El Papa de la libertad - Alfa y Omega

El Papa de la libertad

Hay todo un programa de depuración evangélica que mantiene su vigencia y encuentra un claro referente en san Pablo VI

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Foto: CNS

La canonización de un Papa es siempre un acontecimiento de primer orden en la Iglesia, pero la de Pablo VI pone de paso el foco en el magisterio del Pontífice que pilotó el Concilio Vaticano II. Más allá del reconocimiento agradecido a la labor de Montini, hay paralelismos y repercusiones evidentes para el momento presente. Francisco ha pisado el acelerador para la aplicación y desarrollo de las reformas y líneas pastorales conciliares, en una institución, la Iglesia, que mide el tiempo en décadas y generaciones, cuando no en siglos. Algo nada sorprendente, por otra parte: a golpe de derecho canónico no es posible cambiar las mentalidades. La sinodalidad o la corresponsabilidad de los laicos (y en especial, de la mujer) son objetivos que requieren grandes dosis de pedagogía y paciencia hasta penetrar en el interior de las comunidades, no sin encontrar a veces férreas resistencias. Otras reformas conciliares, como las referidas al diálogo con el mundo y con las demás religiones, han registrado avances más notables o al menos más visibles, configurando un nuevo tipo de presencia más libre y sin ataduras, y por tanto «más auténtica» en el anuncio del Evangelio, como la describió el cardenal Fernando Sebastián en el congreso que reivindicó la pasada semana en Madrid el papel de la Iglesia española en la Transición y durante los 40 años siguientes de democracia.

Ese papel hubiera sido imposible sin Pablo VI, un Papa que «amó profundamente a España» y «la comprendió mejor que muchos españoles», lo que le costó sin embargo «grandes incomprensiones», en palabras del arzobispo emérito de Pamplona. Montini entendió que era esencial para la Iglesia española romper con los tutelajes políticos y con la mentalidad que considera la fe como un producto heredado, consistente en una serie de normas que conforman una comunidad cerrada y homogénea. No cuesta ver en ello la denuncia que suele hacer Francisco de la «autorreferencialidad», o la célebre afirmación de Benedicto XVI, según la cual la fe no es tanto cuestión de ideas como del «encuentro con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida». Todo un programa de depuración evangélica que mantiene plenamente su vigencia y encuentra un claro referente en, ya muy pronto, san Pablo VI.