Cardenal Grocholewski: «Wojtyla es ejemplo de una santidad alegre y fascinante» - Alfa y Omega

Cardenal Grocholewski: «Wojtyla es ejemplo de una santidad alegre y fascinante»

Cuando Karol Wojtyla fue elegido obispo de Roma, el sacerdote polaco Zenon Grocholewski, canonista, ya trabajaba desde hacía seis años en el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica. Juan Pablo II le nombró obispo en 1982, y unos meses después, le eligió como uno de los siete miembros de la Comisión que preparó el nuevo Código de Derecho Canónico. Desde 1999 —dos años antes de ser creado cardenal—, es prefecto de la Congregación para la Educación Católica. Ésta es la primera parte de una entrevista concedida por el cardenal Grocholewski, durante su reciente paso por la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad San Dámaso, de Madrid. Habla de sus recuerdos de octubre de 1978, o del Sínodo sobre la familia, celebrado pocos años después, en el cual ya emergieron algunos debates que han vuelto a estar de actualidad

Ricardo Benjumea
Juan Pablo II, tras su elección, saluda y bendice al pueblo cristiano desde el balcón central de la basílica de San Pedro

¿Con qué sentimientos vive usted la próxima canonización de Karol Wojtyla?
Con gran alegría y agradecimiento al Señor. Sobre todo, porque se concede a la Iglesia y al mundo entero un ejemplo límpido de una santidad alegre, fascinante, el ejemplo de quien ha creído en la oración, de quien se ha confiado incondicionalmente al Señor. Se nos concede el testimonio de bondad, de amor hacia los hombres y de sensibilidad por todas sus necesidades reales, de coherencia entre aquello que decía y aquello que hacía, de un verdadero diálogo con todos, de un compromiso por la paz, por la verdadera paz que nace en el corazón del hombre, por el compromiso por los derechos humanos, por la libertad religiosa, por el matrimonio y la familia como fundamento de la sociedad, etc. En una palabra, se nos concede el ejemplo de aquellas virtudes que son necesarias para crear un mundo mejor.

Usted llevaba ya algunos años en el Vaticano cuando un compatriota suyo, el arzobispo de Cracovia, fue elegido Papa. ¿Qué pensamientos o emociones recuerda usted de esa época?
Sí, inicié mi servicio en la Curia romana en 1972, es decir, seis años antes de que Karol Wojtyla fuera elegido Papa. Como se puede entender, para nosotros los polacos —que estábamos todavía bajo el régimen comunista, hostil a la Iglesia—, esto era una emoción particular. Un ulterior motivo de alegría fue el hecho de que, desde los inicios de su pontificado, el Beato Juan Pablo II fue acogido con gran simpatía y entusiasmo, tanto por parte del pueblo italiano, que podría sentirse desilusionado por no tener un Papa italiano, como por el mundo entero. En un primer momento, tuve algún temor de que, como el cardenal Wojtyla no había trabajado nunca en la Curia romana, podría sentirse un poco sofocado por la organización de esta Curia. Sin embargo, con mucha rapidez y con satisfacción constaté que el Beato Juan Pablo II había permanecido siendo él mismo, tal cual como lo había conocido, sin complejos, y que se sentía ejerciendo su misión como quien se siente en su casa.

Hasta 1999, durante casi 30 años, estuvo usted en el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, finalmente como Prefecto. Le tocó vivir aquel Sínodo de 1980 sobre la familia. ¿Qué cree que puede aportar aquel Sínodo al debate actual?
Personalmente, no participé en el Sínodo de 1980, pues en ese momento no era aún obispo. Sin embargo, la cuestión me interesó mucho. El fruto de ese Sínodo fue la Exhortación apostólica Familiaris consortio, sobre las tareas de la familia cristiana en el mundo de hoy. Ese documento es y será obviamente el punto de referencia importante para las consideraciones sobre la familia. De hecho, aporta una contribución que clarifica en muchos aspectos las cuestiones y que se caracteriza por una fuerte preocupación pastoral. Prácticamente, en ese documento se presentaron tres dimensiones: el designio de Dios sobre el matrimonio y sobre la familia, las tareas de la familia cristiana (ésta es la parte más larga) y la pastoral familiar. Hoy la crisis de la familia se ha hecho más grave que hace 35 años, pero no por ello la Familiaris consortio ha perdido su actualidad. Les aconsejo a todos releer este documento.

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Usted llevaba ya algunos años en el Vaticano cuando un compatriota suyo, el arzobispo de Cracovia, fue elegido Papa. ¿Qué pensamientos o emociones recuerda usted de esa época?
Sí, inicié mi servicio en la Curia romana en 1972, es decir, seis años antes de que Karol Wojtyla fuera elegido Papa. Como se puede entender, para nosotros los polacos —que estábamos todavía bajo el régimen comunista, hostil a la Iglesia—, esto era una emoción particular. Un ulterior motivo de alegría fue el hecho de que, desde los inicios de su pontificado, el Beato Juan Pablo II fue acogido con gran simpatía y entusiasmo, tanto por parte del pueblo italiano, que podría sentirse desilusionado por no tener un Papa italiano, como por el mundo entero. En un primer momento, tuve algún temor de que, como el cardenal Wojtyla no había trabajado nunca en la Curia romana, podría sentirse un poco sofocado por la organización de esta Curia. Sin embargo, con mucha rapidez y con satisfacción constaté que el Beato Juan Pablo II había permanecido siendo él mismo, tal cual como lo había conocido, sin complejos, y que se sentía ejerciendo su misión como quien se siente en su casa.