La novia que no llega - Alfa y Omega

Tuve una boda en medio de un día muy ajetreado. Tenía que desplazarme unos 50 kilómetros hasta el lugar de la celebración y siempre intento ser puntual a mis citas con los sacramentos. Llegué con tiempo para repasar la celebración, dejar los libros por las páginas correspondientes y hasta para compartir un rato muy agradable con el concelebrante. Ya revestidos los dos, esperábamos el comienzo de la celebración. Los invitados, el novio, el coro, todo estaba dispuesto para comenzar, pero la novia no llegaba.

Comencé a sentir por dentro una incomodidad, una rabia, sentía que todo mi esfuerzo no se veía recompensado. Y como una espiral destructiva se me iba agriando el carácter. Salía una y otra vez a la puerta de la iglesia. Más de media hora después de lo previsto llegó la novia, radiante. Yo tenía sensación de fastidio y quería que los demás lo notasen. Un poco infantil por mi parte, lo reconozco. Tenía la tarde llena de compromisos y ese retraso lo trastocaba todo. Solo había dos opciones: celebrar proyectando mi frustración o cambiar el chip y descubrir que el protagonismo lo tenía el amor, no yo ni mis horarios.

Os comparto la transformación interior de pasar del juicio a la misericordia. «La misericordia se ríe del juicio» (Stgo 2, 13). La celebración fue bien, olvidé lo que era irreversible, el concelebrante se tuvo que ir antes de terminar porque tenía otro compromiso. Internamente viví una Pascua, un paso del Señor por mi vida. Doblegó lo que era rígido, calentó lo que estaba frío, regó con su amor lo que estaba árido. Reconozco que otras veces no soy capaz de ceder, pero esta vez sí. Y me sirvió para darme cuenta de las veces que siento que mis preocupaciones y ajetreos son lo prioritario y olvido que los demás también tienen sus propias tribulaciones. Unos días después recibí la llamada de los novios en la que me explicaban los motivos de la tardanza, y estaban suficientemente justificados. Cuántas veces juzgamos sin tener todos los datos, y cuando nos explican las razones todo se reconcilia. Ojalá no seamos demasiado rápidos en juzgar. Y tengamos la paciencia suficiente para acoger la vida como viene. Nos ahorramos enfados, tensiones, y mal humor.