Emotiva Misa por las víctimas de Germanwings en la Sagrada Familia - Alfa y Omega

Emotiva Misa por las víctimas de Germanwings en la Sagrada Familia

Redacción

El cardenal Lluís Martínez Sistach ha presidido este lunes una Misa que finalizó con el pésame de los Reyes y del arzobispo de Barcelona a cada uno de los familiares de las víctimas presentes. 150 velas en la escala del presbiterio de la Basílica de la Sagrada Familia recordaban a las 150 personas que murieron en el accidente del vuelo Barcelona-Düsseldorf del 24 de marzo. 150 velas que han llevado hasta el presbiterio los alumnos del instituto de Llinars del Vallés que acogieron a los 16 jóvenes de intercambio alemanes fallecidos en el accidente.

Asistieron unos 600 familiares de algo más de 50 de las víctimas. Entre las autoridades, además de los Reyes, estuvieron el Jefe de Gobierno, Mariano Rajoy, con el ministro de Interior; el Presidente de la Generalitat, Artur Mas, junto a su Vicepresidenta, y el acalde de Barcelona.

Hubo también representantes de otras religiones: el rabino de la comunidad judía en Cataluña, Jorge Burdman, el pastor evangélico Guillem Correa y el imán Mohammed Halhoul Debboun, secretario de la Federación Consell Islàmic de Cataluña. Todos ellos pronunciaron unas palabras al final de la Eucaristía.

«Jesús nos promete consuelo. También encontramos consuelo en su amor, que no nos es lejano», dijo Correa, el representante evangélico.

El judío Jorge Burdman terminó su intervención llorando: «No hay palabras en todo un diccionario para definir la palabra dolor. Es siempre una palabra muy dura. Todos los que estamos aquí, todas las religiones que vivimos en armonía en Cataluña, queremos ponernos hoy en el lugar del otro, de lo que ha sufrido. Quisiera hoy estar lo más cerca posible a los que realmente necesitan nuestro apoyo: los familiares, hoy también familiares de todos nosotros. Estad siempre acompañados y, después de un año, intenten volver a la vida a través de la acción», dijo.

Por último, Mohammed Halhoul Debboun expresó en nombre de la comunidad musulmana «nuestra solidaridad, acompañamiento y cercanía a los familiares de cada una de las víctimas. Nuestras comunidades (a pesar de la diferencia de creencias) se unen a todo el dolor de Cataluña y España afectadas por este accidente».

Concelebraron la Misa los obispos de Terrassa, monseñor Josep Ángel Sáiz-Meneses; de Girona, monseñor Francesc Pardo, y el auxiliar de Barcelona, monseñor Sebastià Taltavull.

En su homilía, el cardenal Martínez Sistach expresó su afecto a las víctimas y a sus familiares, y les transmitió un mensaje de consuelo, ahora que «la muerte violenta y repentina de nuestros queridos hermanos podría como paralizar la vida de quienes los aman muchísimo. Sin embargo, el mensaje paulino que hemos escuchado nos debe dar coraje para vivir para el Señor y para los hermanos, por amar a Dios y amar a los hermanos, esperando con la ayuda y la misericordia del Señor encontrarnos un día con ellos en la Jerusalén celestial».

Arzobispado de Barcelona / Redacción

Homilía del cardenal Lluís Martínez Sistach

Nos hemos reunido, queridos hermanos y hermanas, en esta Basílica de la Sagrada Familia para rezar por nuestros queridos difuntos víctimas del trágico accidente de aviación de aquel reciente doloroso 24 de marzo. Nuestra celebración religiosa con representantes de diversas confesiones religiosas quiere expresar nuestro afecto a las víctimas y a sus familiares. Llevamos en nuestro corazón –de una manera muy especial sus familiares y amigos- el dolor por la muerte de estos queridos hermanos. Todos deseamos encontrar en la plegaria el consuelo y la paz que Dios nos puede dar en estos momentos de sufrimiento, de manera muy especial a vosotros queridos familiares. Les acompañamos cordialmente todos los que participamos en esta celebración religiosa, los Reyes de España, las primeras autoridades del Estado español y de la Generalitat de Catalunya, las otras autoridades y representantes de Alemania, Francia y de las distintas religiones, y los alumnos del Instituto de Llinars del Vallés. El Papa Francisco se hizo cercano a los familiares con su pésame el mismo día del accidente. Todos llevamos en nuestro corazón el dolor y la plegaria por las víctimas y los heridos del terremoto del Nepal y por las víctimas de las pateras en el Mediterráneo.

El mensaje que ofrece San Pablo llena los corazones de consuelo y de esperanza: «Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor». Siempre estamos en las manos paternales de Dios que nos ha dado a su Hijo y que por amor a la humanidad murió en el Calvario.

El Génesis nos dice que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y él que es eterno ha puesto en nosotros la semilla de la eternidad. Así, el Concilio Vaticano II nos dice que «el hombre juzga certeramente por instinto de su corazón cuando aborrece y rechaza la ruina total y la desaparición definitiva de su persona. La semilla de eternidad que el hombre lleva en sí, al ser irreductible a la sola materia, se rebela contra la muerte» (GS 18).

Queridos hermanos y hermanas, Dios nos ha creado para vivir eternamente y para poseer en él la felicidad eterna. Por esto, pedimos para que Dios misericordioso haya acogido a nuestros hermanos, gocen de esta felicidad e intercedan por nosotros que aún peregrinamos por este mundo.

Celebramos el tiempo pascual con la alegría de la resurrección de Cristo. San Pablo nos ha dicho que «para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos». Participamos de la resurrección del Señor y ésta es nuestra esperanza ante la muerte de nuestras familiares y pensando también en nuestra propia muerte. Cristo con su muerte y su resurrección nos ha liberado de la muerte definitiva y nos llama a compartir su misma vida.

La muerte violenta y repentina de nuestros queridos hermanos podría como paralizar la vida de quienes les aman muchísimo. Sin embargo, el mensaje paulino que hemos escuchado nos ha de dar coraje para vivir para el Señor y para los hermanos, para amar a Dios y amar a los hermanos, esperando con la ayuda y la misericordia del Señor encontrarnos un día con ellos en la Jerusalén celestial. El libro del Apocalipsis nos dice que en la Jerusalén celestial «Dios enjugará todas las lágrimas de sus ojos, y no existirá más la muerte, ni duelo, ni gritos, ni penas. Las cosas de antes han pasado».

Hemos escuchado el texto evangélico de las Bienaventuranzas. Jesús se solidariza con los pobres, con los que están de duelo, con los humildes, con los que tienen hambre y sed de justicia, con los compasivos, con los limpios de corazón, con los pacíficos y los pacificadores, con los perseguidos por el hecho de ser justos…

El Señor Jesús les dice que son felices porque para todos ellos quiere el reino de los cielos. Dios es compasivo, clemente y misericordioso. Y el Papa Francisco nos ha dicho que Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. Misericordia es quizás la palabra más frecuente en el vocabulario del Papa Francisco.

Todos tenemos siempre necesidad de contemplar el misterio de la misericordia divina que es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Misericordia es el acto supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia es la norma fundamental que habita en el corazón de cada persona, cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia es la vía que une a Dios y al hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amado, no obstante el límite de nuestro pecado y de nuestra muerte. A la misericordia del Padre confiamos las víctimas y también a sus familias y amigos que sufren esta separación.

Hoy celebramos la fiesta de la Mare de Déu de Montserrat, patrona de Cataluña. Hemos de mirar a María, como Madre de Misericordia. La dulzura de su mirada maternal nos acompaña siempre. María ha conocido la profundidad del dolor humano, ella que estuvo al pie de la cruz de su Hijo amado.

A ella dirigimos la antigua y actual oración de la Salve Regina, para que hoy y siempre María gire hacia nosotros sus ojos «tan misericordiosos, y después de este destierro nos muestre a Jesús, fruto bendito de su santo vientre».

A ella confiamos especialmente nuestros hermanos que murieron en aquel vuelo aéreo que terminó en los Alpes franceses y le pedimos que sea realidad lo que el poeta Jacint Verdaguer pedía a la Mare de Déu de Montserrat en su Virolai: Guieu-nos cap al cel.