El basta ya del Papa a una Iglesia de trincheras - Alfa y Omega

El basta ya del Papa a una Iglesia de trincheras

Sobran intentos de repartir carnés de buenos y malos católicos, falta fraternidad evangélica

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Foto: CNS

Los obispos de Estados Unidos pueden y deben tomar decisiones contundentes para recuperar la credibilidad perdida y resarcir a las víctimas de «los abusos de poder, conciencia, sexual y de su mala gestión». Sin embargo, el punto más sorprendente de la carta que dirige el Papa al episcopado estadounidense no es ese. Basta ya –viene a decirles– de una Iglesia de trincheras, de cordadas, de rumores envenenados, de oscuras maniobras de poder…, para la que incluso es lícito instrumentalizar estos tristes episodios para resolver viejas cuentas pendientes. Si la cúpula de la Iglesia ofrece ese espectáculo al mundo, advierte, de poco sirve que se pongan en práctica los mejores protocolos de actuación y de prevención. Tendremos «quizás un cuerpo bien estructurado y organizado, pero sin fuerza evangélica, ya que no ayudará a ser una Iglesia más creíble y testimonial».

Francisco hubiera querido viajar él mismo a Chicago, donde –por indicación suya– los obispos norteamericanos celebran ejercicios espirituales para afrontar desde la fe y la comunión la crisis de los abusos sexuales. No ha podido desplazarse por «problemas logísticos» y esto le ha obligado a plasmar sus mensajes en una carta. Pero esto tiene la ventaja de que así se evita más fácilmente el riesgo de particularizar el problema en exceso. Las actitudes que denuncia el Papa no son de ningún modo exclusivas de la Iglesia de Estados Unidos; no solo allí los intereses e ideologías se anteponen a menudo a Cristo, convertido en pretexto y arma arrojadiza para alcanzar otro tipo de objetivos. No es que Francisco se escandalice de ello: el propio Evangelio –resalta– parece recrearse en el relato de las tensiones y contradicciones en las primeras comunidades cristianas, como recordando que nadie es elegido por Dios por su virtuosismo. Pero esto debe llevarnos a una actitud de humildad y de conciencia sobre la permanente necesidad de conversión. «La catolicidad se juega también en la capacidad que tengamos los pastores de aprender a escucharnos, ayudar y ser ayudados trabajar juntos y recibir las riquezas que las otras Iglesia pueden aportar», afirma la carta de Francisco. Y donde habla de obispos, bien podríamos decir bautizados. Sobran en nuestras comunidades intentos de repartir carnés de buenos y malos católicos, pero falta, en cambio, fraternidad evangélica.