Giacomo Campiotti: «Los grandes santos eran muy alegres» - Alfa y Omega

Giacomo Campiotti: «Los grandes santos eran muy alegres»

El director de Prefiero el Paraíso, Moscati, Bakhita, María de Nazaret, estrena, en junio, la adaptación de la novela juvenil italiana Blanca como la nieve, roja como la sangre, de Alessandro D’Avenia. Ha estado recientemente en Madrid para recibir el Premio católico Madrimaná, y hemos aprovechado para preguntarle por toda su carrera

Juan Orellana
Escena de la película María de Nazaret

¿Cómo logras que los actores que hacen de santos consigan transmitir al espectador la experiencia de la fe?
Bellísima pregunta. No es fácil ni elegir a los actores, ni dirigirlos. Te cuento experiencias concretas. Por ejemplo, para Prefiero el Paraíso y para Moscati, conté con dos actores muy famosos en Italia, dos estrellas de la televisión —y Proietti también del cine—. Los dos estaban muy asustados de tener que hacer sus personajes. Gigi Proietti no era creyente, y estaba preocupadísimo desde el principio: «Escucha, Giacomo, no exageremos, ¿eh?» Le gustaba la historia, pero, ojo, estaba inquieto de tener que hacer esto o lo otro. Pero luego suceden siempre cosas durante el rodaje, que poco a poco cambian todo y ayudan mucho. Él se fue conmoviendo día tras día, hasta que una mañana llegó a la roulotte excitadísimo: —«¡Mira, Giacomo, ven corriendo!» Empezó a quitarse la ropa, se quedó con una camiseta blanca, en la que había una mancha roja de sangre a la altura del corazón. —¿Qué te has hecho?, le pregunté. —«Nada, no tengo herida». Aquel día habíamos rodado una escena, que finalmente se eliminó de la película, en la que él, en la gruta, está rezando delante de un Cristo crucificado, que le atraviesa el corazón. De hecho, cuando murió san Felipe, tenía esa herida en el costado, como si le hubieran extraído el corazón. Para Gigi aquello fue una especie de signo. Luego, en la rueda de prensa del estreno del film, declaró: «Hay películas que, al hacerlas, me dejan indiferente, y otras —como ésta— que me han cambiado la vida. Pero no me pregunten por qué, ya que prefiero guardar silencio».

Sin embargo, Beppe Fiorello, que hizo espléndidamente de Moscati, me supuso un increíble esfuerzo. Llegaba todas las mañanas: —«Giacomo, estoy cansado…, no soy capaz». Yo le decía: —No, Beppe, eres Moscati, lleno de vida, que se da completamente a los otros. Para él fue realmente difícil darle impulso a su personaje. Tenía que hacer gimnasia, sacarle fuera para darle ánimos…

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Pero era sólo una cuestión física…
No, nunca hay nada sólo físico. Lo físico es una expresión de nuestra energía, de nuestro miedo…, piensa que un día estamos destruidos, agotados, suena el teléfono, y es tu amigo del alma que ha llegado a tu ciudad… Y desaparece el cansancio por completo, ¿cómo es posible? Físicamente eres el mismo, pero es un problema de energía. A Beppe le ocurría que el film se le antojaba demasiado fuerte. Debía confiar, fiarse. Es un actor complicado e interesante. Debía enfrentarse a sus miedos, como tantos actores. Hay muchos grandes actores que, bajo una aparente seguridad, esconden muchos miedos e inseguridades. Cuando Beppe, luego, vio la película, no se lo podía creer: hasta ese momento no la había comprendido. Ahora era tremendamente feliz. El estreno fue en un festival, y espectadores, llorando, le abrazaban.

Y ¿cómo fue con Fatou Kine Boye en Bakhita?
En el caso de Bakhita fue facilísimo. Era una chica que no era actriz, sino la cajera de una tienda. Al principio estaba asustada, porque en Italia no encontré una actriz negra, y en Francia encontré actrices guapísimas, muy seguras de sí…; en cambio, yo opté por ésta, que en las pruebas miraba a cámara y era un desastre… Parecía imposible hacer una película con ella…, pero era tan sencilla, tenía aquella sonrisa, aquella luz…, que me dije: Cojamos a ésta. Demostró tener un corazón grandísimo, lo cual creo que se nota en la película. Ella, a pesar de ser musulmana, comprendió la historia, ya que Dios es uno. No creo que, cuando muramos, llegue al cielo un protestante o un musulmán y Dios le diga: Oye, perdona, es que yo soy católico. Pero con los otros actores de reparto fue más difícil. Ella era tan sencilla, tan verdadera…; los otros se enredaban con la técnica.

Y ¿qué me dices de María de Nazaret, en la que, además, Paz Vega hace de la Magdalena?
Cuando hice el casting, tenía una idea física de María completamente distinta a Alissa Jung. Ésta es alta, alemana… En la vida pensé hacer una María así. Pero, cuando hago las pruebas, procuro estar abierto. Vino una francesita, muy mona, pequeñita… También hice casting en Italia, España, Inglaterra… Y cuando fui a Berlín resultó que la Jung no estaba disponible. Un día me envío por email la prueba de video que se hizo ella misma para mí. Y me conmovió. La hice venir a Roma, y cuando la vi pensé: Ésta no pinta nada haciendo de María. Le hice otra prueba y dije: Sí, ésta es María. Con mucho miedo. En la RAI, enseguida dieron el visto bueno, porque les pareció bellísima. Fue muy fácil, sentía mucho, era madre de dos niños y expresaba esta gran maternidad, y una gran generosidad.

En muchas de tus películas tienes que contar situaciones muy duras, de sufrimiento e incluso de violencia, pero a la vez son películas que transmiten mucha alegría y positividad. ¿Cómo haces para entretejer ese difícil equilibrio y que resulte bien?
Bueno, es que la vida es así, está hecha de cosas bellísimas y de cosas muy duras. Por experiencia, sabemos que, a menudo, las cosas más duras son las que sacan de nosotros lo mejor. Ante los problemas, mucha gente se entristece, se deprime…, pero otras veces las personas salen de sí mismas y crecen; se ve en los hospitales, en el voluntariado en las guerras, en los terremotos… Hay quien dice que Dios da las pruebas para que emerja lo mejor de uno. En mis films hay poco de mí, busco dar voz a mis personajes, y los grandes santos eran muy alegres. Las personas que se sienten cerca de Dios tienen siempre esta energía. Me agrada la idea de que se puede ser a la vez espiritual y vital, alegre…, no hay por qué estar apocado.

Beppe Fiosello, en el papel de Moscati

En casi todas tus películas has sido también guionista. ¿Cómo entiendes la difícil relación entre el respeto a los hechos históricos y las exigencias narrativas y dramáticas de un guión?
Cuando haces un biopic, o bien haces una película de veinte horas, o estás obligado a seleccionar. Yo siempre intento pegarme a la realidad, pero a veces un suceso que ocurre más tarde tienes que adelantarlo, etcétera. Lo que yo trato es de respetar la energía del personaje, captar su punto esencial, su mensaje, y no traicionarlo. Me satisfizo mucho recibir una carta de la superiora de las Hermanas de Canossa para felicitarme por la película de Bakhita, que no era literalmente exacto, pero que mostraba muy bien la esencia de la santa. En cambio, la primera parte de María de Nazaret no me gustaba demasiado. Discutí mucho con la productora, porque me parecía demasiada ficción. Me convencieron alegando que se necesitaba una introducción de contexto, en la que sale la Magdalena, Herodías…, y que abre mucho la película para los no católicos, y a partir de ahí, poco a poco, se va profundizando. Si hubiera empezado directamente con el texto evangélico, los espectadores no creyentes hubieran desconectado antes de verla. El hecho es que fue un éxito enorme también entre los no católicos.

Imagen de Blanca como la nieve, roja como la sangre

Respecto a Blanca como la nieve, roja como la sangre, aunque es una adaptación y no tiene nada que ver con el biopic de un santo, ¿se puede decir que habla de los cuatro amores de C. S. Lewis: la amistad, la pasión, el amor y el amor a Dios?
Me agrada mucho esta comparación. No la había pensado. Cuando uno excava encuentra estos cuatro amores. No hay nada que inventar, sólo hay que ver y comprender. La pasión es fuego que sólo deja cenizas. Nunca te dejaré es una frase que tantas veces acaba ante los tribunales de divorcios. Esa pasión en el fondo es infantil, una proyección individual sobre una pantalla en blanco. El amor verdadero es más oblativo, una relación más real, de intercambio verdadero, más maduro, en la que el otro es más importante que tú. La pasión de Leo por Beatrice se torna amistad verdadera, llena de creatividad y sacrificio. La amistad requiere reciprocidad. Y por último está el amor a Dios que Beatrice descubre en su enfermedad. La película ha sido muy bien acogida por los chavales ateos de Italia. He visto muchas veces que la gente ante la enfermedad se vuelve a Dios…

Háblame de tus gustos cinematográficos, tus autores de referencia.
Trabajo tanto que voy poco al cine. No soy cinéfilo. Me gustan las películas buenas y basta. De las películas modernas me gusta la primera mitad de Avatar en 3D, una metáfora de nuestro mundo y su relación con la naturaleza, y Gravity, que me ha proporcionado una experiencia increíble. Del cine clásico me gusta Fellini, el primer Coppola, Billy Wilder, Cassavetes, Tarkvoski, Kurosawa… A los jóvenes que quieren hacer cine les recomiendo la Autobiografía de Chaplin y la de Kurosawa, y La linterna mágica, de Bergman. Entre Truffaut y Godard me quedo con Truffaut. Truffaut ama a sus personajes más que la perfección de sus películas.