Sabio español de la Edad Media - Alfa y Omega

Sabio español de la Edad Media

San Isidoro de Sevilla fue uno de los hombres más sabios de la Edad Media, además de «un obispo santo, dedicado con entusiasmo al servicio de la Iglesia y de sus semejantes». Este Doctor de la Iglesia universal y último de los Santos Padres latinos se adelantó nueve siglos a los grandes místicos españoles del siglo XVI

Colaborador
San Isidoro de Sevilla, de Murillo. Catedral de Sevilla

Uno de los intelectuales más relevantes del largo período medieval fue el arzobispo español san Isidoro de Sevilla, que vivió y desarrolló su extraordinaria actividad cultural y de pastor en una época crucial para la Península Ibérica y sus habitantes: la llegada de los pueblos germánicos y el establecimiento de la monarquía visigótica, tras el desastroso derrumbamiento del Imperio Romano en el siglo V, que dejó a Europa en la mayor confusión e incertidumbre, cuando no en manos de hordas muy poco civilizadas, que cometieron toda clase de atropellos y desmanes.

A juzgar por lo que hizo, hay que admitir que san Isidoro fue un portentoso cerebro con un noble ideal. Sobresalió por su fuerza de voluntad, un amplio sentido de la organización y un tenaz espíritu de trabajo. Podemos considerarle como un hombre de mucha ciencia y cultura, dotado también de una destacada capacidad para la acción en el gobierno de su diócesis durante casi 40 años; y que contribuyó eficazmente al resurgimiento de la Iglesia y de la educación en general.

Cualidades humanas y vida espiritual

También fue asesor y consejero de reyes. La clave de su éxito fue que cultivó y potenció sus cualidades personales al máximo, al mismo tiempo que desarrollaba intensamente su vida espiritual. Tuvo cuatro hermanos, tres de ellos santos: el también arzobispo san Leandro (poeta, escritor religioso y brillante orador, su antecesor en la silla episcopal de Sevilla), san Fulgencio (también obispo, de Écija) y santa Florentina (poetisa y religiosa); la quinta hermana, Teodosia, fue la madre de Hermenegildo, también santo.

Nació Isidoro hacia el año 560 de nuestra era. Se duda si fue en Cartagena o en Sevilla. Perteneció a distinguida y culta familia. El padre era hispanorromano, y la madre goda. Por alejarse de los bizantinos, tuvieron que abandonar la primera ciudad y asentarse en la segunda, antes o después del nacimiento de Isidoro. Éste pronto quedó huérfano, y su preceptor y maestro fue su hermano san Leandro, al que sucedería en la sede episcopal de Sevilla.

Compendio de todo el saber de la época

San Isidoro fue un gran estudioso y conocedor de la vasta cultura clásica grecolatina, así como de las Sagradas Escrituras y doctrina de los Santos Padres y pensadores de los primeros siglos de la Iglesia. En fuentes así de caudalosas bebió para escribir sus eruditos y extensos trabajos de muy variados temas, que los tratadistas han clasificado en históricos, gramaticales, literarios, filosóficos y enciclopédicos.

Estos trabajos habrían de tener notable influencia en la sociedad medieval en España y fuera de ella; y ser obra de frecuente consulta. Su pieza más descollante y monumental, llamada las Etimologías, es un compendio bastante completo de todo el saber hasta el siglo VII; es decir, una enciclopedia de gran alcance intelectual y sumamente útil, que marcó un hito en su momento.

Entre sus trabajos más curiosos, figura un ensayo sobre la mística (Synonimia), que se adelantó en nueve largas centurias a los grandes místicos españoles del siglo XVI, descubriéndonos los secretos de esta faceta de la vida espiritual. Su Regula monachorum es un tratado en síntesis para los religiosos contemplativos. De especial interés es su Historia universal, llamada Chronicon; así como el Liber de viris illustribus, que es una galería de personajes ilustres de su tiempo. De menor importancia es su otra Historia de los godos, vándalos y suevos, que nos da a conocer a estos pueblos.

Conectada a la Escuela de Sevilla (centro docente de altos estudios), que fundó su hermano san Leandro, creó una gran biblioteca de autores antiguos, en la que trabajaban numerosos copistas en la confección de manuscritos, que fueron transmisores de la cultura por doquier.

Los Concilios

En su quehacer como dirigente de la Iglesia hispano-visigoda, san Isidoro presidió el II Concilio provincial de la Bética, en Sevilla (año 619), y el IV de Toledo (año 633), con su correspondiente trascendencia. Y preparando el V, que habría de celebrarse en esta última ciudad, le sorprendió la muerte, en Sevilla, el 4 de abril de 636, si bien la Iglesia celebra su festividad litúrgica el 26 de este mes. San Isidoro fue enterrado en su catedral, aunque sus restos fueron trasladados, en 1063, a la ciudad de León, por un acuerdo entre el rey Fernando I de Castilla-León y el rey de Sevilla Al-Motádid, en plena guerra de la Reconquista.

San Isidoro no fue solamente un fértil prosista de elegante y erudita pluma, sino también un poeta místico de fina y elevada inspiración. Se le recuerda como uno de los hombres más sapientes del Medievo y un obispo santo, dedicado con entusiasmo al servicio de la Iglesia y de sus semejantes, a los que dejó, aparte de su ejemplo, un valiosísimo legado cultural.

Ángel Las Navas Pagán
Periodista y escritor