De carne y hueso - Alfa y Omega

Todavía en 2018 estuve en una iglesia repleta de jóvenes y adultos. Un día cualquiera como cuando Jesús quiso hacerse uno de nosotros, humano, tangible y fraterno. Participé en una adoración eucarística y un joven dialogaba en voz alta con Jesús, cara a cara, como con un íntimo amigo y le preguntaba sobre la primera vez que alguien se arrodilló delante de Él. Seguramente, decía el joven, después de María y José, sus padres, debieron de ser los Magos de oriente, «tres reyes frente a un niño, tres hombres ante el verdadero Rey».

Esta escena trajo a mi memoria otra adoración eucarística en la que participé con misioneros, voluntarios y algunos niños de la calle, en Tondo, Manila (que es un basurero donde viven muchas familias). Fuimos con la fundación Tulay ng kabataan, hogar, casa y refugio de muchos niños que viven solos y abandonados en las calles. Hay estudios que dicen que hay más 250.000 niños en situación de abandono o indigencia en Filipinas.

Conozco algunos de sus rostros, sus miradas, su vulnerabilidad, su inocencia y su realidad tan a la intemperie. Hemos hablado, reído, comido y jugado con ellos. Por eso hoy os presento a Christine, mayor de cuatro hermanitos, a quien siguen su hermana Tintín, Fátima y el pillo, el más pequeño, Rico. Abandonados por su madre. Vulnerables como Jesús en el pesebre o Jesús Eucaristía, son de carne y hueso. Y reconozco que solo de rodillas, con ternura, en adoración, más bien abajado o por lo menos de cuclillas, a su altura y con el respeto de quien se sitúa frente a un misterio difícil de entender del todo, el misterio de la Vida, podemos acercarnos al corazón que tan tempranamente ha experimentado ese «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», que quiso abrazar en su carne y hueso Jesús.

Te diré: «Jesús, mi amor, Rey mío, adorándote en la carne, contemplando tu cuerpo que en pajas yace». En las pajas del corazón de niño de todo hombre y mujer. ¡Dulce locura de misericordia: los dos de carne y hueso!