El cardenal Bo denuncia el genocidio y otros ataques contra minorías, también cristianas - Alfa y Omega

El cardenal Bo denuncia el genocidio y otros ataques contra minorías, también cristianas

Pocos días después de que la ONU publicara un informe que habla de «genocidio intencional» en la persecución desatada hace un año contra la minoría rohinyá, el arzobispo de Yangon ha lamentado que es «una horrible cicatriz en la conciencia de mi país». Pero también ha denunciado que en la región de Kachin, de mayoría cristiana, otro conflicto sigue dejando «aldeas bombardeadas, mujeres violadas y aldeanos usados como escudos humanos»

Redacción
Foto: REUTERS/Danish Siddiqui

El cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon (Myanmar), ha denunciado que la situación en la que se encuentran los rohinyá es «una horrible cicatriz en la conciencia de mi país». Las declaraciones de la principal figura de la Iglesia en el país se produjeron el sábado, durante un congreso sobre la paz celebrado en la Universidad Católica de Corea, y las recoge UCANews.

Sus declaraciones se produjeron pocos días después de que un informe elaborado por la ONU concluyera que detrás de la operación militar del año pasado contra esta minoría musulmana había elementos de «genocidio intencional» y que los responsables de las Fuerzas Armadas deben ser investigados. La operación causó el éxodo de 700.000 refugiados a Bangladés.

El documento critica a la líder de facto del país, Aung San Suu Kyi. «Estaba en una posición como para hacer algo. Podría haberse quedado callada o, mejor todavía, podría haber dimitido. No había necesidad de que ella fuese portavoz de los militares birmanos», denunció en declaraciones a la BBC el jefe del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad al Hussein. Aunque —añadió—, la decisión le hubiera supuesto volver al arresto domiciliario.

Un país en múltiples guerras

En su intervención en la Universidad Católica de Corea, el cardenal Bo recordó, sin embargo, que Myanmar se está viendo sacudido por más «guerras» contra la libertad religiosa, promovidas por quienes pregonan la intolerancia y el odio. Miles de personas de otras minorías étnicas y religiosas están sufriendo persecución y siendo asesinadas, sobre todo en el norte del país.

El cardenal se refería, sobre todo, al conflicto en Kachin. Esta región, con una importante presencia cristiana (la mayor parte de millón y medio de habitantes son cristianos, de los cuales 116.000 son católicos), se ha visto sacudida por la violencia desde que la entonces Birmania logró la independencia, en 1948.

Como ocurre en Rakáin con los rohinyá, el conflicto entre el ejército birmano y algunos grupos étnicos armados —en este caso, el Ejército Independiente de Kachin— se salda también con ataques contra la población civil de esta etnia. La situación empeoró en 2011, cuando unas 100.000 personas se vieron desplazadas.

Aldeas quemadas, mujeres violadas

En febrero de este año, la zona fue bombardeada, y en abril se produjo una gran ofensiva que causó el desplazamiento de 7.000 personas. Todo ello, en un escenario —continuó Bo— de «aldeas bombardeadas y quemadas, mujeres violadas, iglesias destruidas, aldeanos utilizados como escudos humanos y recogedores de minas antipersona».

Estas guerras continúan «a pesar de que Myanmar ha pasado durante los últimos ocho años por una serie de reformas que han supuesto una frágil transición de la dictadura militar a una frágil democracia», en la que los militares siguen controlando tres ministerios clave. Y han encontrado en el nacionalismo budista un terreno abonado para la violencia.

Recuerdo para los norcoreanos

A la delicada situación del país —continuó el arzobispo de Yangon— se suman también una oleada de conflictos por la propiedad de la tierra, el tráfico de personas, la desprotección de los derechos más básicos, el deterioro medioambiental, la lacra de la adicción de los jóvenes a las drogas y la pobreza.

En su intervención, el cardenal Bo también se refirió al acercamiento entre las dos Coreas. Celebró que se esté avanzando hacia el sueño de la desnuclearización de la península y animó a que prosiga el diálogo, pero también subrayó que no puede haber verdadera paz mientras a los norcoreanos se les sigan denegando sus derechos humanos básicos.