SOS, soledad - Alfa y Omega

SOS, soledad

Nuestras ciudades se llenan de personas ancianas, tristes y amargadas, tantas que hablamos de un problema de salud pública

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Foto: AdobeStock

La soledad se ha convertido en una plaga en Occidente. En uno de cada cuatro hogares españoles, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), vive una persona sola, de las que más del 40 % supera los 65 años. Y la tendencia se acelera, a tenor de las proyecciones del INE.

La atomización y envejecimiento de las sociedades afecta a los más diversos ámbitos, desde la política (menor cohesión y capacidad de movilización social de amplias capas de la ciudadanía) a la economía (menor productividad y capacidad de innovación), sin olvidar la presión sobre el gasto social y sanitario. Pero la consecuencia más inmediata y dolorosa de la soledad no deseada es la infelicidad. Las ciudades se van llenando de personas ancianas, tristes y amargadas, tantas que hoy hablamos de un auténtico problema de salud pública. Y la situación no es mejor en el mundo rural; más bien al contrario, porque la despoblación de los pueblos no facilita la búsqueda de soluciones imaginativas, como las que el Foro Internacional sobre la Soledad, la Salud y los Cuidados ha puesto sobre la mesa, reuniendo la pasada semana en Madrid a expertos y representantes de redes ciudadanas que llegan a donde no alcanza la Administración y dan la voz de alerta cuando la situación lo requiere. En plena vorágine consumista del Black Friday y coincidiendo con el ultramadrugador encendido de las luces navideñas, este encuentro ha lanzado una señal de alarma que conviene no ignorar, pero también ha expuesto multitud de programas inspiradores, con destacada presencia de comunidades de Iglesia, que si de algo sabe precisamente es de tejer redes comunitarias.

Respuestas así son –y lo serán cada vez más– de vital importancia para paliar este problema, y ayudarán a generar una cultura menos individualista. Claro que, para que realmente sean eficaces, se necesitan ambiciosas políticas a todos los niveles que apoyen sin complejos a la familia, la primera y más básica célula de la sociedad. Estas medidas no solo no entran en contradicción, sino que refuerzan otro tipo de propuestas para fortalecer el asociacionismo vecinal. Antes del activismo social está el sentimiento de arraigo que fundamentalmente proporciona la familia.