Panamá 2019: el calor de la fe - Alfa y Omega

Panamá 2019: el calor de la fe

«Es una gran bendición tener personas de diferentes países y culturas conviviendo con todos nosotros y compartiendo ese amor por Dios que nos ha juntado», afirma una voluntaria panameña sobre la experiencia de acoger la JMJ

Pablo H. Breijo
Foto: CNS

Basta con poner pie en tierra panameña para notar el ambiente que caracteriza a cualquier Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). La gente se saluda y se sonríe pese a no conocerse de nada, y peregrinos procedentes de diferentes naciones se hacen selfis sabiendo que quizá sea la primera y la última vez que se verán en sus vidas.

El control de aduanas del aeropuerto de Panamá recibe a los jóvenes de todo el mundo con una gran foto del Papa Francisco. En la capital del país muchos balcones en casas bajas y grandes rascacielos tienen la bandera del Vaticano o el logo de la JMJ.

El pasado domingo 20 de enero los peregrinos comenzaron a llegar a la capital desde ciudades y diócesis del interior del país –y también desde la vecina Costa Rica– donde han vivido los Días en las Diócesis. Se sienten acogidos y felices a pesar del calor, la humedad y el intenso tráfico que hace que recorrer tres kilómetros sea toda una odisea.

En la transitada calle 50, el mexicano Luis Flores hace un receso a la sombra ante el implacable sol panameño. Explica que ha llegado a Panamá desde Zacatecas. Lo ha hecho junto a un grupo de compatriotas que se delata rápidamente por llevar una tela con la imagen de la Virgen de Guadalupe. «Es mi segunda JMJ, ya estuve en Río de Janeiro en 2013. La gente aquí está muy emocionada por recibir a los peregrinos. Espero que los jóvenes puedan reafirmar su fe y encontrar su vocación», afirma.

«Aquí el ambiente es impresionante»

En otro punto de la ciudad conocido como Cinta Costera, el toledano Jesús García camina con un grupo de peregrinos españoles. Desde este lugar se observa el inmenso océano Pacífico y la fila de buques mercantes que esperan para cruzar el Canal de Panamá. «Es mi segunda JMJ, ya estuve en Madrid 2011. Aquí el ambiente es impresionante. Me está dejando alucinado la alegría de los panameños. Muchos coches –que aquí llaman “carros”– nos pitan a modo de saludo o se paran para dejarnos pasar aunque el semáforo esté en verde para ellos», declara.

En la tarde del lunes 21 de enero, el aparcamiento de la parroquia San Pablo Apóstol, en el panameño barrio de La Locería, acoge una Eucaristía a la que asisten más de 300 personas. Celebra un sacerdote de habla hispana y, en primera fila, un cura traduce al francés a pleno pulmón. Decenas de franceses rezan en su idioma gracias a este improvisado intérprete con alzacuellos y revestido con alba y estola. Entre los presentes también hay peregrinos llegados de República Dominicana, Alemania, Venezuela, Guatemala o Madagascar.

«Es una gran bendición tener personas de diferentes países y culturas conviviendo con todos nosotros y compartiendo ese amor por Dios que nos ha juntado en el día de hoy aquí», afirma María Fernanda Restrepo, voluntaria panameña de esta parroquia. La Misa finaliza con el coro y los músicos entonando el himno oficial de la JMJ cuyo estribillo es el lema oficial He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu Palabra.

En esta y otras iglesias de la ciudad se suceden actuaciones teatrales y conciertos católicos hasta que los peregrinos se retiran a descansar. La noche da una tregua y, según por la zona por la que se transite, la ligera brisa del mar hace su aparición. El calor asfixiante del día da paso al calor de la fe, que en las JMJ nunca duerme.