Los obispos de Colombia piden ayuda a la UE - Alfa y Omega

Los obispos de Colombia piden ayuda a la UE

Seguir avanzando en el proceso de paz y atender al millón de inmigrantes venezolanos que ya han llegado al país son dos de los grandes empeños de la Iglesia colombiana. Pero no pueden hacerlo solos, y esta semana han acudido a Bruselas a pedir ayuda a la Unión Europea y COMECE

María Martínez López
Foto: COMECE/Alessandro Di Maio

Colombia sigue necesitando la ayuda de la Unión Europea para avanzar hacia la paz, y también para hacer frente a la llegada de inmigrantes desde Venezuela. Es el mensaje que han transmitido los obispos del país a las instituciones europeas durante su visita a Bruselas. Este miércoles y jueves, el presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, monseñor Óscar Urbina Ortega, y el obispo responsable de Cáritas, monseñor Héctor Fabio, visitaron la Comisión Europea y el Parlamento.

En la primera, se reunieron con el comisario de Ayuda Internacional de la UE, Christos Stylianides, y con el jefe de gabinete del comisario de Desarrollo. En la Eurocámara, se encontraron con su presidente, Antonio Tajani, y con un grupo de diputados. Esta agenda estuvo coordinada por la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE). En esta institución de la Iglesia, participaron en la reunión de la Comisión de Asuntos Exteriores, y también se reunieron con un grupo de ONG.

En conversación con Alfa y Omega, monseñor Urbina explica que, «en primer lugar, se trata de una visita de gratitud. Se está terminando una etapa, ante Colombia se abre un nuevo horizonte, y queremos agradecer la compañía y todos los proyectos con los que tanto la UE como COMECE nos han apoyado». Pero también esperan que esta visita permita seguir «con un trabajo muy valioso».

Esperando la fase II

Esta ayuda sigue siendo importante. A lo largo de 2017 «se cumplió, y con éxito, la primera fase de los acuerdos, la de la desmovilización de las FARC y su integración social como partido político –explica monseñor Héctor Fabio–. Pero la fase II, que preveía la intervención sobre los territorios, se está retrasando». En esta fase, es fundamental poner en marcha la reforma agraria y «garantizar una presencia y sólida del Estado en los territorios donde estaba la FARC», para que su vacío no sea simplemente llenado por otros grupos.

Mientras los compromisos adquiridos por las instituciones se retrasan, y a la espera de qué rumbo tome el nuevo Gobierno de Iván Duque, que hizo campaña electoral oponiéndose al acuerdo, la Iglesia no ha dejado de trabajar. El director de Cáritas Colombia pone como ejemplo un proyecto puesto en marcha por el vicariato de San Vicente, Cáritas y la Ciudadela Don Bosco, de los salesianos.

En el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de Miravalle, en el departamento de Caquetá, «se ha puesto en marcha un proyecto de piscicultura y producción de hortalizas implicando a las comunidades locales, a los exguerrilleros y a los jóvenes que estudian en la Ciudadela. Así se producen alimentos tanto para consumo interno como para comerciar con ellos, y los jóvenes luego pueden replicarlo cuando vuelven a sus comunidades de origen».

Dispuestos a ayudar con el ELN

Es solo una de las muchas formas en las que la Iglesia sigue contribuyendo a la pacificación del país. Y no solo en relación con el proceso de paz con las FARC. Los obispos también están dispuestos a atender las peticiones que les lleguen tanto desde el Gobierno de Iván Duque como desde el Ejército de Liberación Nacional. Al llegar al poder, el nuevo presidente se dio un período de 30 días para valorar si su gabinete seguiría adelante con estas negociaciones, que en mayo se trasladaron a La Habana.

Una de sus condiciones, afirmó después, era la liberación de todos los secuestrados. A mediados de abril, el ELN puso en libertad a seis secuestrados, pero a Duque no le pareció suficiente y el proceso sigue congelado. Monseñor Urbina, a pesar de todo, considera «positivo el nombramiento del nuevo Comisionado de Paz».

La Iglesia colombiana cuenta con dos instrumentos para promover la paz: una comisión que reúne a los 20 obispos de los territorios afectados por la presencia del ELN, y la Comisión de Conciliación, que acompañó a las víctimas y ahora está apoyando la implantación de los acuerdos con las FARC. Este segundo órgano se reunirá la semana que viene para evaluar las posibilidades de acercamiento en el ámbito del diálogo con el ELN.

Reconciliación, una meta a largo plazo

A la espera de ver cómo se desarrollan los acontecimientos, la Conferencia Episcopal sigue trabajando para promover la reconciliación, después de que los acuerdos con las FARC dividieran y polarizaran enormemente al país. «Uno de los problemas más serios que tenemos es la ruptura del tejido social en el país a causa del conflicto, que ha generado desconfianza entre las personas, violencia en las relaciones y posiciones inflexibles», explica monseñor Urbina.

En una apuesta a largo plazo, se ha firmado por ejemplo un convenio con la Pontificia Universidad Javeriana y la Corporación Universitaria Minuto de Dios para crear sendos diplomados en los que los profesores y líderes católicos se preparen en la pedagogía de la cultura del encuentro, y para elaborar cuadernos con los que reforzar esta propuesta del Papa en centros educativos.

Pero también se apuesta por gestos más concretos. A raíz de la visita del Papa, se decidió instituir un Día de Oración por la Reconciliación el 3 de mayo, aniversario de la tragedia de Bojayá, cuando las FARC lanzaron una bomba dentro de la iglesia de esta localidad del Chocó, acabando con la vida de cerca de un centenar de personas. Los obispos también quieren dedicar la novena de Navidad de este año, «un acontecimiento que se celebra en todas las casas y oficinas», para generar cultura del encuentro mediante unos materiales específicos.

El desafío venezolano

El proceso de paz no ha sido, sin embargo, la única cuestión que los obispos colombianos han llevado a la sede de la Unión Europa. También le han pedido ayuda para hacer frente a la oleada de inmigrantes venezolanos, que ya ha superado el millón de llegadas. «Desafío» y «reto» son las palabras que más repite al respecto monseñor Héctor Fabio, obispo director de Cáritas Colombiana.

Además de las más de 4.000 comidas diarias que reparte la diócesis de Cúcuta a quienes cruzan a diario del puente Simón Bolívar –incluyendo algunas personas que solo lo hacen para poder comer y luego vuelven a Venezuela–, «casi todas las diócesis están atendiendo esta emergencia de una u otra forma. Hay programas en Barranquilla, Cali y Bogotá, en incluso en poblaciones pequeñas».

Pero monseñor Fabio es consciente de los límites de su labor. «La avalancha podría continuar o incluso aumentar, y nuestros recursos son cada vez más insuficientes. La Iglesia hace un gesto, un signo del amor de Dios. Pero este reto va a requerir también un compromiso de la Unión Europea».

Le preocupan también «los brotes de rechazo a los inmigrante que comienza a haber», relacionados con cómo la llegada de venezolanos influye –o se percibe que influye– en la oferta de trabajo y el acceso a la educación o la salud. «Es importante que se haga una gran campaña de sensibilización que llegue a toda la sociedad, subrayando la necesidad de acoger, proteger, promover e integrar, como nos invita el Papa».