Es Adviento - Alfa y Omega

Tiempo de espera y esperanza, ¿no es así? ¿Pero qué esperan nuestros alumnos? La pregunta circula estos días por nuestras aulas, al menos por las mías, y sorprende ver las dos caras de la moneda: la seguridad y rotundidad con la que muchos afirman «Nada». Y la otra, la del silencio y el vacío creados cuando alguien como Bianca te dice, con apenas 17 años, que lo soñado o lo esperado se pudo haber quedado ahí, el día que fue violada. O cuando Rachel, 15 años, habla de cómo su esperanza casi le abandonó en la camilla de un quirófano en el que dejó al hijo que llevaba en las entrañas. O la mirada perdida de Emma: su sueño es ser modelo, aunque sabe que a partir de ahora en la pasarela su complemento será, por mucho tiempo, una bolsa que le acompañará a todas partes, porque así es el cáncer. Y el cuerpecillo casi escuálido de Michael, un niño llave, que ignora quién puede ser su padre y muchas veces espera hasta altas horas de la madrugada a ver si llega su madre.

Podríamos seguir llenando páginas y páginas de historias así. Me vais a perdonar si me he puesto tremendista o si no es esto lo que os gustaría leer en este momento, pero esto es también el Adviento, esos montones de voces que gritan en sus desiertos.

Si algo anima la espera de estos chicos y chicas es su esperanza. En este segundo grupo, ninguno dice que no espera «nada». Al contrario. Cada día a día se les ve luchando para que nadie ni nada vuelva a apagar sus vidas. Se han empeñado en seguir brillando y ser luz para otros, y doy fe de que lo hacen.

Esta es la realidad de nuestros alumnos, de aquellos que se apuntan a una asignatura, la Religión, que para muchos «no sirve» y no debería estar ahí. ¿Quizás no es importante en la escuela ayudarlos a entender que su dignidad queda intacta a pesar de lo que pueda ocurrirles, o acompañarlos en momentos ante situaciones que ni siquiera ellos mismos saben entender? Juzgad por vosotros mismos si no merece la pena en algún momento dejar el temario de lado o ignorar que llevas reloj, porque para muchos profesores de Religión, os lo aseguro, abrir la tienda al Señor es abrírsela también a nuestros alumnos, y eso no entiende de horarios.