Cyril Vasil: «La guerra es siempre la solución peor» - Alfa y Omega

Cyril Vasil: «La guerra es siempre la solución peor»

Es comprensible que la independencia política de Ucrania de Rusia tenga «repercusiones a nivel eclesial», dice a Alfa y Omega el secretario de la Congregación para las Iglesias Orientales, el arzobispo Cyril Vasil, quien no obstante urge a los ortodoxos de ambas Iglesias a no permitir la manipulación de un conflicto eclesial con fines políticos

Ricardo Benjumea
Un soldado del servicio de guardia de frontera de Ucrania vigilia el cruce de Goptovka en la frontera entre Rusia y Ucrania, en la región de Kharkiv (Ucrania) el pasado 28 de noviembre. Foto: REUTERS/Vyacheslav Madiyevsky

«A la Iglesia católica no le corresponde entrar en debates propios del mundo ortodoxo». Por tanto, «respetaremos sus decisiones» en relación con la crisis de Ucrania, que volverá a tener su propia Iglesia nacional, tras romper los lazos que le unen al Patriarcado de Moscú desde 1686. Ahora bien, «para los ortodoxos existe una unión entre la estructura étnico-nacional y la esfera religiosa». Y dado que, tras la disolución de la Unión Soviética, «hay en Ucrania un proceso de construcción nacional y estatal, aunque se trate de un estado multiétnico, eso debe tener repercusiones a nivel eclesial».

Así se pronunciaba el secretario de la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales, el arzobispo eslovaco Cyril Vasil, durante su visita a Madrid, tras participar en una jornada organizada el 28 de noviembre por la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Eclesiástica San Dámaso. Solo unas horas después el patriarca de Constantinopla, primus inter pares en la ortodoxia, con sede en Estambul, confirmaba la decisión de reconocer la autocefalia a los ortodoxos ucranianos, una vez que estos sellen su unificación bajo una sola Iglesia en los próximos días. Dando por descontada esta decisión, el Patriarcado de Moscú ya había roto sus relaciones con el patriarca Bartolomé de Constantinopla el 15 de octubre.

Las aguas se agitan en la ortodoxia. Mientras los rumanos se han alineado con Bartolomé, las Iglesias ortodoxas de Serbia y Polonia han apoyado a Moscú. Desde una postura más neutral, el respetado arzobispo Anastasio, de Albania, ha reprochado al patriarca de Rusia, Cirilo, que utilice «la divina Eucaristía» como «arma contra otra Iglesia», aludiendo a la prohibición a los fieles rusos de recibir ningún sacramento en iglesias bajo la autoridad de Bartolomé.

Manipulación política del conflicto

Se va perfilando una ruptura que algunos comparan ya con el Gran Cisma de 1054. A corto plazo, sin embargo, la derivada que más preocupa es la política. Ante «las recientes tensiones en Ucrania por los choques con fuerzas oficiales de la Federación Rusa», el arzobispo Vasil pide «un proceso de diálogo que lleve a una comprensión recíproca», y en el que –a su juicio– se requiere hoy alguna mediación con «una representación amplia de la comunidad internacional».

«La Iglesia grecocatólica en Ucrania siempre ha invitado a todos a participar por la paz», resalta el número dos del dicasterio vaticano. «Hay tensiones que pueden estar motivadas por mil razones. Existen y hay que afrontarlas, pero la guerra es siempre la solución peor», y el compromiso de todos los cristianos es «siempre con la paz».

Los nuevos tambores de guerra por el apresamiento de tres buques de la Armada ucraniana en el mar Negro por parte rusa y la prohibición de entrada en Ucrania a varones rusos de entre 16 y 60 años aumentan el riesgo de agitación del conflicto eclesial con fines políticos. Si el presidente Poroshenko se ha erigido en portavoz de los ortodoxos ucranianos, desde el Kremlin se ha respondido que Rusia no se quedará de brazos cruzados mientras se ataca a los intereses del Patriarcado de Moscú, asegurando, sin embargo, que su respuesta será únicamente por «medios políticos-diplomáticos». Pero a la hora de la verdad pocos esperan que haya juego limpio. Los rusos han denunciado visitas intimidatorias de los servicios secretos ucranianos, el SBU, a una veintena de sacerdotes fieles a Moscú, mientras que en el este del país, en las regiones rebeldes prorrusas, la situación es la inversa. El patriarca Bartolomé ha pedido a unos y a otros que se abstengan de «cualquier acto de violencia» y de la apropiación de templos y monasterios de la otra parte.

El arzobispo Cyril Vasil, durante su conferencia en la UESD. Foto: Archimadrid/José Luis Bonaño

Filias y fobias de los grecocatólicos

Esa fue la situación que, bajo el comunismo, vivió la Iglesia grecocatólica ucrania, cuyas propiedades fueron transferidas a la Iglesia ortodoxa, recuerda Cyril Vasil. Aquella disputa, asegura, está ya zanjada, y hoy existe «una Iglesia floreciente que atrae a un gran número de jóvenes, sobre todo en la parte occidental de Ucrania».

La relación con los ortodoxos ucranianos no solo «se ha estabilizado», sino que «hoy las dos Iglesias se sienten más unidas debido a las tensiones internacionales, cuando hay otro estado [en alusión a Rusia] que hace sufrir indistintamente a todos los fieles y ciudadanos».

Los grecatólicos ucranianos se han alineado claramente con la futura Iglesia de Ucrania, mientras que no olvidan las afrentas de Moscú, que siempre les ha considerado invasores ilegítimos en su territorio canónico, llamándolos despectivamente uniatas desde su vuelta a la comunión con Roma hace cuatro siglos. De ahí que estos grecocatólicos vean con recelo cualquier gesto de acercamiento del Papa a la Iglesia ortodoxa rusa, que si bien está a punto de perder su condición de primera en cuanto a número de fieles en la ortodoxia, seguirá teniendo un ascendente incuestionable en el mundo eslavo

Para el secretario de la Congregación para las Iglesias Orientales, nada de eso es excusa para desentenderse del diálogo ecuménico. «La Iglesia grecocatólica es la Iglesia romana», dice. «No sirve apoyar el diálogo con una realidad lejana en detrimento del diálogo con la realidad local», añade. Cosa distinta –matiza– es que en el ecumenismo con los ortodoxos, la Iglesia católica «no puede ignorar a las Iglesias locales, que son los primeros interlocutores, quienes tienen la experiencia concreta y real del diálogo».