mujer. Es lo que llevamos haciendo toda la vida.

Apoyar a la mujer repercute directamente sobre la familia y sobre toda la comunidad, repite siempre Manos Unidas.
Se lo he oído decir desde hace muchos a los misioneros. Las mujeres son quienes sacan adelante la familia y la comunidad. Nosotros queremos apoyar los derechos de la mujer con hechos: apoyando en la educación especialmente de las niñas, construyendo hospitales materno-infantiles, promocionándolas para que no sean explotadas…

¿Qué aporta al norte esta visión de la defensa de la mujer desde el sur?
Aquí estamos discutiendo sobre lenguajes inclusivos y estas cosas, mientras en otros países se vulneran los derechos más elementales de las mujeres. Que no se me malinterprete: la igualdad de salarios, la conciliación familiar, la mayor presencia en puestos directivos…, todo eso que se debate ahora aquí es importante, pero debemos ser conscientes de que en otros países las reivindicaciones son mucho más básicas.

¿Cómo describiría la evolución de Manos Unidas en estos 60 años?
Antes el trabajo estaba un poco más centrado en la caridad. Ahora se insiste en la justicia. También ocurría que mandabas dinero y no controlabas tanto su uso, porque se lo dabas a una monja que sabías que lo iba a utilizar bien, pero este modo de trabajar ya no es posible: somos responsables ante nuestros donantes de que su dinero se va a utilizar bien. Tenemos a 85.000 socios que se quitan un café todos los días para pagar su cuota.

¿Cómo se conjuga esa modernización con la fidelidad a las raíces?
Seguimos siendo una ONG de voluntarios principalmente, con más de 5.000, entre los que cada vez hay más gente prejubilada, profesionales muy cualificados que aportan un gran nivel. La cooperación va hoy mas por esa línea, pero sin llegar al extremo. No podemos perder de vista que una de nuestras grandes fortalezas es llegar al fin del mundo para apoyar a una monja en plena selva en la India con un pozo, aunque a lo mejor no te pueda hacer un Excel porque no tiene ordenador. Hablo de un ejemplo concreto que yo misma he visto: una comunidad incomunicada donde las niñas tenían que caminar dos horas por la selva para ir a buscar agua, con todo lo que eso suponía de peligros y horas perdidas. Cuando les haces un pozo, unas letrinas y unos baños les cambia radicalmente la vida. Y eso es un trabajo hecho con la máxima profesionalidad, pero sin perder el espíritu.

Trabajar con contrapartes locales implantadas sobre el terreno es otro de los signos de identidad de Manos Unidas.
Es lo que nos permite llegar con unas garantías, con personas que conocen de primera mano cada realidad. Gracias a eso nos enfocamos en pequeños proyectos que realmente, con muy poco, cambian la vida de la gente. Aún así, quiero recordar que en el mundo hay 821 millones de personas que pasan hambre. Nosotros solo podemos llegar a una pequeña parte. Pero si, como decían nuestras fundadoras, nos pusiéramos todos de acuerdo, seríamos capaces de terminar con esta lacra.