17 de febrero: santos fundadores de los servitas, los siete colegas que se conjuraron para ir al cielo - Alfa y Omega

17 de febrero: santos fundadores de los servitas, los siete colegas que se conjuraron para ir al cielo

Los fundadores de los Siervos de María acordaron que si iban al cielo, irían todos juntos y, si no, no iría ninguno. Los precursores de Fratelli tutti demostraron al mundo que «la fraternidad no es solo un bonito sueño»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
‘La Virgen’ con los siete fundadores de la orden de los servitas. A. Masucci. Foto: Instituto de Arte de Chicago.

El 15 de agosto de 1233, siete amigos de diversa procedencia, nobles y burgueses, unidos por una personal devoción a la Virgen María, deciden unirse en Florencia para vivir y rezar juntos. Se conservan hasta el día de hoy los nombres de todos, pero poco más. Eran Bonfilio Monaldi, Bonayunto Manetti, Manetto de l’Antella, Amidio Amidei, Ugoccio Ugoccioni, Sostenio de Sostegni y Alessio Falconieri.

Este último pertenecía a una rica familia de comerciantes de la ciudad, y cuando decidió juntarse con sus compañeros renunció a ser ordenado sacerdote; su única ambición era pedir la limosna de la que dependía la comunidad para vivir. Lo mismo sucedía con Amidio: descendiente también de una familia acaudalada, decidió dejarlo todo atrás para vivir en pobreza junto a sus compañeros.

Ugoccio y Sostenio eran amigos desde pequeños, y la Providencia quiso que, además de fundar juntos la nueva congregación, murieran el mismo día en el mismo lugar, el convento de Monte Senario, a donde se habían retirado después de varios años de misión en Francia y Alemania.

De ellos y de todos los demás, poco más se sabe. Lo más reseñable que cuenta la historia es que los siete pactaron que si no se llevaban unos a otros al cielo, entonces no iría ninguno.

Juntos comenzaron así pequeña comunidad de jóvenes unida simplemente «para estar a los pies de María», en penitencia y oración, huyendo del bullicio de Florencia para asentarse en una casa en Montesenario, fuera de la ciudad. Eran tiempos en los que toda la península itálica estaba marcada por las guerras entre los diferentes estados y ciudades, y Florencia no era una excepción. En este contexto, su vida comunitaria fue para muchos florentinos la confirmación de que era posible vivir en paz.

Un punto de inflexión lo marcó el Viernes Santo de 1239: la Virgen se les apareció y les mandó llevar un hábito de color negro en memoria de la Pasión de su Hijo, además de conminarles a llevarla regla de san Agustín. Con este respaldo acudieron al obispo de Florencia para pedirle, por sugerencia del dominico san Pedro de Verona, su aprobación canónica como los Siervos de María.

La vida que llevaban estaba entonces cuestionada por la propia Iglesia, pues el cuarto Concilio de Letrán había dispuesto la supresión de las órdenes mendicantes, norma corroborada en 1274 por el segundo Concilio de Lyon. Ello era consecuencia de los errores difundidos por toda Europa por los cátaros y los valdenses, cuya vida desprendida de lo material estaba acompañada de convicciones teológicas que Roma calificaba de heréticas.

La amenaza de desaparición pendía sobre los servitas. De hecho, en 1276, el Papa Inocencio V les comunicó que consideraba la orden extinguida, siguiendo las indicaciones de los concilios. Solo la tenacidad de Filippo Benizi, entonces su prior, alcanzó del Papa la continuidad de la orden, hasta que en el año 1304 el Papa Benedicto XI aprobó la regla y las constituciones de los Siervos de María. La orden contaba entonces con nada menos que 250 frailes, repartidos por 27 conventos en Italia y cuatro conventos en Alemania. Seis años después, en 1310, moría el último de los siete fundadores, Alessio Falconieri.

Canonizados juntos

El de los siete fundadores servitas «es el único caso en la Iglesia en que un grupo de hombres es canonizado a la vez sin que sean mártires», afirma Javier Badillo, prior de la comunidad de San Nicolás de los servitas, en Madrid. «La orden nunca quiso llevar sus causas por separado, porque para nosotros forman una unidad», añade.

Este acento comunitario incluso ha suscitado en algún miembro de la orden la posibilidad de proponerlos como patrones de Europa, porque «el hecho de que siete hombres se pongan de acuerdo por encima de sus diferencias es un testimonio muy grande en un mundo como el de hoy, tan dividido y polarizado».

Para el padre Badillo, «el mensaje de fraternidad de nuestros padres tiene una vigencia increíble, porque muestran que la fraternidad es posible, no es solo un bonito sueño. Ellos encarnaron el Evangelio y demostraron que el entendimiento con los demás es posible, aunque todos seamos diferentes».

Además de ello, la particular devoción a la Virgen demuestra que el amor a María es también cosa de hombres: «Ellos la llamaban Nostra Donna, la misma expresión que usaban los juglares de entonces para referirse a su amada. Ellos vivieron de la ternura de María y la transmitían a su alrededor, hasta el punto de que se les dio el permiso de absolver los delitos de sangre que se producían en la guerra que había entonces en Florencia entre güelfos y guibelinos», concluye Badillo.

Bio
  • 1233: Los siete fundadores de los servitas inician su vida de comunidad
  • 1239: Se les aparece la Virgen
  • 1276: El Papa Inocencio V declara la supresión de la orden
  • 1304: Benedicto XI confirma su regla
  • 1310: Muere el último de los fundadores, Alessio Falconieri
  • 1888: Son canonizados juntos por León XIII