Francisco lleva a Dublín la solución al abuso de menores: acabar con el clericalismo - Alfa y Omega

Francisco lleva a Dublín la solución al abuso de menores: acabar con el clericalismo

No hacen falta nuevas normas sino la actuación fuerte de los laicos

Juan Vicente Boo

Como hace antes de cada viaje internacional, el Papa Francisco fue ayer viernes a rezar a la basílica de Santa María Mayor y ha dejado ante la imagen de la Virgen un ramo de flores con los colores de la bandera de Irlanda. El Santo Padre está dolido pero sereno, pues confía en la movilización de los laicos, sobre todo padres y madres de familia, para acabar con el abuso de menores y el clericalismo que lo ha encubierto hasta hoy.

Ante el Encuentro Mundial de las Familias, el Papa abordará este sábado ante las autoridades y los líderes sociales de Irlanda la respuesta ciudadana al abuso de menores, y presentará el fortalecimiento de la familia como solución a muchos problemas –no solo ese– que hoy sufren los países ricos y los pobres. Su avión ha aterrizado a las 09:26 GMT en el aeropuerto de Dublín, desde donde se trasladará a la residencia del presidente irlandés, Michael D. Higgins, para la ceremonia oficial de bienvenida.

Ante los nuevos informes sobre abusos de menores en Pensilvania y encubrimiento de delitos por parte de algunos obispos, Francisco no está preparando nuevas normas porque –según informó el vaticanista italiano Andrea Tornielli, coautor de libros con el Santo Padre– «considera exhaustiva su «carta al pueblo de Dios» y considera que la Iglesia tiene ya las normas y reglas necesarias contra quienes cometen esos delitos y contra los superiores negligentes».

Se están estudiando, en cambio, medidas para proteger mejor a las religiosas y algunas modificaciones en el Código de Derecho Canónico para conceder más protagonismo y respeto a las víctimas que denuncian.

La indignación general por el informe de Pensilvania se debe a que saca a la luz redes de encubrimiento por parte de obispos y de silencio incluso cuando sancionaban a sacerdotes. Si las víctimas no saben que su denuncia ha servido para algo, siguen siendo humilladas, y lo mismo sucede con el cese de obispos por parte de la Santa Sede. Es necesario volver a distinguir, en los comunicados, si la aceptación de una renuncia se debe al límite de edad, razones de salud o castigo por negligencia.

Entre los motivos de optimismo del Papa figura la inmediata reacción a su carta en muchos lugares del planeta. En Estados Unidos, el arzobispo de San Luis, Robert Carlson, ha entregado por propia iniciativa al fiscal general del estado de Missouri toda la documentación de la diócesis sobre abusos sexuales cometidos por sacerdotes para asegurarse de que se han investigado bien y no quedan resquicios.

En muchas diócesis norteamericanas, el plazo habitual desde que se recibe una denuncia creíble hasta que se comunica a la policía es de una hora. Cada año, la conferencia episcopal hace público el numero de denuncias en cada diócesis, y la fecha en que se cometieron los delitos denunciados. Apenas los hay nuevos, la gran mayoría son de hace varias décadas.

En su «carta al pueblo de Dios», Francisco señalaba que las heridas de las víctimas de abusos «nunca desaparecen», y que esos delitos «nunca prescriben» dentro de la Iglesia, por lo que es necesario continuar las denuncias de casos antiguos a medida que las víctimas reúnan la fuerza par hablar de su trauma.

La llamada a la responsabilidad de los fieles de a pie significa, en la práctica, que los padres y madres deben presentar su denuncia tanto a la oficina de protección de menores de la diócesis como a la policía. Y si ven que no les hacen caso, al periódico o la radio local.

La falta de energía de muchas legislaciones civiles es ahora visible. Irlanda solo ha establecido la obligatoriedad de la denuncia de abusos en 2015, hace apenas tres años, a pesar de que lleva un cuarto de siglo haciendo frente al problema. En el estado de Pensilvania, esos delitos prescriben a los diez años, cuando muchas victimas necesitan dos o tres décadas para ser capaces de presentar la denuncia. En Santiago de Chile acaban de descubrir que el porcentaje de mujeres que han sufrido abusos sexuales asciende al 48 por ciento. Hay mucho trabajo para las autoridades civiles.

Hace tres años, cuando el Papa Francisco anunció en Filadelfia que el próximo Encuentro Mundial de las Familias se celebraría en Dublín, era muy consciente de que acudía al epicentro del drama de los abusos sexuales de menores y de que tendría que abordarlo.

Ahora, después de la publicación de su «carta al pueblo de Dios», está claro que acude también al epicentro del clericalismo que ha pedido combatir. Un clericalismo profundo que ha sido parte del problema contagiado a Boston, Los Ángeles, Chicago o Ballarat en Australia, pero que no es exclusivo del clero de origen irlandés, como se ha visto en Chile.

Juan Vicente Boo / ABC