¿Quién es el protagonista? - Alfa y Omega

Tenía todo organizado: coger el AVE de las ocho de la mañana del domingo en Valencia y llegar justo para celebrar la Misa de 10:30 horas en Madrid. Nunca había fallado ese enlace. Todo como estaba previsto hasta que a las ocho en la estación Joaquín Sorolla no había ningún tren. Ni a las 8:10 horas, ni a las 8:20 horas. El agobio empezó a subirme del estómago a la cabeza, hasta que pude comunicarme con otro sacerdote que, con mucha generosidad, se ofreció a sustituirme en Misa.

Y esa situación me sirve para volver a definir qué lugar, y qué espacio ocupo en la misión de la evangelización. «¿Quién es Apolo?, ¿quién es Pablo? Ministros de vuestra fe, cada uno según el don de Dios. Yo planté, Apolo regó, pero era Dios quien hacía crecer […]. Nosotros somos colaboradores de Dios» (1Cor3,5-9).

Simples colaboradores de Dios, investidos y llamados por pura misericordia, que hacen lo que pueden para que el que da el crecimiento, que es Cristo, lo realice. Me vienen muy bien esos aparentes fracasos para recordarme, una y otra vez, porque con mucha facilidad lo olvido, que soy un «pobre siervo» de Dios (cf. Lc 17,10), que hago lo que tocaba hacer. Frente a la autosuficiencia reinante, donde se premia y se valora al capaz, al resolutivo, al versátil, al emprendedor, es muy bonito volver a la experiencia originante de nuestra vocación. Por pura misericordia nos llamó, y por misericordia nos va capacitando, pero nunca para sustituirle, sino para colaborar cada vez más estrecha e íntimamente con Él. Teniendo su mirada con los demás, sus sentimientos, su forma de hablar, de pensar, de actuar. Nuestra transformación en Cristo se va realizando gracias a las experiencias de necesitarle de forma evidente, de sentir nuestra fragilidad, nuestra inoperancia. Como los apóstoles no supieron expulsar al mal espíritu del cuerpo de aquel joven por ellos mismos (cf. Mt 17, 14-21), que a nosotros no nos salgan nuestros planes sino es con Él. Así, poco a poco, aprenderemos a tener esa vida anclada con Cristo, por Él, y en Él, y nuestra misión no servirá para tener protagonismo, sino para el Señor sea conocido y amado.