De los abusos al Sínodo, aflicciones y alegrías del Papa - Alfa y Omega

De los abusos al Sínodo, aflicciones y alegrías del Papa

El escándalo de los abusos, la peor crisis del pontificado, marcó la agenda de la Iglesia en el año que ahora termina. Así lo constató el propio Francisco en su crudo discurso a la Curia Romana pocas horas antes de celebrar la Navidad

Andrés Beltramo Álvarez
El Papa Francisco durante el discurso a la Curia Romana, el pasado 21 de diciembre. Foto: AFP/Filippo Monteforte

Un año de aflicciones. Un año donde la barca de Pedro parecía sacudida por las tormentas. Un año que lleva a decir «nunca más». Pero también un año de alegrías. Alegrías casi imperceptibles, pero que existieron. Del Sínodo dedicado a los jóvenes a las reformas concretadas en el Vaticano, pasando por el acuerdo con China. Es el balance del Papa para este 2018. Lo pronunció Francisco en un crudo discurso a la Curia Romana, pocas horas antes de celebrar la Navidad. La mirada en retrospectiva a un año que trajo la peor crisis del actual pontificado, pero que el pontífice está dispuesto a afrontar de lleno, por el bien de la Iglesia de la niñez.

Como es costumbre, el mensaje de Navidad a los principales colaboradores del Vaticano genera grandes expectativas. Desde su llegada al papado, esta cita ha sido elegida por Jorge Mario Bergoglio para marcar las grandes líneas de su ministerio. Pero también para advertir sobre las dificultades y anticipar cómo las desea afrontar. Esta vez no fue la excepción.

Ante cardenales, obispos y sacerdotes en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, Francisco ofreció su disertación más detallada y firme sobre los abusos en la Iglesia. No solo pasó revista a los escándalos de los últimos meses, echó mano del pasado para indicar el futuro. Y pronunció un «nunca más». Nunca más la jerarquía eclesiástica «intentará encubrir o subestimar ningún caso».

Pero antes habló de otras aflicciones de la humanidad. Los inmigrantes que hallan la muerte en sus viajes o, si sobreviven, encuentran las puertas cerradas. Los miles que mueren cada día por la falta de agua, alimentos y medicinas. La violencia contra los débiles y las mujeres, la pobreza y la miseria. Los escenarios de guerras, las personas sistemáticamente torturadas todavía hoy en las comisarías de Policía, en las cárceles y en los campos de refugiados en diferentes lugares del mundo.

Habló de «una nueva era de mártires», provocada por los «nerones» que hoy oprimen a los cristianos por su fe, mientras grupos extremistas se multiplican, toman como punto de mira a las iglesias, a los pastores y a los fieles. «Viejos y nuevos círculos y conciliábulos viven alimentándose del odio y la hostilidad hacia Cristo, la Iglesia y los creyentes», constató. Como si las aflicciones no llegasen solas. Un resumen de las dificultades que desde Roma él ha tenido que afrontar a lo largo de estos últimos doce meses.

Entre esas aflicciones, dedicó un tiempo importante al «antitestimonio» protagonizado por hijos y ministros de la Iglesia. Al abordarlo, los comparó la historia de David, el rey de los judíos, quien cometió abuso de poder, de conciencia y sexual. Él era ungido, pero se entregó a la corrupción.

«Hoy hay ungidos del Señor, hombres consagrados, que abusan de los débiles, valiéndose de su poder moral y de la persuasión. Cometen abominaciones y siguen ejerciendo su ministerio como si nada hubiera sucedido; no temen a Dios ni a su juicio, solo temen ser descubiertos y desenmascarados», lamentó.

Y sostuvo, con un deje de rabia, que estos «sin pestañear», entran en una red de corrupción, traicionan a Dios, sus mandamientos, su propia vocación, la Iglesia, el pueblo de Dios y la confianza de los pequeños y sus familiares. Denunció que, muchos de ellos, se esconden «detrás de su gran amabilidad, su labor impecable y su rostro angelical». Los calificó de «lobos atroces» listos para devorar a almas inocentes. Y lamentó que los pecados y crímenes de las personas consagradas adquieren un tinte todavía más oscuro de infidelidad, de vergüenza, y deforman el rostro de la Iglesia socavando su credibilidad.

Aclaró que ante estas abominaciones, la Iglesia «no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes». Casi como una advertencia, precisó que la institución eclesiástica nunca más intentará encubrir o subestimar ningún caso. No dejó de reconocer que en el pasado, por ligereza, por incredulidad, por falta de preparación, por inexperiencia o por superficialidad espiritual y humana, algunos responsables trataron muchos casos sin la debida seriedad y rapidez. «Esto nunca debe volver a suceder. Esta es la elección y la decisión de toda la Iglesia», ponderó.

Todo esto lo motivó a convocar a una cumbre mundial de obispos sobre el tema, que tendrá lugar en febrero próximo. En esa oportunidad, explicó, se buscará transformar los errores cometidos en oportunidades para erradicar este flagelo no solo del cuerpo de la Iglesia sino también de la sociedad.

Más adelante sorprendió con una defensa a los periodistas que sacaron a la luz los escándalos y fustigó a quienes, dentro de la misma Iglesia, acusan a los agentes de comunicación de informar solo de los casos católicos y de ofrecer una imagen distorsionada. «En cambio, me gustaría agradecer sinceramente a los trabajadores de los medios que han sido honestos y objetivos y que han tratado de desenmascarar a estos lobos y de dar voz a las víctimas. Incluso si se tratase solo de un caso de abuso –que ya es una monstruosidad por sí mismo– la Iglesia pide que no se guarde silencio y salga a la luz de forma objetiva, porque el mayor escándalo en esta materia es encubrir la verdad», abundó.

Y, dirigiéndose específicamente a los abusadores, los conminó a convertirse, a entregarse a la justicia humana y a prepararse a la justicia divina: «¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, ¡pero ay del hombre por el que viene el escándalo!».

Entre las aflicciones del 2018, el Papa también recordó «la infidelidad de quienes traicionan su vocación». Aunque no lo mencionó, todos comprendieron que se refería al ex nuncio apostólico en los Estados Unidos Carlo María Viganò, quien lo acusó de encubrir abusos y exigió su renuncia, abriendo una grieta en la Iglesia.

Estas personas, sostuvo Francisco, se esconden detrás de las buenas intenciones para «apuñalar a sus hermanos y sembrar la discordia, la división y el desconcierto»; siempre encuentran justificaciones, incluso lógicas y espirituales, para seguir recorriendo sin obstáculos el camino de la perdición. Pero no son más que «sembradores de cizaña», que solo actúan por «las 30 monedas de plata». Pero ellos (los Judas), como los abusadores (los David), «siempre estarán presentes en la Iglesia», continuó. Y recordó cómo terminaron ambos personajes bíblicos: David se arrepintió, confiando en la misericordia de Dios, mientras que Judas se suicidó.

Junto con aflicciones, también aparecieron las «alegrías» del 2018. Desde el resultado positivo en la asamblea del Sínodo de los Obispos dedicado a los jóvenes hasta el avance en la reforma de la Curia. «Muchos se preguntan: ¿Cuándo terminará? Jamás terminará, pero los pasos son buenos», insistió el Pontífice. Indicó entre estos avances positivos los trabajos de clarificación y transparencia en la economía.

A eso sumó el «gran número» de personas, consagrados, obispos y sacerdotes, que viven su vocación en fidelidad, silencio, santidad y abnegación. «Son personas que iluminan la oscuridad de la humanidad con su testimonio de fe, amor y caridad», precisó. Y abundó: «Pienso especialmente en los numerosos párrocos que ofrecen un buen ejemplo al pueblo de Dios, sacerdotes cercanos a las familias, que conocen los nombres de todos y viven su vida con sencillez, fe, celo, santidad y caridad. Personas olvidadas por los medios de comunicación pero sin las cuales reinaría la oscuridad».

Para el Papa, el deber de todos es combatir cualquier corrupción espiritual, un mal que provoca ceguera cómoda y autosuficiente que justifica todo: el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de «autorreferencialidad». Por eso, sentenció: «La fortaleza de cualquier institución no reside en la perfección de los hombres que la forman, sino en su voluntad de purificarse continuamente; en su habilidad para reconocer humildemente los errores y corregirlos; en su capacidad para levantarse de las caídas; en ver la luz de la Navidad que comienza en el pesebre de Belén, recorre la historia y llega a la Parusía».

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Los viajes Francisco

Foto: CNS

Chile y Perú. Francisco cruzó enero el charco a Sudamérica para hacer su viaje al extranjero en 2018. Vistió Chile y Perú. Los abusos sexuales, la corrupción y la Amazonía fueron los temás que marcaron la agenda.

Foto: CNS

Ginebra. Francisco viajó hasta la ciudad suiza en junio para celebrar el 70º aniversario del Consejo Mundial de las Iglesias (CMI) y dar un impulso al diálogo entre los cristianos. Un empujón al ecumenismo.

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Dublín. Una cita importante en el calendario de 2018 tuvo que ver con la familia y el Encuentro Mundial que se vivió en Dublin, que quedó ensombrecido por las polémicas sobre abusos que llegaban de Estados Unidos.

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Países Bálticos. El último viaje fuera de Italia en 2018 tuvo como destino Estonia, Letonia y Lituania. El Papa recordó la persecución religiosa durante los regímenes nazi y soviético.