Un tesoro escondido bajo las tablas de un retablo - Alfa y Omega

Un tesoro escondido bajo las tablas de un retablo

El Museo Diocesano de Zamora acoge su tercera exposición temporal, en la que muestra 8 de las 10 tablas del antiguo retablo del siglo XVI de la iglesia de San Nicolás, de Castroverde de Campos, que se derrumbó en la noche del 6 de diciembre de 1969. Las tablas habían permanecido guardadas en el Ayuntamiento de la localidad durante veinte años

Eva Fernández
‘Epifanía’ (detalle)

El ingente patrimonio religioso español sigue proporcionándonos sorpresas. España conserva uno de los conjuntos de retablos más singulares y extraordinarios de toda Europa. Desde que los cristianos comenzaron a extenderse por el mundo, siempre tuvieron gran interés por ennoblecer los altares. Había que enmarcar el lugar más importante de las iglesias, aquel donde se celebraba la Eucaristía. Del latín retro tabularum (tabla que se coloca detrás), los retablos se convirtieron en ese lugar privilegiado hacia el que los fieles dirigían sus miradas, por lo que tenían que ayudar a la devoción. Como aliado imprescindible para la predicación, adquirió tal importancia que miles de iglesias se poblaron con estas obras artísticas, construidas con la generosidad de quienes no escatimaban gastos si se trataba de enriquecer el culto. En Tierra de Campos, al noreste de la provincia de Zamora, lindando con Valladolid, se encuentra la localidad de Castroverde de Campos, que en aquella época todavía heredaba parte del esplendor que le llevó a albergar hasta 4 iglesias en el siglo XII. Gracias a las últimas investigaciones, sabemos que el 1 de marzo de 1526 se contrató la realización del retablo que protagoniza estas páginas a tres maestros escultores, pero se desconoce la autoría de las pinturas. Cuatro siglos después, en la noche del día 6 de diciembre de 1969, fiesta de San Nicolás de Bari, la techumbre de la nave principal de la iglesia de San Nicolás, que albergaba estas pinturas, se vino abajo. Su retablo mayor se desmontó y, durante los últimos 20 años, permaneció guardado en el Ayuntamiento. El problema de este arrinconamiento es que las tablas habían sido repintadas chapuceramente en el siglo XVIII -probablemente por el deterioro en el que se encontraban- y hasta ahora no se había advertido que las pinturas auténticas se encontraban debajo.

Un retablo pintado a dos manos

Se puede decir que, en el siglo XVI, se puso de moda la construcción de retablos. Para su realización se requería la participación de varios artesanos, que normalmente trabajaban al mando de un maestro principal, que imponía su personalidad en el conjunto. Las tablas que ahora se exponen en el Museo Diocesano de Zamora están pintadas al óleo sobre madera de pino. Aunque desconocemos quiénes fueron los artistas, el Delegado diocesano de Patrimonio y director del Museo, don José Ángel Rivera de las Heras, apuesta por una doble autoría: «La de un pintor de ascendencia leonesa, quizás Cristóbal de Colmenares, quien opta por figuras más alargadas, y la de otro más vanguardista, heredero del estilo de Juan de Borgoña, acaso Martín de Carvajal, con obras más luminosas y un canon de belleza más grueso». A lo largo de los siglos XV y XVI, se habían asentado en España numerosos artistas extranjeros, atraídos por el ambiente que se respiraba en la entonces pujante España imperial. En esa época, León se convirtió en un gran centro artístico y la ciudad se llenó de talleres de los que salieron muchos retablos, especializados, sobre todo, en los ciclos relacionados con la infancia y Pasión de Cristo. En uno de esos talleres, pudo formarse Cristóbal de Colmenares, que imitaba la maniera introducida por Berruguete. De él toma los gestos expresivos de algunos rostros, como el que se refleja en la Virgen del Descendimiento y del Santo Entierro. A diferencia de la pintura flamenca, que daba mucha importancia al paisaje, en las tablas correspondientes a la Pasión, comprobamos que el paisaje es lo de menos. Las escenas se ambientan en una característica luz crepuscular que contrasta con el color rojo de algunas vestiduras. Las figuras de este primer autor son alargadas y un tanto desproporcionadas. En lo que se refiere a la posible segunda autoría, comprobamos que este artista se atreve a innovar, influido quizás por Juan de Borgoña, a quien se debe la introducción del Quattrocento en Castilla. El Borgoñés llegó a tener tantos encargos para realizar retablos, que se sirvió de numerosos ayudantes, extendiendo así su influencia por las dos Castillas hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVI. En tablas como La Presentación en el Templo, Epifanía o la Disputa con los doctores, comprobamos que las figuras -de acento sereno y reposado- aparecen enmarcadas en arquitecturas clásicas con presencia de adornos vegetales. Una vez restauradas, gracias al Ayuntamiento, el próximo destino de estas tablas será el retablo de la Iglesia parroquial de Castroverde de Campos. Allí recuperarán el fin para el que fueron creadas y todos podremos disfrutar de este tesoro que estaba escondido bajo las tablas de un retablo.