«Todos tenemos vocación, sólo tenemos que descubrirla» - Alfa y Omega

«Todos tenemos vocación, sólo tenemos que descubrirla»

Este miércoles, 22 de abril, se ha presentado la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y Jornada de Vocaciones Nativas en la sede de Obras Misionales Pontificias. Durante el acto, José Javier, Montse, María Jeeva y Benjamine han compartido su vocación. El Señor no utilizó grandes milagros para llamarles, simplemente se les insinuó a través de pequeños detalles o del testimonio de otras personas

José Calderero de Aldecoa

Una mirada, el hábito de una monja, la visita de una catequista. Las historias vocacionales de José Javier, Montse, María Jeeva y Benjamin comenzaron «en un entorno sencillo, normal, cotidiano», asegura Jeeva. Y este miércoles la han compartido durante la presentación de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas que la Iglesia celebrará de forma conjunta el próximo domingo 26 de abril.

La vocación de María Jeeva comenzó a los 15 años, gracias a una catequista religiosa que visitaba su pueblo en el sur de la India. «Al principio no sabía la diferencia entre la vida religiosa y la vida sacerdotal. Yo solo quería parecerme a esa religiosa que pasaba por las casas, rezaba con ellos y a veces sólo se dedicaba a escuchar», explica Jeeva, que hoy es sacerdote de la Congregación del Verbo Divino. En su país natal, los católicos son una minoría y sufren persecución, «hasta quieren controlar la natalidad de cristianos y musulmanes porque, a nosotros, nos asocian con lo occidental». Ahora ejerce su ministerio en España, donde, asegura, «nos cuesta aceptar que empezamos también a ser una minoría». A pesar de todo, tiene esperanza. «Siempre que la Iglesia ha sido perseguida o ha tenido dificultades ha salido reforzada». Sin ir más lejos, la primera lectura de hoy, nos cuenta que «se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaria. […] Al ir de un lugar para otro, los prófugos iban difundiendo el Evangelio. Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo (Hechos de los apóstoles 8, 1-8)».

Benjamine también sabe lo que es vivir su fe en inferioridad. Ella nació en el Chad, al norte, donde sólo hay musulmanes. Y también su historia comenzó de forma sencilla. «Vi pasar a una monja, me gustó su hábito y me quise hacer monja. Luego me explicaron que las monjas se dedicaban a evangelizar», ha explicado ella. Entonces estudiaba 6º de primaria. «Cuando se lo dije a mis padres me dijeron que tenía que esperar, estudiar, que era muy joven. Me dijeron lo mismo las monjas y hasta el obispo. Pensé: Nadie quiere que me haga monja». Su perseverancia y el ejemplo de Daniel Comboni fueron determinantes: «Si este Europeo, que debe ser rico porque todos los europeos son ricos, ha dejado todo y se ha venido aquí a evangelizar, yo, que soy de aquí, ¿no puedo hacer lo mismo?».

En el caso de José Javier, seminarista de Madrid, fue en un Camino de Santiago donde descubrió la primera pista del Señor. «Allí descubrí la mirada de Dios en el rostro de un compañero», ha explicado. La peregrinación le cambió la vida, le llenó de alegría y de paz, aunque no le dijo un Sí definitivo al Señor hasta más tarde. Tras unos ejercicios espirituales descubrió su verdadero camino, que no le llevaba a Santiago, sino al Seminario. «Hice el curso introductorio, algo que me vino muy bien, porque yo nunca había pensado ser cura y me daba bastante respeto entrar en el Seminario».

Montse era «una chica normal, como cualquiera de su edad». Había estudiado Magisterio, aprobó unas oposiciones y tenía un trabajo estable en algo que le gustaba. Descubrió a las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús en la JMJ de colonia pero ella «nunca había pensado en ser monja, ni nada parecido». El Señor se hizo el encontradizo en unos ejercicios espirituales. «Me llamó la atención una cosa que dijeron en una charla que iba sobre tomar decisiones. El sacerdote dijo: Elegir entre lo bueno y lo malo es fácil porque todo el mundo quiere lo bueno. Lo difícil es elegir entre lo bueno y lo mejor». Eso a Montse le hizo reflexionar. «Yo tengo todo lo bueno, ¿qué es, entonces, lo mejor que me tiene preparado el Señor?». Tras ingresar en las Esclavas, hoy es juniora de primer año y se dedica al estudio, «he descubierto que esto era lo mejor que me tenía preparado el Señor». Sobre la vocación, Montse ha explicado que «no es algo heroico. Todos tenemos una, sólo tenemos que descubrirla».