Dolor del Papa por los 700 inmigrantes desaparecidos en aguas sicilianas - Alfa y Omega

Dolor del Papa por los 700 inmigrantes desaparecidos en aguas sicilianas

Redacción

El Papa ha mostrado este domingo su dolor por el naufragio de un pesquero en aguas sicilianas, en el que se teme que hayan muerto hasta 700 personas, inmigrantes que tenían la intención de buscar «una vida mejor», y escapar del hambre, la guerra o la pobreza.

El Papa aseguró su oración por las víctimas y los familiares y apeló a la comunidad internacional a evitar que se repitan tragedias como ésta:

«Están llegando en estas horas noticias relativas a una nueva tragedia en las aguas del Mediterráneo –dijo–. Una embarcación cargada de migrantes naufragó anoche a unas 60 millas de la costa de Libia, y se teme que haya centenares de víctimas. Expreso mi más sentido dolor ante tal tragedia y aseguro para los desaparecidos y sus familias mi recuerdo en la oración. Dirijo un apremiante llamado para que la comunidad internacional actúe con decisión y rapidez para evitar que similares tragedias se repitan», aseguró. «Son hombres y mujeres como nosotros, hermanos nuestro que buscan una vida mejor, hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras, buscan una vida mejor… Buscaban la felicidad… Les invito a rezar en silencio antes y después todos juntos por estos hermanos y hermanas. Ave María…».

Antes del rezo del Regina coeli, el Papa, al comentar las lecturas de este domingo habló sobre el significado de dar testimonio de la resurrección de Cristo. «El testigo es uno que ha visto, que recuerda y que relata», dijo. «El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un evento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han hecho una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su constante conversión en la Penitencia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, todo cristiano puede transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho más creíble cuanto más transparenta un modo de vivir evangélico, alegre, valeroso, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se deja llevar por la comodidad, por la vanidad, por el egoísmo, si se vuelve sordo y ciego a la pregunta sobre la resurrección de tantos hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la potencia liberadora de Jesús vivo y su ternura infinita?».

Palabras del Papa antes del regina coeli

En las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy resuena dos veces la palabra testigos. La primera vez es en los labios de Pedro: él, después de la curación del paralítico en la puerta del templo de Jerusalén, exclama: «Mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos». (Hechos 3,15). La segunda vez es en los labios de Jesús resucitado: él, la noche de Pascua, abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice:  Ustedes son testigos de todo esto». (Lc 24,48). Los Apóstoles, que vieron con los propios ojos al Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él se había mostrado para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; todo bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo.

Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y que relata. Ver, recordar y relatar son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto una realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el evento. Por esto recuerda, no sólo porque sabe reconstruir en modo preciso los hechos sucedidos, pero también porque aquellos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo. Entonces el testigo relata, no en manera fría y distante sino como uno que se ha dejado poner en cuestión y desde aquel día ha cambiado vida. El testigo es uno que ha cambiado vida.

Testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz

El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un evento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han hecho una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su constante conversión en la Penitencia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, todo cristiano puede transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho más creíble cuanto más transparenta un modo de vivir evangélico, alegre, valeroso, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se deja llevar por la comodidad, por la vanidad, por el egoísmo, si se vuelve sordo y ciego a la pregunta sobre la resurrección de tantos hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la potencia liberadora de Jesús vivo y su ternura infinita?

María, Madre nuestra nos sostenga con su intercesión para que podamos volvernos, con nuestros límites, pero con la gracia de la fe, testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz.