«Una voz interior me impulsó a volver» - Alfa y Omega

«Una voz interior me impulsó a volver»

El padre Tom Uzhunnalil lleva un año agradeciendo a todo el mundo las oraciones que hicieron posible su liberación después de 18 meses de secuestro. El salesiano indio (Ramapuram, 1960) había pedido ir a un Yemen en guerra, y no le importaría repetir

María Martínez López
Foto: María Martínez López

Cuesta reconocer en él al misionero desaliñado liberado en Yemen hace un año. Su apariencia es casi idéntica a las fotos anteriores al 4 de marzo de 2016, cuando un grupo islamista lo secuestró en Aden después de asesinar a cuatro misioneras de la Caridad y a otras doce personas. «Mi vocación no ha cambiado –asegura a Alfa y Omega el salesiano Tom Uzhunnalil–. Soy el mismo, solo que más convencido de que Jesús es Dios vivo y responde a nuestras oraciones». Por ello, ha dedicado este año a viajar dando testimonio y agradeciendo las plegarias y sacrificios que –está convencido– contribuyeron a su liberación por vías que desconoce. Esta semana, está en España.

No tiene planes a largo plazo. «Si el Señor quiere, estoy dispuesto a volver a Yemen», donde aterrizó por primera vez en 2010. No sería la primera vez que se mete en la boca del lobo, una guerra que ha causado 50.000 muertos y tres millones de desplazados. Ya en 2015, cuando el conflicto acababa de estallar y tres de los cuatro salesianos habían abandonado el país siguiendo las instrucciones de la embajada india, el padre Tom pidió suplirlos. «Una voz interior me impulsó. El salesiano que quedaba, el padre George, viajaba constantemente entre Saná [la capital], Taiz y Hodeidah. Pero no podía acceder a Aden».

En abril emprendió el viaje hacia esta ciudad. Llegó en julio. «Ya no había vuelos. Así que primero fui a Yibuti», narra. En junio logró que un barco con medicinas lo llevara a Saná. Tardó otro mes en encontrar un vehículo hasta su destino. Se encontró una Aden en plena batalla entre los hutíes alzados contra el Gobierno y la alianza liderada por Arabia Saudí, «con apoyo de grupos fundamentalistas. Había bombardeos y mucha destrucción. Y nuestros problemas aumentaron cuando los hutíes fueron expulsados [a finales de ese mes]: los grupos fundamentalistas empezaron a atacar las iglesias». Era solo la antesala del asesinato de las misioneras y su secuestro.

Según el Stockholm International Peace Research Institute, Estados Unidos y Europa son los fabricantes del 98 % del armamento que compra Arabia Saudí, que desde 2013 ha triplicado su gasto armamentístico. El padre Tom es parco sobre estos datos. No quiere analizar las políticas de los países suministradores, pero recuerda que «si hay guerra, venden más». Al escuchar que en septiembre el Gobierno español quiso evitar la venta de 400 bombas al país saudí para luego retractarse cuando este puso en entredicho una compra de corbetas, reconoce que «es el tipo de negocios que se dan. Todas las guerras surgen de la sed de poder y de riqueza». Y, como consecuencia, «en Yemen mucha gente sufre y todas las infraestructuras están destruidas».

Otra Iglesia del silencio

En la península arábiga, la Iglesia ha aprendido a vivir en la discreción. Cualquier actividad evangelizadora está prohibida. Los misioneros solo pueden atender a los católicos extranjeros o inmigrantes. El padre Tom nunca ha tenido noticia de cristianos autóctonos. «Sí se nos acercaban a veces musulmanes mostrando interés, pero no les dábamos mucho juego. Podían ser espías. Los escuchábamos y los animábamos a buscar la Biblia en Internet y a rezar». También evangelizan mediante el servicio, como las religiosas asesinadas. Otra cuestión delicada para la Iglesia son las condiciones de trabajo abusivas que sufren muchos de sus fieles. «No es fácil entrar en ese ámbito, puedes acabar en una lista negra –admite el salesiano–. Se intenta ayudar a la gente legal, económica y espiritualmente, pero con discreción».

Este silencio asumido, se justifica, les permite «al menos atender a los cristianos. Eso es bueno». De hecho, ha hecho posible que en todos estos países existan comunidades cristianas. Solo Arabia Saudí está totalmente cerrada, aunque el sacerdote recuerda los acercamientos del último año, con hitos como la visita del cardenal Tauran, responsable vaticano de diálogo interreligioso. ¿Es sincera la actitud saudí? «Esperemos lo mejor. ¿Por qué desconfiar a la primera?».

Su predecesor, el ángel de Aden

La vinculación con Yemen le viene de familia al padre Tom. Su tío Matthew, también salesiano, llegó en 1990 a Yemen del Sur, poco antes de su unificación con Yemen del Norte. «Bajo el dominio británico, en Aden, la capital del sur, había misioneros capuchinos y varias iglesias», cuenta Tom. Tras independizarse y constituirse en república popular, en 1973 el Gobierno comunista confiscó todas las iglesias. Los religiosos tuvieron que huir. «Pero un sacerdote, el padre Angelo Fiumicelli, se escondió en la catedral, donde sobrevivió dos semanas tomando solo agua. Lo capturaron, pero varias embajadas intervinieron y pudo quedarse». Fue el único sacerdote hasta 1988, cuando dejó el país. En 1990 se encomendó esta misión a los salesianos, que ya se habían instalado en Yemen del Norte con las Misioneras de la Caridad. El padre Matthew se instaló en Aden, y negoció la devolución de las iglesias. Además, «dentro de lo limitado de sus recursos cuidaba de los pobres, cristianos o musulmanes», cuenta su sobrino. El padre Angelo falleció en marzo pasado a los 92 años.