El Congo, la geografía olvidada - Alfa y Omega

El Congo, la geografía olvidada

El fraude electoral en las elecciones presidenciales del 30 de diciembre hace presagiar negros nubarrones en el Congo

Eva Fernández
Foto: REUTERS/Baz Ratner

En un país en el que la oscuridad dura tanto, escasean políticos dignos capaces de dar luz. La República Democrática del Congo lleva demasiado tiempo esperándolos. Para colmo, los resultados de las elecciones presidenciales del 30 de diciembre presagian negros nubarrones para la estabilidad de un país lleno de cicatrices. Parecía que la nación más grande del África subsahariana iba a conseguir culminar la primera transferencia de poder pacífica de su historia. Por fin se celebraron los comicios, retrasados intencionadamente por la ambición del clan familiar Kabila, empeñado en seguir enriqueciéndose a costa de una población desesperanzada. El problema es que la sospecha de fraude electoral crece por momentos. Francia y Bélgica ya han rechazado los resultados y llevarán el asunto ante el Consejo de Seguridad de la ONU. El perdedor contra todo pronóstico, Martin Fayulu, está dispuesto a llegar hasta el final para denunciar lo que a todas luces parece un intento por parte de los Kabila de perpetuarse en el poder. Una vez más, la ambición emboscada tras el presunto interés por su pueblo, al que dejan morir lentamente. Se teme que la situación origine un nuevo brote de violencia en un país ya sumido en una crisis humanitaria a pesar de su riqueza en recursos naturales: oro, diamantes, cobre, cobalto, uranio y petróleo. En este escenario, la Iglesia católica se ha convertido en un garante de paz. Por eso se encargó de vigilar el proceso electoral, con 40.000 observadores a pie de urna, que daban ganador al que finalmente resultó menos votado, Martin Fayulu. Desde Roma, el Papa Francisco sigue de cerca la evolución de los acontecimientos. No se resigna y lleva dos años alertando sobre los enfrentamientos armados que causan tanto dolor en la población. Lo hizo en su último ángelus del año y en el discurso al cuerpo diplomático. Le preocupa, además, el rebrote del ébola que sufre el país desde el pasado mes de mayo. Tanto Francisco como la Iglesia congoleña son conscientes de que mientras quede en pie un muro es posible un principio de esperanza. Por eso la República Democrática del Congo necesita tanto un Gobierno estable. Intentar devolverle el pulso supone no aceptar lo que parece irremediable. En el fondo, seamos sinceros, el Congo es para el mundo una geografía olvidada.