Angola en el centro de Sierra Leona - Alfa y Omega

Era diciembre de 2016 por la tarde cuando escuchamos: «¡Fuego, fuego! ¡Angola se quema!». No sabremos nunca si fue un fallo eléctrico o un fuego desatendido. Ya no importa. En hora y media el suburbio Angola Town (palos y chapas frente a Don Bosco Fambul y con más de 1.200 personas) había literalmente desaparecido bajo las llamas. Fue un caos total. Los bomberos llegaron, pero sin agua, y tuvieron que huir por los insultos, piedras y palos que la gente les lanzaba. Gracias a Dios no murió nadie, pero se perdió todo.

Durante más de un mes 320 niños y niñas encontraron en Don Bosco Fambul el hogar perdido en el incendio. Finalmente, la gente tomó la decisión más difícil: dejar Fambul y volver a recuperar, al menos, la tierra arrasada. Aquí comienza la verdadera historia de Angola Town. La antigua Angola Town, la de chapas y palos, la de la violencia y las peleas continuas, la del abuso de las drogas, la de las jóvenes prostitutas, la de la crueldad y el trabajo infantil… había muerto con el fuego. Para siempre. Una Nueva Angola Town estaba por nacer.

Con el apoyo de Don Bosco Fambul la comunidad se asentó. El africano sabe que en situaciones límite no hay tiempo para llorar ni sentir lástima de uno mismo. Juntos comenzamos a superar la catástrofe. Los salesianos –con ayuda de sus colaboradores– pondrían los materiales y la gente el hombro, su tiempo y el trabajo. Todos y cada uno tendrían algo que hacer, incluidos jóvenes, niños y niñas. Los servicios comunes vieron la luz primero: baños y duchas, calles y caminos, luces solares y desagües. Las casas vinieron después, todo con trabajo comunitario. La nueva Angola Town comenzó a elevarse de las cenizas ante la mirada sorprendida de muchos.

Foto: Jorge Crisafulli

La reconstrucción continúa. La de las casas ha sido importante, pero más aún es la reconstrucción de la confianza de la comunidad en sí misma. La gente ha vuelto a confiar en Dios y dice, riéndose: «¡Al final el incendio se ha convertido en una bendición!». Y es verdad, ahora viven con más dignidad. Casi no hay violencia ni drogas, ni prostitución. Los jóvenes vuelven a soñar: «¿Por qué no levantamos un salón comunitario, una mezquita, una iglesia, un centro de reciclaje, una escuela?». El mayor milagro es este, pensar y obrar comunitariamente. Es la cultura ubuntu: soy porque somos. O como dice el proverbio africano: «Si caminas solo vas más rápido, si caminas con otros llegas más lejos».