Fernanda Durán Vital, Nandi, vecina de Portugalete (Vizcaya): «Me pido morir de cáncer para despedirme en condiciones» - Alfa y Omega

Fernanda Durán Vital, Nandi, vecina de Portugalete (Vizcaya): «Me pido morir de cáncer para despedirme en condiciones»

Nandi es profundamente vital, como su apellido. Siempre quiso ser voluntaria, y finalmente se decidió por acompañar a personas con enfermedades avanzadas en sus últimos días. Resulta paradójico que alguien que derrocha y contagia alegría por la vida esté tan comprometida con los que están tan cerca de la muerte. Hace tres años que falleció de cáncer el mayor de sus hermanos. Eran seis. Llegaron al País Vasco desde Santiago de Alcántara, en Cáceres. En la esquela de su cuñado —que también murió de cáncer— solo ponía: «víctima del amianto». Nandi sabe de lo que habla

Santiago Riesco Pérez
Foto: Santiago Riesco Pérez

¿Te consideras una santa?
No, no me considero una santa. Ni de lejos. He mirado en el diccionario y la santidad está relacionada con la religión. Nada que ver.

Olvídate del diccionario, ¿qué es para ti la santidad?
Pues ser una persona buena. Pero yo ni siquiera sé si lo soy, eso lo tendrán que decir los demás. Lo de santa ya te digo yo que me viene muy grande.

¿Y no has conocido a alguien que te pareciera santo o santa?
Quizá mi padre, porque era íntegro. Era muy buena persona: trabajador, con una vida difícil, que no se metía con nadie. [Pausa. Gran sonrisa]. Era un tío estupendo. Quiero ser como él.

Igual ya lo eres. Llevas toda la vida trabajando para pagarte la carrera de Psicología, has criado a un hijo que se acaba de ir de casa y dedicas varias horas a la semana a gente que tiene los días contados. ¿Te parece poco?
Lo de ser voluntaria es una inquietud que he tenido siempre. Y he ido poniendo pegas para no dar el paso: que si tengo que estudiar, que si tengo que cuidar a mis padres… Hasta que hace unos años encontré una web de voluntariado y busqué algo cerca de casa. Les mandé un mail a los de San Juan de Dios, encajé, y ahí sigo, en la Unidad de Cuidados Paliativos del hospital de Santurtzi.

¿Y por qué esa inquietud?
Porque creo que todos tendríamos que devolver a la vida lo que la vida nos da. Y nos da muchas cosas. Hacer algo por alguien es devolver un poco todo lo que la sociedad me ha dado.

¿En qué consiste tu voluntariado?
Tenemos un centro de soporte. En una parte de la capilla se preparó un lugar para estar, para hablar, para abrir al público y hacer actividades. Yo comencé haciendo la historia musical de los pacientes.

¿Y eso qué es?
Es hacer la banda sonora de tu vida. Las canciones que has escuchado de pequeño, las que oías a tu madre en casa, las que ponía tu padre en el coche, las que escuchabas en la escuela, en la adolescencia… y así hasta la actualidad.

Suena sobrecogedor…
Es muy bonito. La música es lo que más nos mueve y conmueve porque nos traslada a ese momento con esas personas. Algunos no quieren acabar nunca. Es muy bonito.

Entonces ¿tiene repercusión en el final de la vida?
Les cambia la cara. En el momento que escuchan su música, las canciones que tienen en su carpeta, les cambia la cara. Hay gente incomunicada que no habla pero que canta sus canciones. La música no se olvida.

La imagen del voluntario está asociada a mejorar la vida de las personas. En tu caso parece que la tarea es mejorar la muerte.
Desde el primer día sales de allí dándote cuenta de que la muerte es parte de la vida y, sobre todo, de la suerte que tienes. Y de que hay que educar para la muerte.

¿Crees que en nuestra sociedad escondemos la muerte?
Yo creo que cada vez menos. Es más, yo creo que tener una muerte en paliativos es una gran suerte. Yo, desde luego, me pido morir de cáncer para dejar todo arreglado y despedirme en condiciones. Hace unos años habría sido impensable para mí decir esto. Morir de repente es muy egoísta, es mejor tener tiempo para despedirse.

Dice el Papa Francisco que no hay que copiar a los santos, sino que cada uno tenemos que sacar a la luz lo mejor que tengamos. ¿Qué crees que es lo mejor que tú tienes?
Yo hago fatal lo de estar y lo de escuchar. No sé. Soy buena gente, como todo el mundo. Pero hay que ponerse en los zapatos de los demás. Yo soy muy ayudadora.

Acabamos como empezamos: ¿Te consideras una santa?
No. [Risas]. Y lo sabes. [Más risas].