«Karol Wojtyla: futuro santo» - Alfa y Omega

«Karol Wojtyla: futuro santo»

Algunos -muy pocos- se atrevieron a aventurar que Karol Wojtyla -¡un polaco!- llegaría a ser, un día, elegido Papa. Pero de lo que mucha gente, en cambio, no tuvo nunca duda alguna es de estar conviviendo junto a un santo. En vísperas de su canonización, la BAC publica en español Junto a Juan Pablo II. Sus amigos y colaboradores nos hablan de él. Toman la palabra Benedicto XVI, el cardenal Dziwisz -su secretario personal- o su vieja amiga, la médico Wanda Póltawska

Ricardo Benjumea
Juan Pablo II, en su visita a Munich, con su arzobispo el cardenal Ratzinger: 1980

«Cuando fui a ver al Papa Benedicto XVI para la firma del Decreto [de beatificación], encontré al Santo Padre sonriente. Estaba verdaderamente contento», cuenta el cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos.

El Postulador de la causa, monseñor Slawomir Oder, recuerda cómo el «instante más gratificante» de todos estos años «el intercambio de la paz con el Papa Benedicto XVI durante esa misa de beatificación, el 1 de mayo de 2011. Fui partícipe de la gran alegría del Santo Padre, que desde el comienzo no dejó de acompañar este Proceso con su benevolencia, con la oración y con una serie de homilías, citas e intervenciones discretas pero muy cuidadas, con las que ofrecía su contribución indirecta a la Causa».

Rebosante de alegría, y siempre discreto, queriendo permanecer en segundo plano. Así describen todos los testigos la actitud de Joseph Ratzinger a lo largo de este Proceso. Abre, precisamente, el libro una entrevista al Papa emérito. Benedicto XVI habla del pontificado de Juan Pablo II casi desde la posición de un simple perito en Teología sin más mérito que haber tenido la gracia de ser nombrado asistente de un gran Papa santo. «A menudo habría tenido motivos suficientes para criticarme o poner fin a mi tarea de Prefecto. Y sin embargo me sostuvo con una fidelidad y una bondad absolutamente incomprensible», dice con desarmante humildad.

Seguirá intercediendo para siempre a favor de su pueblo

El periodista polaco Wlodzimierz Redzioch ha recogido 23 testimonios de los principales colaboradores y amigos de Karol Wojtyla. Algunos son de personas ya fallecidas; se trata de entrevistas rescatadas del archivo, pero la mayoría son testimonios frescos, que desbordan emoción por la próxima canonización. El libro se presentó hace sólo unas semanas en Italia; la Biblioteca de Autores Cristianos ha publicado la traducción al español en tiempo record, para llegar a tiempo a la cita del 27 de abril.

Están el cardenal Bertone y su predecesor en la Secretaría de Estado, el cardenal Sodano; el cardenal Ruini y el Prelado del Opus Dei, monseñor Echevarría; el gendarme que le organizaba las escapadas a la montaña, Egildo Biocca, y el español que fue su portavoz durante muchos años, Joaquín Navarro Valls; el médico que le acompañó en el atentado de 1981 y después, en su agonía…

Desde una y otra perspectiva, hablan testigos directos de los momentos clave en la vida de Wojtyla. El cardenal Dziwisz, su primer secretario, cuenta los ajetreados y felices días, sacudidos por los dos cónclaves de 1978, el que eligió a Juan Pablo I y aquel otro que culminó con la elección de Juan Pablo II, el 16 de octubre. «En Cracovia -dice- había muchas personas que oraban para que su arzobispo no fuera elegido: no querían perderlo».

En agosto, el futuro Papa se había tomado unos días de vacaciones con la familia de su amiga -a la que trató siempre como una hermana- Wanda Póltawska. «¿Qué nombre elegirás como Papa?», le preguntó ella abiertamente antes de ese segundo e inesperado viaje a Roma. «Es evidente, Juan Pablo II», añadió su marido, mientras Wojtyla callaba.

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Pero si hubo unos pocos visionarios que, atando cabos, previeron la revolucionaria elección del arzobispo de Cracovia como sucesor de Pedro (habían transcurrido casi cinco siglos desde la elección de Adriano VI, el último Papa no italiano), mucho más corrientes son los testimonios de quienes eran plenamente conscientes de estar viviendo junto a un santo. «Karol Wojtyla: futuro santo», contaba su amigo el cardenal Andrzek Maria Deskur que alguien había escrito en la puerta de su habitación en el seminario.

Atestiguan esa santidad su intensa vida de oración (en esos momentos de recogimiento, sus colaboradores cuentan que jamás osaban molestarle), su alegría permanente, su heroica vivencia de la cruz y la enfermedad, el trato siempre amable y cercano a quienes lo rodeaban…

Pero de la santidad de Juan Pablo II hay dos mujeres, testigos especialmente privilegiadas. Florybeth Mora es la mujer costarricense, que se encomendó al Papa polaco el día de su beatificación, mientras seguía la ceremonia por televisión, y sintió cómo súbitamente sanaba de un aneurisma inoperable en el cerebro. «¿Por qué quiso encomendarse precisamente a él?», le pregunta Wlodzimierz Redzioch. «Porque siempre he creído, también mientras estaba vivo, que era santo, desde el momento que le he visto siempre lleno de Dios».

Marie Simon Pierre Normand, la monja francesa curada de Parkinson por la intercesión de Wojtyla (milagro que sirvió para la beatificación), da otro bello testimonio: «La mía no ha sido solamente una curación física: esta gracia recibida ha tocado todo mi ser, hasta la intimidad más profunda».

Éstos han sido los dos milagros incluidos por Slawomir Oder en la Causa de canonización, pero ni mucho menos los únicos que han llegado a su mesa. «Han sido muchísimos», afirma el Postulador, ahora que ya ha concluido su labor. «Nada podrá quitarme del corazón la gratitud por haberme concedido la gracia de vivir esta aventura y de haberme ayudado a llevar a cumplimiento el encargo confiado por mis superiores. ¡Junto a la gratitud, llevaré conmigo una inmensa alegría pensando en el bien que, como santo, Juan Pablo II seguirá obrando para siempre, intercediendo ante Dios a favor de su pueblo!».