El bicentenario del Prado - Alfa y Omega

El bicentenario del Prado

Cristina Tarrero
Foto: ABC

En Madrid destaca sobre cualquier otra institución cultural el Museo del Prado, que este año celebra su bicentenario. Su construcción se proyectó en el llamado Siglo de las Luces, cuando Carlos III se propuso modernizar España siguiendo los principios del despotismo ilustrado. Para ello, según estos principios, había que formar a las masas desde el absolutismo a través de instituciones que fomentasen la educación. Así se crearon los reales estudios de San Isidro, los estudios de artes y oficios (la actual FP), las reales fábricas o el Gabinete de Historia Natural. Este Gabinete de Historia sería el germen del actual Museo del Prado. La construcción del edificio fue encomendada al arquitecto Juan de Villanueva aunque lo finalizaría su discípulo Antonio López Aguado. Tras la guerra napoleónica y muchas dificultades, finalmente, el 19 de noviembre de 1819, el museo veía la luz y abría al público bajo el nombre de Real Museo de Pintura y Escultura. Su colección estaba formada por 311 obras procedentes de la colección del rey e incluía algunas de monasterios y conventos de fundación real. En el año 1869 se promulgó una real orden que convertía los bienes de la corona en «bienes de la nación» y el museo pasaría a ser Museo Nacional de Pintura y Escultura. A él ya se habían incorporado los objetos procedentes del Museo de la Trinidad, creado en 1837 con los bienes desamortizados a la Iglesia. Ya en el siglo XX fue oficialmente renombrado como Museo Nacional del Prado.

A lo largo de los 200 años de historia se han agregado al museo colecciones de diversa índole, como la del Museo de Arte Moderno o los depósitos procedentes de las obras evacuadas durante la Guerra Civil. Mecenas de las artes y amantes de la cultura han dejado legados a la institución. Obras representativas proceden de esas donaciones, como las pinturas negras de Goya, donadas por el barón d’Erlanger, o las góticas del legado de Pablo Bosch. Uno de los últimos legados ha sido el de Carmen Sánchez, directora y fundadora del colegio Nervión, que tras su fallecimiento se comprobó que había dejado una colección de obras de arte y una cantidad importante de dinero al museo para adquisición y restauración. Carmen Sánchez fue una apasionada del arte y la historia, y su verdadero legado fue sin duda la transmisión de esa pasión a sus alumnos.