Así deben luchar los laicos contra los abusos sexuales, según el Papa - Alfa y Omega

Así deben luchar los laicos contra los abusos sexuales, según el Papa

Durante el vuelo de vuelta a Roma después de su participación en el Encuentro Mundial de las Familias, Francisco pidió la participación de los laicos para luchar contra los casos de abusos sexuales y prudencia a los medios de comunicación para preservar la presunción de inocencia. Sobre el caso Viganò no quiso pronunciarse y pidió a los periodistas que «lean la carta y saque sus conclusiones personales»

José Calderero de Aldecoa
El Papa Francisco con Greg Burke durante el vuelo de regreso a Roma desde Irlanda. Foto: ANSA

En el avión de vuelta a Roma después de haber participado en el Encuentro Mundial de las Familias de Dublín, el Papa fue preguntado por la manera en la que los laicos deben luchar contra los abusos. El mismo Francisco había hecho esta petición a los fieles durante su reciente Carta al pueblo de Dios en las que se refirió a los casos de abusos sexuales en la Iglesia. «Cuando se vea algo, hay que hablar inmediatamente: ¡esto es lo que debe hacer el pueblo de Dios!», pidió el Santo Padre. «Muchas veces son los padres los que encubren el abuso de un cura, porque no le creen al hijo o a la hija. Hay que hablar».

Sin embargo, a los medios de comunicación les aconsejó prudencia. «Muchas veces existe la tentación de considera culpables a las personas inmediatamente, como hacen algunos medios de comunicación», dijo el Pontífice. Si hay sospechas, pruebas o medias pruebas, «no veo nada de malo en investigar», pero «siempre y cuando se haga sobre el principio jurídico fundamental» de la presunción de inocencia.

Para reforzar su respuesta, el Papa se refirió al famosos Caso Romanones, sucedido en Granada (España), en el que se acusó al padre Román y a otros sacerdotes de supuestos abusos sexuales y que acabó después de tres años con la absolución de todos los acusados. «La acusación la recibí yo, en una carta que escribió un joven de veintitrés años. El arzobispo hizo todo lo que tenía que hacer y el caso llegó también al tribunal civil. Los curas fueron condenados en los medios de comunicación, se creó un clima de hostilidad y de odio hacia ellos, sufrieron humillaciones. La conclusión fue que todos eran inocentes y el denunciante fue condenado a pagar los gastos», afirmó Francisco.

«El trabajo de ustedes es delicado», les dijo el Papa a los periodistas. «Tienen que decir las cosas, pero siempre con la presunción legal de inocencia y no con la presunción de culpabilidad».

Caso Viganò

Al contrario, de lo que no quiso decir ni una sola palabra fue del caso Viganò, el ex nuncio que este domingo publicó una carta en la que pedía la dimisión del Papa por haber encubierto supuestamente los abusos cometidos por el ex cardenal Theodore McCarrick.

El Pontífice solo confirmó que había leído el comunicado «hoy en la mañana» y pidió a los periodistas: «léanlo ustedes atentamente y saquen sus conclusiones personales. No voy a decir ni una palabra sobre esto. Creo que el documento habla por sí solo. Ustedes tienen la capacidad periodística suficiente para sacar conclusiones, con su madurez profesional».

Reunión con las víctimas

Para cerrar el capítulo sobre los abusos, Francisco aseguró que para él «fue doloroso» conocer nuevos casos de abusos que le contaron las ocho víctimas con las que se reunión en Dublín y a las que pidió perdón públicamente posteriormente durante la Misa celebrada el domingo.

Por último, el Santo Padre quiso clarificar que «al principio se pensó crear un tribunal permanente para juzgar a los obispos, pero después se vio que era preferible, un tribunal específico con jueces distintos para cada obispo pues hay muchas diferencias culturales y modos de proceder entre las zonas del planeta».

Aborto y homosexualidad

Las últimas preguntas de los periodistas se refirieron al aborto, del que dijo que «no es un problema religioso», sino «antropológico sobre la ética de eliminar a un ser vivo para resolver un problema»; Y sobre la homosexualidad. Concretamente, el periodista quiso saber «¿Qué le diría a un padre cuyo hijo dice ser homosexual?». A lo que contestó: «Lo primero que le diría es rezar, después que no condene, que dialogue, que comprenda, que deje espacio al hijo o a la hija». «Nunca diré que el silencio es un remedio. Ignorar al hijo o a la hija homosexual es una falta de paternidad o de maternidad», concluyó el Papa.

Rueda de prensa completa

Se ha resuelto el caso de la nave Diciotti. ¿Tuvo usted algo que ver?
No, no tuve nada que ver. El que hizo todo el trabajo con el ministerio del Interior fue el buen padre Aldo (Buonaiuto, N. d R.), que sigue la obra de don Benzi y trabaja para la liberación de las prostitutas. Y se metió inmediatamente la Conferencia Episcopal de Italia. El cardenal Gualterio Bassetti, que siguió el caso desde Irlanda, y el subsecretario don Ivan Maffeis, que negociaba con el ministro. No sé como estuvieron las negociaciones, creo que los migrantes serán acogidos en Rocca de Papa, en la comunidad del Mundo Mejor, y creo que van a ser más de cien.

Muchos advierten un chantaje a Europa sobre la piel de estas personas. ¿Qué piensa al respecto?
En el Deuteronomio, en los Mandamientos, Dios manda esto: acoger al extranjero. Es un principio moral. Pero es un acoger razonado, por este motivo hay que involucrar a toda Europa. Me di cuenta de esto con el atentado en Bélgica: los chicos que lo cometieron eran belgas, hijos de migrantes, no integrados y «guetizados». La integración es la condición para acoger y se necesita la prudencia del gobernante al respecto, para acoger a cuantos puedan ser integrados, y, si no se puede integrar, es mejor no recibir. Después vi una video grabado a escondidas en donde se ve lo que le sucede a los que son enviados de regreso y que caen nuevamente en manos de los traficantes. Es doloroso: las mujeres y los niños son vendidos, pero los hombres reciben torturas, las más sofisticadas. Por este motivo, antes de mandarlos de regreso hay que pensar bien, bien, bien. Y luego hay otras migrantes que son engañadas con promesas de trabajo, y que acaban en las banquetas esclavizadas por los traficantes de mujeres.

El exnuncio Viganò sostiene que le habló sobre los abusos cometidos por el cardenal McCarrick. ¿Es cierto?
Leí hoy en la mañana ese comunicado de Viganò. Digo sinceramente esto: léanlo ustedes atentamente y saquen sus conclusiones personales. No voy a decir ni una palabra sobre esto. Creo que el documento habla por sí solo. Ustedes tienen la capacidad periodística suficiente para sacar conclusiones, con su madurez profesional.

¿Qué surgió del encuentro con las ocho víctimas de abusos?
La propuesta, que hice yo, de pedir perdón hoy al principio de la misa sobre cosas concretas. Por ejemplo, por las madres núbiles a las que les quitaban los niños para darlos en adopción. Algunas cosas yo no las sabía; para mí fue doloroso.

En la Carta al pueblo de Dios usted invita a los fieles a luchar contra los abusos. ¿Qué es lo que pueden hacer?
Cuando se vea algo, hay que hablar inmediatamente: ¡esto es lo que debe hacer el pueblo de Dios! Muchas veces son los padres los que encubren el abuso de un cura, porque no le creen al hijo o a la hija. Hay que hablar.

En Francia hay un sacerdote que pide la renuncia del cardenal Barbarin de Lyon, por haber encubierto a sacerdotes pederastas…
Si hay sospechas, pruebas o medias pruebas, no veo nada de malo en investigar, siempre y cuando se haga sobre el principio jurídico fundamental del nemo malus nisi probetur, nadie es malo hasta que se demuestre. Muchas veces existe la tentación de considerar culpables a las personas inmediatamente, como hacen algunos medios de comunicación (no ustedes). Hace tres años explotó en Granada el problema de los llamados sacerdotes pederastas, un grupito de siete u ocho curas acusados de abusos de menores y de orgías. La acusación la recibí yo, en una carta que escribió un joven de veintitrés años. El arzobispo hizo todo lo que tenía que hacer y el caso llegó también al tribunal civil. Los curas fueron condenados en los medios de comunicación, se creó un clima de hostilidad y de odio hacia ellos, sufrieron humillaciones. La conclusión fue que todos eran inocentes y el denunciante fue condenado a pagar los gastos. El trabajo de ustedes es delicado, tienen que decir las cosas, pero siempre con la presunción legal de inocencia y no con la presunción de culpabilidad.

Marie Collins, que fue víctima de abusos, dijo que usted no está a favor de la institución de un tribunal en el Vaticano para juzgar las responsabilidades de los obispos en los abusos. ¿Por qué?
No, no es así. La estimo mucho y la quiero. La referencia es a mi motu proprio Como una madre amorosa, en el que se decía que para juzgar al obispo sería conveniente crear un tribunal especial. Pero después se vio que no se podía recorrer y que tampoco era conveniente, debido a las diferentes culturas de los obispos de diferentes países. Y entonces, ¿qué hacemos? Un jurado ad hoc para cada obispo, que no sea el mismo en cada caso. Cuando haya que juzgar a un obispo, que el Papa instituya el mejor jurado para ese obispo y para ese caso. Funciona mejor de esta manera. Ya han sido juzgados diferentes obispos. El último fue el arzobispo de Guam, que hizo una apelación. Ahora hay otro juicio en curso, y veremos como acaba.

En Irlanda como en otros países se han aprobado leyes que permiten el aborto. ¿Cómo se siente usted?
Ustedes saben qué es lo que pienso sobre el aborto: no es un problema religioso, no estamos en contra del aborto por motivos religiosos. Es un problema humano, existe el problema antropológico sobre la ética de eliminar a un ser vivo para resolver un problema.

¿Qué le diría a un padre cuyo hijo dice ser homosexual?
Lo primero que le diría es rezar, después que no condene, que dialogue, que comprenda, que deje espacio al hijo o a la hija. Después, depende de la edad en la que esto se manifieste, pero nunca diré que el silencio es un remedio. Ignorar al hijo o a la hija homosexual es una falta de paternidad o de maternidad. «Soy tu padre, soy tu madre; hablemos, no te alejes de la familia».

Transcripción y traducción: Andrea Tornielli / Vatican Insider