Sueñen el mañana, hoy - Alfa y Omega

Sueñen el mañana, hoy

Soñar el mañana. Y trabajar por él, ya desde hoy. Porque no son el futuro sino el presente. Son el «ahora de Dios». Francisco y los jóvenes en un cara a cara. El Papa volvió a abrazar a una juventud ansiosa, caminante; pero también herida, a merced de no pocos oportunistas «estafadores» de la realidad. Desde Panamá, renovó su sacudida a miles de muchachos y muchachas de los cinco continentes. En su visita a ese país centroamericano no evadió los problemas de la Iglesia, incluidos los abusos; pero apuntó su mirada más allá

Andrés Beltramo Álvarez
El Papa Francisco junto a un grupo de jóvenes, durante la ceremonia de apertura de la JMJ, en el Campo Santa María la Antigua, en Ciudad de Panamá, el 25 de enero. Foto: CNS

Ser jóvenes no es sinónimo de estar en una «sala de espera» como «quien aguarda el turno de su hora» y al cual es necesario inventarle un «futuro higiénicamente bien empaquetado y sin consecuencias», dijo Francisco. En la Misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud, el Pontífice desafío a una multitud de 700.000 personas congregadas en el Campo Juan Pablo II del Metro Park.

Sus palabras sonaron a metáfora, en aquella explanada donde decenas de miles pasaron la noche como pudieron, celebrando, cantando, adorando y conviviendo. A estos jóvenes, Jorge Mario Bergoglio no les ofreció una «ficción» de alegría. Los llamó a involucrarse activamente en la Iglesia. A soñar nuevos espacios, a pelear juntos y ganar su propio lugar. Sin «ilusiones rastreras, pequeñas y tristes», porque la misericordia de Jesús «quiere anidar y conquistar el corazón».

Aquellas palabras constituyeron un vibrante broche conclusivo a una semana centroamericana que sorprendió por la meticulosidad en la organización. Y abrió paso a Lisboa, anunciada como la sede de la próxima JMJ de 2022 por el cardenal Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

Robarle los jóvenes a la calle

Francisco llegó hasta Panamá afirmando –en el vuelo desde Roma– que los muros anti-inmigrantes son producto del «miedo» que «vuelve locos» y anunciando que, en noviembre, cumplirá su sueño de viajar a Japón. El Vaticano confirmó que esa gira se está estudiando. Luego, en su primer acto público en Panamá, convocó a los líderes latinoamericanos a hacer realidad el sueño de una «patria grande» que sepa «albergar, respetar y abrazar la riqueza multicultural de cada pueblo y cultura».

A políticos y diplomáticos los exhortó a «llevar una vida que demuestre que el servicio público es sinónimo de honestidad y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción». En una región aún manchada por escándalos como el de Odebretch, la multinacional brasileña que desparramó sobornos a cambio de millonarias obras públicas, también en Panamá.

En la catedral basílica de Santa María la Antigua, Francisco instó a los sacerdotes, religiosos y líderes laicos a superar el «cansancio» que ahoga la esperanza en muchas comunidades cristianas. Sobre todo en una Iglesia que ha sido herida «por su pecado» y que «tantas veces no ha sabido escuchar» los numerosos «gritos de ayuda». Se refería a las crisis por los abusos sexuales contra menores, un tema que apareció más de una vez durante la gira, pero sin opacarla ni capitalizar la atención.

Una referencia a los «inescrupulosos» que se aprovechan de la Iglesia estuvo contenida en el vía crucis que, el viernes 25 por la noche, el Papa encabezó ante 400.000 almas en la cinta costera de la ciudad de Panamá. Reflexiones que incluyeron la denuncia a una sociedad que perdió la capacidad de llorar y conmoverse ante el dolor, la «madre tierra» que grita herida por la contaminación y el «consumo enloquecido».

Ante los obispos centroamericanos, el Obispo de Roma echó mano de palabras de Óscar Arnulfo Romero, santo del vecino El Salvador y uno de los patronos de esta JMJ. Urgió a plasmar una Iglesia vacía de cualquier arrogancia o autoridad, entendida como pretensión de poder; que no encuentra su fuerza «en el apoyo de los poderosos o de la política» sino en la humildad. Una Iglesia que sea «madre» y «muro» de contención, comprometida a «robar» a los jóvenes de la calle y de la cultura de la muerte, que solo les «vende humo».

El Papa Francisco saluda a un hombre, durante su visita a la casa hogar Buen Samaritano. Foto: CNS

Gestos de cercanía

Mensajes que el Papa quiso intercalar con gestos de cercanía, como el saludo a un grupo de cadetes de la misma escuela colombiana donde, hace pocos días, explotó un coche bomba dejando decenas de muertos. Como las confesiones que, por primera vez, escuchó de internos en un centro de readaptación para menores. Como el almuerzo que compartió con jóvenes de diversas etnias o el saludo a marinos polacos que recorrieron medio planeta a bordo de un crucero.

Mensajes, también, adornados con amplios pasajes de la «predicación del diálogo». Con preguntas abiertas a los jóvenes, con discursos comentados, con invitaciones a reflexionar con los ojos cerrados o a repetir frases como «Señor, enséñame a amar como tú nos has amado».

Una convocatoria y un envío, como resumió el mismo Pontífice en la ceremonia de apertura de la JMJ. Ya desde entonces, el desafío estaba sobre la mesa de los jóvenes: «Ustedes nos enseñan que encontrarse no significa mimetizarse, ni pensar todos lo mismo o vivir todos iguales haciendo y repitiendo las mismas cosas: eso lo hacen los loros, los papagayos. Encontrarse es animarse a otra cosa, a la cultura del encuentro, que es una llamada e invitación a atreverse a mantener vivo un sueño en común. Sí, un sueño grande y capaz de cobijar a todos».

«Prefiero dar la vida antes que cambiar la ley sobre el celibato»

Ya de regreso a Roma, durante el vuelo, Bergoglio respondió a las preguntas de los periodistas que le acompañaban. Evocó los «terribles dramas» pasados por las mujeres que abortan y aseguró que solo en el confesionario es posible comprender su situación. Pero ahí «solo es posible dar consuelo», precisó.

En otro pasaje se mostró favorable a la educación sexual, porque «el sexo es un don de Dios para amar» y «no es un monstruo». Pero, aclaró que no se trata de ofrecer cualquier contenido sino una «educación sexual objetiva». «Si empiezas dando una educación sexual llena de colonización ideológica, destruyes a la persona», advirtió.

Sobre el celibato opcional para los sacerdotes católicos del rito latino, el Papa Francisco dejó claro: «no estoy de acuerdo en permitirlo», y señaló esa regla como «un don para la Iglesia». Recordó al respecto la frase de san Pablo VI: «Prefiero dar la vida antes que cambiar la ley sobre el celibato». Pero dejó abierta «alguna posibilidad» en «sitios alejadísimos» con necesidades extremas de los fieles. «Mi decisión es: el celibato opcional antes del diaconado, no. Es una cosa mía, personal, yo no lo haré. Y esto queda claro», zanjó.

A. B.