De la persecución, al reto del secularismo - Alfa y Omega

De la persecución, al reto del secularismo

«Ni el régimen nazi ni el soviético apagó la fe en vuestros corazones», dijo el Papa desde Riga (Letonia). Ahora, sin embargo, la secularización y el consumismo amenazan con convertir la fe en «una atracción de museo»

Ricardo Benjumea
El Papa Francisco y el presidente de Letonia, Raimonds Vejonis, durante el encuentro con las autoridades. Foto: APF/Vincenzo Pinto

Con una Misa en la plaza de la Libertad de Tallin culminaba el Papa el martes a su periplo de cuatro días por los países bálticos. En la capital de Estonia, país al que la BBC apodó como el «menos religioso del mundo» (solo el 30 % de la población se define como creyente, y los católicos son una pequeñísima minoría de apenas unos 6.000 fieles), el Papa recordó que «esta tierra es llamada Tierra de María, Maarjamaa, un nombre que no permanece solamente a vuestra historia, sino que es parte de vuestra cultura».

La visita de Francisco a las tres repúblicas bálticas tenía como un de sus grandes objetivos contrarrestar una galopante secularización que ha hecho mella especialmente entre los jóvenes. La fe –advirtió el Pontífice el lunes desde Riga– corre el peligro de acabar convertida en «una pieza del pasado, una atracción turística y de museo». Afirmación a la que el presidente letón, Raimonds Vejonis, respondió reconociendo que el «culto al consumismo» es hoy un gran desafío para el futuro del país.

Se trata de un desafío nuevo y complejo para los cristianos, sometidos durante décadas a muy duras pruebas. «Ni el régimen nazi ni el soviético apagaron la fe en vuestros corazones y, en algunos de vosotros, incluso, no os hizo desistir de entregaros a la vida sacerdotal o religiosa, a ser catequistas, y a múltiples servicios eclesiales que ponían en riesgo la vida», destacó Francisco en la capital de Estonia.

«Habéis combatido el buen combate», añadió. Hoy, sin embargo, la batalla es muy diferente. Lo que toca es «ser constantes» y no ceder «a la decepción y a la tristeza» ante los nuevos riesgos que surgen en la sociedad.

Tras las persecuciones, llegó la paz y la prosperidad a las tres repúblicas. Pero con a la vez vinieron–alertó Francisco– enfermedades propias de «nuestras sociedades tecnocráticas» como «la perdida del sentido de la vida, de la alegría de vivir y, por tanto, un apagarse lento y silencioso de la capacidad de asombro, lo cual sumerge muchas veces a los ciudadanos en un cansancio existencial».

No por casualidad, la visita de Francisco ha coincidido con el centenario de la independencia de Lituania, Letonia y Estonia, que en 1918 lograron emanciparse de Rusia. El sueño se convertiría en pesadilla con las invasiones de alemanes y rusos. Hasta la Segunda Guerra Mundial, Vilnius era conocida como la Jerusalén del norte por su elevado número de habitantes judíos. Alrededor del 95 %, unas 200.000 personas, fueron exterminadas por los nazis. Francisco recordó a estas víctimas del holocausto durante su visita al Monumento a las Víctimas del Gueto de la capital lituana. Otra parada de gran intensidad emocional durante esta primera parte del viaje fue el Museo de la Ocupación de Vilnius, antiguo palacio que albergó los cuarteles de la Gestapo y posteriormente de la KGB soviética. Allí se encontró con un grupo de supervivientes, ya muy ancianos.

El Papa en el Monumento a las Víctimas del Gueto. Foto: AFP/Petras Malukas

Ecumenismo y minorías rusas

A esa memoria ha apelado Francisco para recordar a las nuevas generaciones el altísimo precio en sangre que pagaron sus mayores para conseguir la libertad de la que ahora de ellos disfrutan, una libertad que no deben emplear con ligereza.

Los cristianos jugaron en las luchas un papel decisivo, a menudo juntos, indistintamente de su credo. También hoy deben enfrentarse juntos a los nuevos desafíos, destacó en diversas ocasiones el Papa, haciendo del ecumenismo otro de los grandes ejes de este viaje. Son tiempos para «la misión» desde «la unidad» de todos los cristianos, dijo en la catedral evangélica de Riga. «La unidad a la que el Señor nos llama es una unidad siempre en clave misionera, que nos pide salir y llegar al corazón de nuestros pueblos y culturas, a la sociedad posmoderna en la que vivimos», apostilló.

De los tres países bálticos, los católicos son mayoritarios solamente en Lituania. En Letonia, conforman aproximadamente un 25 % de la población, si bien parecen haber resistido algo mejor que la mayoría evangélica (alrededor del 35 %) los embistes de la secularización. Los ortodoxos, por su parte, suponen una quinta parte, y suelen identificarse con la minoría rusa.

Además de un desafío ecuménico, esa población rusa supone para las repúblicas bálticas un problema político de primer orden. Son la justificación que esgrime Moscú como amenaza de intervención que sobrevuela continuamente sobre estas tres naciones que, aunque formen parte de la OTAN, albergan razonables dudas sobre la voluntad real de sus aliados de salir en su defensa llegado el caso.

Por su parte, esas minorías rusas se han sentido discriminadas tras la disolución de la Unión Soviética hace un cuarto de siglo, cuando los gobiernos bálticos impulsaron políticas identitarias para recuperar el tiempo perdido.

De ahí que la interculturalidad haya sido un reclamo en diversas intervenciones del Papa, pidiendo a unos y a otros, como hizo en Tallin, convertirse en «artesanos de vínculos» para que todos se sientan «partícipes de un proyecto común».