17 de mayo: san Pascual Bailón, el fraile que adoró al Santísimo ya muerto
En el Siglo de Oro de la Iglesia, en medio de grandes santos, destacó Pascual Bailón, un sencillo fraile cuyo amor por la Eucaristía contrarrestó la Reforma protestante
La respuesta católica a la Reforma protestante no vino solo de las elocuentes declaraciones del Concilio de Trento. La vida de los grandes santos de aquella época también fue el muro de contención contra los excesos doctrinales de Lutero. Así, entre figuras de la talla de Teresa de Ávila, Íñigo de Loyola o Francisco Javier —protagonistas del Siglo de Oro de la Iglesia en España— brilla también Pascual Bailón.
Pascual nació en Torrehermosa, un pequeño pueblo de Zaragoza, el 16 de mayo de 1540, y recibió ese nombre por ver la luz en la Pascua de Pentecostés. Segundo de seis hermanos, cuando tenía 7 años su familia recibió la visita de un primo franciscano que había caído enfermo; un día, tomó su hábito y se lo puso delante de todos, ganándose las burlas de sus hermanos. «No importa, más tarde seré fraile», les espetó. Pero esa vocación temprana tendría que esperar para realizarse.
Casi por esa época, sus padres le mandaron al campo a cuidar de las ovejas, un tiempo de soledad y de silencio que le sirvió para acercarse a Dios. Aquella piedad de niño se acrecentó con una particular devoción por la Eucaristía, de la que dan buena cuenta varias anécdotas de los primeros años de su vida. Por ejemplo, una vez se escapó de casa y su familia pasó un buen rato buscándole sin éxito, para después encontrarle en la iglesia, junto al sagrario. Muchas veces, mientras cuidaba del rebaño familiar, Pascual no dudaba en ponerse de rodillas entre piedras y abrojos cuando escuchaba desde algún pueblo cercano las campanas de la iglesia que anunciaban la consagración en medio de la Misa. «La Eucaristía fue la fuerza de su vida. Siempre que podía estaba adorando en el templo, y estando fuera con las ovejas su mirada buscaba siempre encontrarse con Cristo en algún sagrario», afirma Aníbal Cumbicos, capellán de la basílica de San Pascual Bailón de Villareal (en la provincia de Castellón), donde reposan los restos del santo.
Los cargos más humildes
Las labores de pastoreo ocuparon la vida de san Pascual hasta los 24 años. Almansa, Monforte del Cid y Elche son testigos de las huellas de su paso por sus campos y riberas. En esos lugares aprendió a leer y a escribir de manera autodidacta, valiéndose de sencillos devocionarios y preguntando a otros pastores. Pero fue en Orito, una pedanía de la provincia de Alicante, donde una aparición del Santísimo Sacramento mientras se encontraba atendiendo a sus ovejas cambió su vida para siempre.
Ya no le interesaba otra cosa que ofrecerse a Dios por entero, así que en febrero de 1564 pidió entrar en los franciscanos reformados por san Pedro de Alcántara. Nunca quiso ser sacerdote, porque no se consideraba digno de ello, y en todas las casas en las que vivió desempeñó los encargos más humildes, ya fuera en la huerta, en la portería o sirviendo la comida en el refectorio. Durante muchas noches se escabullía para pasar algunas horas ante el sagrario y luego volver a la celda poco antes de que se levantaran los otros frailes.
En 1576 recibió el encargo de hacer llegar en mano una carta al superior de los alcantarinos, que estaba en París. El viaje fue tortuoso no solo por las incomodidades, sino por la persecución de los luteranos con los que se encontró por el camino y que al distinguir su hábito no dudaban en recibirle a pedradas. Cuando volvió a España lo hizo con una lesión en el hombro que le acompañaría el resto de su vida y con unas canas que sustituyeron totalmente el pelo oscuro que tenía a su partida.
La muerte le llegó a Pascual en el convento de Villarreal, el 17 de mayo de 1592, también Pascua de Pentecostés, como el día en que nació. Los frailes que le acompañaron en el tránsito contaron que al día siguiente, durante sus exequias, mientras se elevaba la Hostia, Pascual abrió los ojos de manera milagrosa como para ofrecer una última mirada a Aquel por el que vivió toda su vida. «No deja de ser sorprendente que un simple fraile lego sea hoy el patrono de los congresos eucarísticos internacionales, como el que el próximo mes de septiembre se celebrará en Quito», afirma el capellán de la basílica de San Pascual Bailón. «A todos nosotros nos recuerda hoy que la Eucaristía es el tesoro de la Iglesia, un campo infinito para encontrar a Jesús», añade.
- 1540: Nace en Torrehermosa, provincia de Zaragoza
- 1564: Entra en los franciscanos alcantarinos
- 1576: Viaja a Francia y es perseguido por los protestantes
- 1592: Fallece en el convento de Villarreal (Castellón)
- 1690: Es canonizado por el Papa Alejandro VIII
- 1897: León XIII lo nombra patrono de todas las asociaciones y congresos eucarísticos