Academicistas: las obras que triunfaban en el París del XIX - Alfa y Omega

Academicistas: las obras que triunfaban en el París del XIX

Por primera vez se celebra una gran exposición en torno a la pintura francesa que se presentaba en los salones parisinos. Con la exposición El canto del cisne. Pinturas académicas del Salón de París, la Fundación Mapfre nos introduce en el nacimiento y ocaso de la Academia Francesa de finales del siglo XIX, y recoge una de las páginas más brillantes y, en ocasiones, injustamente olvidadas de la historia del arte. Hasta el próximo 3 de mayo, en la Fundación Mapfre de Madrid, en el paseo de Recoletos, 23

Eva Fernández
‘El Sáhara’, también llamado ‘El desierto’, de Gustave Guillaumet (1867). Foto: Franck Raux/Stephane Marechalle. Copyright RMN-Grand Palais (musée d’Orsay)

La imagen de un cisne connota elegancia, armonía y belleza. Tan sólo se les resiste el canto, apenas pueden esbozar un sonido sordo, parecido a un ronquido. Sin embargo, desde la antigüedad clásica se les atribuye una cualidad singular: la de predecir su propia muerte. Llegado ese momento, son capaces de emitir el canto más bello que jamás habían proferido.

En una sociedad tan convulsa como la del siglo XIX, en plena transformación económica, política y social, un grupo de artistas se embarcó en la aventura de adaptar el ideal de belleza de la cultura griega a la sociedad de su tiempo. Esta modernización es conocida hoy en día como pintura académica y supuso su canto del cisne, un último intento de aferrarse a una manera de entender el arte y la vida tal y como había marcado la tradición, antes de su ocaso con la llegada de las vanguardias.

‘Peregrinos yendo a La Meca’, de L. Belly (1861). Foto: F. Raux/S. Marechalle. Copyright RMN-Grand Palais (musée d’Orsay)

El Salón de París era la exposición de arte oficial de la Academia de Bellas Artes de la capital francesa, que durante los siglos XVIII y XIX se convirtió en el escaparate del mundo del arte, el que marcaba los gustos y las modas que se imponían en el mercado. Ellos decidían qué artistas triunfaban y cuáles no. Curiosamente, Manet, Monet, Renoir, Pissarro, Sisley, Cézanne o Degas, fueron rechazados por los críticos de ese Salón.

Alguna de las pinturas que sí respondían a las normas dictadas por la Academia de París, cuelgan ahora en las salas de exposiciones de la Fundación Mapfre, procedentes en su totalidad del Museo d’Orsay, de la ciudad de París.

‘La excomunión de Roberto II el Piadoso’, de Laurens (1875). Foto: H. Lewandowski. Copyright RMN-Grand Palais (musée d’Orsay)

Desde el primer momento, el arte académico tuvo que enfrentarse a quienes criticaban su encorsetamiento en las normas clásicas, en un momento en que Europa entera parecía hipnotizada ante lo que se antojaba como un futuro prometedor.

Las 80 obras que presenta esta exposición, en la Sala Recoletos de la Fundación Mapfre, presumían de ser lo opuesto a las vanguardias y, en ellas, se comprueba que los artistas encontraron en el ideal clásico, un lugar desde el que proyectar preocupaciones de su vida cotidiana.

‘Herculano, 23 de agosto del año 79’, de Leroux (1881). Foto: René-Gabriel Ojéda. Copyright RMN-Grand Palais (musée d’Orsay)

El pasado y lo exótico al dictado de las normas académicas

Son característicos sus grandes formatos, su gusto por el imaginario medieval, su iconografía romántica, su revisión de la Historia… Y todo ello pintado en escenas de formato cinematográfico, como La muerte de Francesca de Rímini y Paolo Malatesta (1870), de Cabanel, o La excomunión de Roberto II el Piadoso (1875), de Laurens. Por aquella época se puso de moda lo oriental. Los descubrimientos arqueológicos en Egipto entusiasmaban a la sociedad del XIX. Comprobamos una de estas estampas en Los peregrinos yendo a la Meca (1861), de Belly, y en El Sáhara (1867), de Guillaumet. El paisaje de este cuadro es inquietante y produce un sentimiento de soledad y desolación, subrayado por la presencia del esqueleto.

‘La Virgen de la consolación’, de William Bouguereau (1877). Foto: M. Beck-Coppola. Copyright RMN-Grand Palais (musée d’Orsay)

Los pintores académicos tenían gran interés por el acabado de los detalles que salpicaban sus escenas y por los episodios que, sacados del repertorio mitológico o histórico, servían de argumento a sus lienzos. Así ocurre en la pintura de Leroux, Herculano, 23 de agosto del año 79, (1881), en la que una dama noble se ha desmayado por el efecto de la erupción del volcán, y cuyas riquezas –a sus pies– no le van a servir ante la destrucción que se avecina. Los últimos clasicistas del siglo XIX reinventan el género de la pintura religiosa, pero sin la intención de dar doctrina. William Bouguereau pintó La Virgen de la consolación (1877) con una estética bizantina, en la que la Madre de Dios implora misericordia para la joven madre que le suplica por la vida de su hijo, cuyo cadáver yace a sus pies. El artista había perdido dos hijos poco antes de pintarlo, de ahí su poderosa expresividad. En esta misma línea, encontramos El Cristo Muerto (1879), de Henner, en el que la luz focaliza nuestra mirada sobre la blancura macilenta del cadáver de Cristo. En aquella época, la burguesía y la nobleza querían ser inmortalizadas por los grandes artistas del momento. Nos encontramos con retratos como el de Marcel Proust (1892), de Blanche, y el de Mademoiselle X, marquesa de Anforti (1875), de Duran, en el que se retrata a la dama justo en el momento en que se dispone a apoyar su pie izquierdo en el último peldaño de la escalera.

‘El Cristo Muerto’, de Jean-Jacques Henner (1879). Foto: Hervé Lewandowski. Copyright RMN-Grand Palais (musée d’Orsay)

El epílogo de estos artistas dio paso a la fuerza poderosa de las vanguardias, pero hay que añadir que, sin ellos y su esfuerzo por combatir la deshumanización de la época, puede que el impresionismo no hubiera conquistado, como ciertamente sucedió, muchos años después, aquellos mismos salones que le habían cerrado las puertas.

‘Muerte de Francesca de Rímini y Paolo Malatesta’, de A. Cabanel (1870). Foto: A. Didierjean. Copyright RMN-Grand Palais (musée d’Orsay)