«Hay que volver a encontrarse» - Alfa y Omega

«Hay que volver a encontrarse»

La izquierda y la Iglesia, que contribuyeron a la Transición, rinden homenaje a Pablo VI

Ricardo Benjumea
Ginés García Beltrán Francisca Sauquillo Fernando Sebastián Juan María Laboa María Teresa Compte
Francisca Sauquillo, el cardenal Fernando Sebastián, y Juan María Laboa, durante la mesa redonda Pablo VI, memoria y reconciliación, el 20 de septiembre en Madrid. Modera María Teresa Compte. Preside el obispo de Getafe y presidente de la Fundación Pablo VI, Ginés García Beltrán. Foto: Fundación Pablo VI.

La izquierda y la Iglesia, que contribuyeron a una Transición pacífica en España, se reencuentran 40 años después en la Fundación Pablo VI. A pocos días del congreso que, los días 3 y 4 de octubre, conmemorará las cuatro décadas de la España constitucional, la presentación del Centro de Pensamiento Pablo VI ofreció un aperitivo, al reunir al cardenal Fernando Sebastián (en aquellos años uno de los más cercanos colaboradores del cardenal Tarancón), a la histórica socialista Francisca Sauquillo y al historiador y teólogo Juan María Laboa.

Las dos partes hicieron autocrítica: la hasta hace poco presidenta del Comisionado de la Memoria Histórica del Ayuntamiento de Madrid lamentó el desconocimiento entre buena parte de la izquierda actual a la contribución de la Iglesia a la llegada de la democracia en España, mientras el arzobispo emérito de Pamplona-Tudela reconoció que, «hace 20 años la Iglesia española tenía mas diálogo con los no creyentes que ahora».

Pieza clave que hizo posible ese acercamiento fue Pablo VI, el Papa que pilotó el Concilio Vaticano II e impulsó un nuevo tipo de presencia de la Iglesia en la sociedad, libre de tutelas y vasallajes políticos y sociales. Es lo que quiere revindicar el nuevo Centro de Pensamiento, que nace para «recuperar y ayudar a comprender mejor» al Papa Montini, y a buscar en su pensamiento «criterios y orientaciones que sirvan al diálogo entre la acción política y la fe religiosa en la España de nuestros días», dice María Teresa Compte, secretaria general académica y directora del Máster de Doctrina Social de la Universidad Pontificia de Salamanca- Fundación Pablo VI, que coordinó el 20 de septiembre la mesa redonda Pablo VI: memoria y reconciliación. Estos son algunos extractos:

Fernando Sebastián. Foto: Belén Díaz.

Fernando Sebastián: Pablo VI fue el más reformador de los Papas modernos y un amigo incomprendido de España. Entendió España mejor que muchos españoles; nos ayudó extraordinariamente a abordar el trance de la Transición política. Sin la apuesta de la Iglesia por la democracia y la reconciliación de todos españoles hubiera sido difícil una Transición pacifica. Y sin el apoyo de Pablo VI, la Iglesia española no hubiera podido hacer lo que hico en los años de la Transición. Una vez Tarancón me dijo: «Estos obispos [españoles] miran demasiado a Roma». Yo le respondí: «¿Y usted dónde miraba, don Vicente?». [Pablo VI] fue su gran apoyo e inspirador en unos años que fueron muy importantes en la vida de la Iglesia y de la sociedad española.

Francisca Sauquillo : A principios de los años 60 era yo una estudiante de Derecho en una España triste y negra, donde la Iglesia había jugado un papel en la guerra y después de apoyo a la dictadura. Yo venía de un colegio de religiosas y de una familia, no militante, pero sí del bando que había ganado la guerra, por lo que llegué a la universidad pensando que todos los rojos eran malísimos. En las congregaciones marianas o en los movimientos [estudiantiles y obreros de la Acción Católica] como la JEC, la JOC, la HOAC… empezamos a hacer un cambio. Pablo VI tuvo un papel muy importante de impulso a esos movimientos. Así conocí a Joaquín Ruiz Jiménez, que fue profesor mío. Como embajador en Roma, tuvo mucho contacto con lo que empezaba a cambiar en la Iglesia. Él procedía de la dictadura, [pero valoraba] el dialogo con no cristianos y no creyentes. Gracias a eso vimos que los no creyentes no eran personas a las que había que combatir.

F. S.: Para dialogar hace falta tener confianza en uno mismo, en tu propia propuesta. El que no tiene confianza en sí mismo no se atreve a hablar con el prójimo. Y hace falta tener confianza en el otro, creer en la buena voluntad de tu interlocutor. Esta es la ética del dialogo, el valor del dialogo como instrumento no solo evangelizador, sino para la convivencia humana. Quien puso en circulación esta idea como algo fundamental fue Pablo VI.

Son enseñanzas que necesitamos hoy: un cristianismo que se hace humanismo y un humanismo que se hace cristianismo sigue siendo un hermoso programa cultural para la Iglesia y para la sociedad española. Pablo VI sigue siendo nuestro maestro en el respeto y la valoración de la cultura secular; el Papa que nos enseñó a acercarnos al mundo contemporáneo con amor y respeto, con comprensión y reconocimiento, valorando la vocación secular del hombre y ofreciéndole el mensaje salvador de Jesús. Una postura muy cercana al ministerio de la misericordia que hoy trata de promover el Papa Francisco.

Juan María Laboa. Foto: UPSA.

Juan María Laboa: ¿Por qué Montini era tan mal visto en la España de Franco? Él había nacido en una familia del norte, en Brescia, profundamente católica y democrática. Una familia que cree que la Iglesia no tiene que estar politizada. Montini es antifascista desde el principio. Y eso se le notaba. Era un personaje que no podía ser aceptado por el régimen y por gran parte del episcopado español de ese momento. Aunque era filo demócrata-cristiano, no se mete nunca en política. ¿Por qué le expulsan de Roma? Porque Ottaviani y los cardenales de la Curia tenían un contacto con la parte conservadora de la Democracia Cristiana y veían que Montini, en el puesto más importante de la Curia [como sustituto de relaciones ordinarias], no iba a ayudar en ese cambalache, y le mandan a Milán con la idea de no nombrarle cardenal (Pío XII de hecho no le nombra) y para que en Roma gobiernen los que habían gobernado siempre.

Cuando es elegido Papa, conoce perfectamente a los obispos españoles, los ha tratado uno a uno. [Durante el Concilio], fueron la minoría que escribe al Papa una y otra vez diciéndole que se estaba equivocando, pretendiendo con gran ingenuidad «defender al Papa de sí mismo», hasta que Montini por fin le dice al cardenal Quiroga: «Dígale a los obispos españoles que confíen en el Papa, que la libertad de conciencia saldrá bien…».

Fca. S.: En septiembre de 1975, yo fui una de las defensoras de los últimos condenados a muerte por la dictadura. En el Colegio de Abogados se hizo un encuentro para intentar impedir la ejecución. Estábamos angustiados. Ruiz Jiménez llamó a Pablo VI, y Pablo VI llamó a Franco, pero Franco no se quiso poner. Eso lo viví personalmente.

Pablo VI vio claro que la Iglesia debía apoyar la democracia y la Transición. Hizo para España muchísimo más de lo que pensamos y se conoce. Cuando [años más tarde] les contaba esto a unos compañeros abogados, me lo negaban. Mucha gente te niega que la Iglesia jugara un papel en la Transición. Hoy nos falta ese movimiento de diálogo.

J. M. L.: Es un tema precioso el de Pablo VI y la reconciliación. En 1975 proclama un Año para la Reconciliación. Es consciente de que primero tiene que reconciliar a su Iglesia, dividida y enfrentada, y favorece esa misma reconciliación en España. Es una obsesión suya que comparte Tarancón. [Durante la guerra civil] habían asesinado a dos tíos carnales suyos, sacerdotes, pero él desde joven habla de que España tiene que reconciliarse, de que no tiene sentido mantener abierta la guerra civil… En esos momentos, hay un laicado muy importante en la Iglesia, una Acción Católica todavía muy fuerte y capilarmente extendida, con la idea muy clara de que hay que trabajar por la pacificación y por una sociedad mejor.

¿Quiénes rechazaban a Pablo VI? Los que rechazaron el Concilio. Hoy sucede lo mimo con el Papa Francisco. ¿Quiénes rechazan a Francisco? Los que rechazan el Concilio. El integrismo español está, con una constancia admirable, rechazando el Concilio. Es inútil buscar en las webs pijaditas contra Francisco. La cosa es mucho más seria y mucho más básica: el Concilio Vaticano II.

F. S.: ¿Y quiénes son los que se oponían al Concilio? Los que quieren una Iglesia politizada y cautiva. O inserta en un sector determinado de la sociedad, generalmente la derecha, el antiguo régimen, y tienen miedo de una Iglesia que salga al campo ella solita, sin el amparo o tutela de ningún poder político, proclamando el Evangelio en toda su vigencia y con todas sus repercusiones y crea un humanismo nuevo. Pablo VI tiene idea muy clara de cuál es el papel de la Iglesia en una sociedad libre. Un camino que inició, creo yo, generosamente y valientemente la Iglesia en España y que a lo mejor ahora no lo estamos viviendo tan ilusionadamente como en los años 80.

Francisca Sauquillo. Foto: José Ramón Ladra.

Fca. S.: 40 años después, a mí me parece que el Papa Francisco esta levantando ciertas ilusiones. Durante una etapa hemos visto a la Iglesia con una actitud de prepotencia, no de dialogo… Claro que cuando lo que le interesa a la Iglesia como tema fundamental son las inmatriculaciones, y no otros temas como los inmigrantes…

F. S.: Sí le interesan esos temas, pero eso no sale en la prensa.

Fca. S.: …Yo creo que hay que hacer un cambio. Necesitamos que haya otra presencia de la Iglesia en la sociedad. Si no, la Iglesia no puede generar ilusión. A mí sí me ilusionó. Yo me metí en política y empecé a ser abogada laboralista a través de los movimientos católicos.

J. M. L.: Contra Franco vivíamos mejor. ¿Porque quiénes están en la oposición activa a Franco? No el PSOE, que no existe en ese momento. Están el PCE (Partido Comunista de España), la HOAC, la JOC… Hay una unión por la democracia. No es que nadie fuera absolutamente integrista ni revolucionario en la Iglesia, pero sí había un conservadurismo tranquilo que quiere una Iglesia libre y dialogando con el estado.

Es llamativo que no ha existido prácticamente un anticlericalismo social en España, pero sí un anticlericalismo intelectual que vive con un anacronismo a veces llamativo, de las fuentes francesas del XIX.

F. S.: Tenemos que insistir en el mutuo acercamiento y conocimiento. En mis años de secretario [de la CEE] tuve bastante contacto con la izquierda oficial. Sin ofender a nadie, pero creo que conozco mucho mejor el patrimonio cultural de la izquierda que la izquierda el mío. ¿Cuántos dirigentes de la izquierda política de hoy han leído el Vaticano II? No se han interesado. Están rechazando la Iglesia de los Reyes Católicos o la de Franco, que ya no existen. No quiero culpar a nadie… ¿Eso cómo se remedia? Hablando: «Oye, amigo, que yo no soy un brujo como tú te figuras. Sé hablar civilizadamente con gente que piensa distinto de mí y no quiero volver a implantar la Inquisición».

No hay una valoración ni un conocimiento de la evolución que ha hecho en pocos años la Iglesia española. Quizá nosotros no lo hemos sabido mostrar. Y para ser sinceros, hace 20 años la Iglesia española tenía mas diálogo con los no creyentes que ahora. Hay que volver a encontrarse. Tenemos que descubrir la buena voluntad de los no creyentes que luchan por la paz y la dignidad de la persona, y ellos tienen que descubrir el gran tesoro humanístico no de la iglesia, sino de Jesús. ¿Qué persona hay que conociendo el mensaje de Jesús no se encandile de Él? No hablemos tanto de la Iglesia, hablemos del mensaje de Jesús como patrimonio de la humanidad, porque Jesús no es de los cristianos, es de la humanidad y para la humanidad.

Fca. S.: Yo estoy de acuerdo con ese discurso. Y no me gusta señalar, pero durante mucho tiempo la Iglesia ha estado un poco con los ricos, no ya con la izquierda, sino en los sitios de poder.

F. S.: La Iglesia española no ha estado con los ricos. Yo he sido obispo de Navarra y me he pateado todos los pueblos, donde se han marchado el medico, el maestro…: todo el mundo menos el cura, que se ha quedado visitando a los viejecitos.

Fca. S.: Y están Cáritas, los misioneros…

F. S.: Cáritas es tan Iglesia como el sagrario.

J. M. L.: Lo que falta gravemente en nuestras Iglesias es un laicado preparado y comprometido. Sin eso, en esta sociedad nuestra actual, no hay posibilidad de una presencia importante de la Iglesia.