Mucho más que una minoría - Alfa y Omega

Mucho más que una minoría

La presencia de los cristianos en Oriente Medio ha pasado del 20 % al 3 % en los últimos 50 años, pero la Iglesia en esta región se niega a limitarse al estatus de minoría: «Debe ocupar plenamente su lugar», y puede «desempeñar un papel esencial» en la construcción de la paz, afirma el Patriarca de Irak. La visita del Papa en mayo les confirmará en este propósito, y todos los católicos pueden ayudarles a cumplirlo colaborando con la colecta por Tierra Santa de mañana

María Martínez López
Procesión del Domingo de Ramos, desde el Monte de los Olivos hasta Jerusalén, el domingo pasado

Participar en la Colecta de mañana a favor de Tierra Santa es la mejor forma que tienen los católicos de «acompañar al Papa Francisco, que se prepara para hacerse peregrino de unidad y paz» en esa tierra. Con estas palabras de su Carta sobre dicha colecta, el cardenal Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, hace una llamada a la generosidad, que se repite desde tiempos de san Pablo.

A la deuda de agradecimiento con la Iglesia madre de Jerusalén, y al deber de ayudar a nuestros hermanos que pasan necesidad, se suma la certeza de que ayudar a la Iglesia en Tierra Santa supone también apostar por la paz en todo Oriente Medio.

El llamamiento del Papa a la unidad y la paz resonará en Jordania, Palestina e Israel poco después de que, a finales de abril, se constate un nuevo fracaso de las negociaciones entre israelíes y palestinos promovidas por Estados Unidos. Al menos, eso parece anunciar el actual estancamiento de las mismas, por la ruptura de los compromisos adquiridos por unos y otros: Israel, paralizando la liberación de presos; y Palestina, dando nuevos pasos para ser reconocida internacionalmente como Estado, algo que había prometido no hacer durante la negociación.

Una colecta con mucho fruto

La colecta Pro Terra Sancta es «la fuente principal para el sostenimiento de la vida y las obras» de la Iglesia católica en la región. Estas aportaciones permiten a la Custodia Franciscana y a los Patriarcados de todos los ritos «estar cerca de los pobres y los que sufren, sin distinción», explica el cardenal Sandri en su Mensaje. Aunque se la conoce todavía como colecta por los Santos Lugares, lo que se consigue con ella es mucho más que el mantenimiento y restauración de los santuarios que señalan los hitos de la vida terrena de Jesús. También se financian las estructuras pastorales, educativas, sanitarias y sociales de la Iglesia en Israel y Palestina, Jordania, Chipre, Siria, Líbano, Turquía, Irán, Irak, Egipto, Etiopía y Eritrea. Una de las prioridades es la construcción y rehabilitación de viviendas –más de 200 en los dos últimos años– para las familias cristianas, un elemento clave para evitar la emigración. En lo educativo, se sufraga la red de colegios donde estudian juntos niños cristianos y musulmanes; la Universidad de Belén, y casi 300 becas completas en universidades de la zona. En 2012 y 2013, se invirtió, además, en ayuda a pequeñas empresas de artesanía, asistencia médica para familias en dificultades, actividades de ocio para niños y jóvenes, y en la formación del clero local. También se reserva una partida para emergencias, que en los últimos años se destina sobre todo a Siria.

Siria: guerra y hambre

No es, ni mucho menos, el único foco de preocupación en la zona. La guerra en Siria ha obligado a nueve millones de personas a abandonar sus hogares. 4,2 millones están en riesgo de hambruna, y la cifra podría aumentar hasta los 6,5 en los próximos meses si persiste la sequía; al tiempo que la falta de ayuda de la comunidad internacional -sólo se han recibido la mitad de las donaciones prometidas por los países en enero- ha obligado a la ONU a reducir en un 20 % la ayuda a las familias. Además de sufrir esta situación, los cristianos están más expuestos a los ataques de los rebeldes islamistas. 1.200 han sido asesinados -el último, el jesuita Frans Van der Lugt-; varios obispos, sacerdotes y religiosos han sido secuestrados, y una de cada tres iglesias está destruida.

La guerra en Siria tendrá su momento de protagonismo durante la visita del Papa a Tierra Santa, a través del encuentro del Santo Padre con un grupo de refugiados en Jordania, país que ya ha acogido a casi 700.000 sirios. En Belén, el Pontífice se reunirá con niños refugiados, en este caso palestinos. La avalancha de refugiados sirios es una amenaza para la estabilidad de los países vecinos, sobre todo para el Líbano. Este país ya ha acogido a más de un millón de refugiados, casi una cuarta parte de su población.

Refugiados sirios cruzan la frontera con Irak, el 4 de septiembre de 2013.

La capacidad de acogida, al límite

Estos refugiados se integran sobre todo en las poblaciones, no en campos, lo que está poniendo al límite la capacidad de respuesta del país, especialmente en las infraestructuras básicas -saneamiento, agua, electricidad- y en la atención sanitaria. Esto, unido a la caída de los salarios y al paro por la llegada continua de mano de obra, amenaza con generar serios conflictos sociales, pocas semanas antes del 25 de mayo, fecha límite que tiene el Parlamento para elegir nuevo Presidente. La Iglesia intenta fomentar la convivencia y la concordia, como hicieron en sus homilías del Domingo de Ramos varios obispos. Pero es consciente de la presión que suponen 2.500 nuevos refugiados al día, sobre todo cuando sólo ha llegado el 13 % de la ayuda internacional solicitada. Por ello, el Patriarca maronita, Bechara Boutros Rai, ha sugerido que se instale a los refugiados en zonas seguras de la propia Siria.

En una conferencia pronunciada hace unas semanas en la Universidad Católica de Lyon, el Patriarca caldeo, monseñor Louis Raphael Sako, se hizo eco del empeoramiento de la situación en todo Oriente Medio, sin olvidar un Egipto que «está explotando» y en el que «un centenar de iglesias han sido objeto de ataques» en los últimos años. En su propio país, Irak, monseñor Sako teme que la rivalidad entre sunitas y chiítas, que se ha agudizado en toda la región, termine provocando «la división del país, pues ya se ha preparado el terreno desde el punto de vista psicológico y geográfico». Recordó también que, a consecuencia de la invasión de Estados Unidos, fueron asesinados un obispo, seis sacerdotes y más de mil fieles, hubo 66 ataques a iglesias y 200 secuestros de cristianos. La mitad del millón y medio de cristianos del país han huido.

Una responsabilidad compartida

Según monseñor Sako, todas las partes implicadas en Oriente Medio tienen un papel que cumplir para mejorar la situación de los cristianos en la región:

Las autoridades musulmanas: «Tienen un papel insustituible en la promoción de los valores de la dignidad humana, los derechos humanos, la convivencia, la libertad de religión y un verdadero diálogo», que lleve a «reconocer al no musulmán como un ciudadano» más. También juegan un papel clave «las voces moderadas del Islam, que deben unirse y decir claramente no a la violencia contra los cristianos».

Las Iglesias orientales: «La Iglesia debería animar a los cristianos de Oriente Medio a mantener su presencia histórica y a no huir. Deben ser valientes para continuar dando testimonio y ser un verdadero signo de esperanza y paz», y, al mismo tiempo, «reclamar sus derechos». Invita a la Iglesia a dirigirse de forma específica a los musulmanes, para concienciarles sobre la situación de los cristianos y la necesidad de libertad religiosa. «También es esencial que encuentren un lenguaje teológico nuevo y comprensible para explicar su fe».

Los cristianos emigrados a Occidente: «Es su trabajo ayudar [a quienes se han quedado en su país] a permanecer allí. No deberían fomentar la emigración. Tal vez puedan invertir y crear proyectos en sus países de origen, para proporcionar oportunidades a la gente». Además, «pueden ejercer presión sobre las comunidades musulmanas que viven en Occidente, para difundir la cultura de respeto a todas las religiones. Y deberían informar a los cristianos de Occidente sobre los desafíos a los que se enfrentan. ¿No sería posible reunirse bajo un solo nombre, como Unión de los Cristianos Orientales, para ayudar a sus hermanos» y «crear una especie de lobby?». Siguiendo esta idea, la Iglesia en Irak ya está promoviendo la puesta en marcha de una Liga caldea.

Los países de Occidente: «La responsabilidad de la difícil situación actual de los cristianos de Oriente recae en parte en Occidente, debido a su política desequilibrada en la región», desde principios del siglo XX hasta las recientes intervenciones militares, «que no han ayudado en absoluto a resolver el problema» de la región ni de los cristianos. Por eso, también es su responsabilidad ayudar a encontrar una solución. «Los cristianos de Oriente se preguntan por qué Occidente calla. ¡Ellos dependen del apoyo y la solidaridad de sus hermanos en Occidente! Es necesario que Occidente presione a los países vecinos para que dejen de apoyar y enviar combatientes y milicianos a nuestra tierra. Y se debe ejercer presión para cambiar las Constituciones de los países árabes y musulmanes. Sólo un sistema socio-político» que respete los derechos de todos «puede tranquilizar a los cristianos».

Parte esencial de la cultura

Según el Patriarca, en Oriente Medio, los cristianos han pasado de ser el 20 % al 3 % de la población en 50 años. Con todo, la Carta del cardenal Sandri recuerda que siguen siendo muchos los que, a pesar del miedo, «cada día eligen quedarse allí donde Dios ha realizado, en Cristo, el diseño de la reconciliación universal».

Una presencia pequeña, pero que, según monseñor Sako, puede «desempeñar un papel esencial en el diálogo entre Occidente y el Islam, puede ser un puente». La Iglesia en Oriente Medio no tiene ni quiere tener mentalidad de gueto. «Los cristianos no son una minoría -aseguró-. Deben ocupar plenamente su lugar, y jugar su papel en la vida pública», promoviendo la paz y el respeto. Renunciar a esto huyendo, aislándose o buscando refugio en la protección militar extranjera, «significaría su fin». En esta misma idea incidía hace poco, en la sede de la ONU en Ginebra, el Patriarca Rai: «Los cristianos han vivido en Oriente Medio desde el amanecer del cristianismo, 600 años antes del Islam. Han enriquecido las culturas de la región con sus diferentes tradiciones». Por eso, el cristianismo «se ha convertido en una parte esencial de la cultura de esos países, y también se ha beneficiado de los valores islámicos. Esta interacción ha dado como resultado un espíritu de apertura y modernidad para la mayoría de musulmanes», y supone un signo de esperanza.

El interés por la visita del Papa ha dado a los obispos de la zona una oportunidad para incidir en esta idea. Hace dos semanas, la Comisión de Justicia y Paz de la Asamblea de los Ordinarios Católicos de Tierra Santa publicó un documento en el que, sin negar el aumento de poder de los islamistas radicales tras la primavera árabe, ni el hecho de que los cristianos, «a veces, son perseguidos por ser cristianos», aclaraban que, en otras ocasiones, sólo sufren la misma violencia que el resto.

Funeral por las víctimas del atentado contra la catedral siro-católica de Bagdad (Irak).

Seguir el juego a los extremistas

«La repetición de la palabra persecución», sin aclarar que también la sufren los musulmanes moderados, sigue el juego de los extremistas: perpetuar un discurso de odio y enfrentamiento. Por el contrario, cristianos y musulmanes deben permanecer unidos y ayudarse. El mundo exterior sólo «persigue sus propios intereses».

Un ejemplo significativo de cómo vive la Iglesia en Oriente Medio esta vocación es la decisión, tomada en marzo por la misma Asamblea de Ordinarios, de rechazar una serie de medidas de discriminación positiva ofrecidas por el Gobierno de Israel a los cristianos palestinos que viven en su territorio. Esto supondría aceptar el argumento israelí de que ellos «no son árabes», y traicionar su identidad, a sus hermanos musulmanes, y su vocación de ser puentes. La visita del Papa, «muy esperada, deseada y necesaria», según el cardenal Sandri, así como la ayuda de toda la Iglesia, «confirma en la fe a los cristianos, y los hace todavía más capaces de misericordia, de perdón y de amor».