El Papa a los 60.000 monaguillos reunidos en Roma: la santidad «no es para perezosos» - Alfa y Omega

El Papa a los 60.000 monaguillos reunidos en Roma: la santidad «no es para perezosos»

La paz se construye «con una sonrisa y con obras de caridad» e interrogándose sobre «qué haría Cristo en mi lugar», aseguró el Papa Francisco a los más de 60.000 monaguillos y acólitos reunidos en Roma con motivo de su XII Peregrinación Internacional. El Pontífice afirmó que el camino hacia la paz y hacia la santidad «no es para los vagos. Se necesita esfuerzo»

Redacción

«El camino hacia la santidad no es un sendero fácil, pero tampoco imposible de recorrer. Para lograrlo es fundamental transformar el mundo, viviendo el amor de Cristo», con estas palabras el Papa Francisco alentó a los más de 60.000 monaguillos y acólitos de 19 países que se dieron cita la tarde del martes en la plaza de San Pedro con motivo de la XII Peregrinación Internacional que organiza el Coetus Internationalis Ministrantium (CIM), organismo internacional que reúne a los diversos grupos nacionales y diocesanos de «los servidores del altar» de Europa.

En su mayoría proceden de Alemania, el país donde se inició la tradición de la peregrinación durante el Concilio Vaticano II. El objetivo entonces del CIM era ofrecer un signo de paz a los países de la convulsa Europa. Fueron recibidos por Juan XXIII en 1962. Más de 50 años después, el fin no ha cambiado mucho: «El mundo, marcado por populismo y el nacionalismo, invoca paz con voz fuerte, y queremos contribuir a esta causa universal a partir de las generaciones jóvenes para que puedan vivir un mundo sin muros ni barreras», aseguró monseñor Ladislav Nemet, presidente de CIM, en la conferencia de prensa de presentación del encuentro.

Por eso jóvenes procedentes de Italia, Portugal, Suiza, Serbia, Ucrania, Francia, Bélgica, Croacia, Luxemburgo, Austria, Rumania, Eslovaquia, República Checa, Hungría y Polonia —y también de Estados Unidos y el país caribeño de Antigua y Barbuda— han peregrinado hasta la ciudad eterna con un lema: «Buscar y perseguir la paz».

El encuentro con el Santo Padre coincidió con la memoria litúrgica de san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, a quien Francisco describió como «un joven soldado que pensaba en su propia gloria, pero que en el momento justo fue atraído por la gloria de Dios y descubrió que solo allí estaba el centro y el sentido de su vida». Al hilo de este ejemplo, el Papa Francisco pidió a los niños que sigan «el camino de la santidad» que, aunque difícil misión, «no es imposible». Y ofreció una solución para alcanzarlo: «Procuren imitar a los santos, que son el Evangelio viviente porque han podido traducir el mensaje de Cristo en sus vidas».

«Depende de nuestra coherencia que nuestros hermanos reconozcan a Jesucristo: el único salvador y la esperanza del mundo», concluyó el Papa.

El turno de preguntas de los niños

Los monaguillos formularon cuestiones –recogidas además en una aplicación, Go Rome, de cara al Sínodo de octubre– sobre cómo llevar la paz fuera de los muros de la Iglesia, la importancia de la contemplación eucarística, el descenso del número de jóvenes en las parroquias o la importancia de dar respuestas a aquellos que descartan la existencia de Dios y rechazan la religión.

«¿Cómo ser constructores de paz en lo cotidiano?», expresaron. El Papa les pidió que se hicieran una pregunta: «¿Cuando me peleo con mis hermanos me cierro en mí mismo, me hago el ofendido o intento tomar la iniciativa y acercarme al otro?, ¿sé crear la paz con pequeños gestos?». La paz se construye «con una sonrisa y con obras de caridad» e interrogándose por «qué haría Cristo en mi lugar».

«¿Cómo llegar hasta los más alejados de Cristo?», preguntaron también. «No hay nadie mejor que un joven para hablar a otro joven sobre la fe» pero «no hacen falta tantas palabras. Son más importantes los hechos, la cercanía, el servicio y la mirada silenciosa ante el Santísimo Sacramento». Y les dio otro consejo: para llegar al prójimo es necesario poner en práctica las obras de misericordia «con el amigo, con el desconocido, con el compatriota o con el extranjero», porque de esta forma podrán «pueden llegar a ser verdaderamente santos, hombres y mujeres que transforman el mundo viviendo el amor de Cristo».