Una preparación misionera para un matrimonio misionero - Alfa y Omega

Una preparación misionera para un matrimonio misionero

Fernando Redondo y Elena Álvarez, implicados en la animación misionera de la diócesis de Toledo, se casaron el pasado mes de mayo con la mirada puesta en la misión. Desde la ceremonia religiosa hasta la celebración. Y con dos encargos del Papa Francisco

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En el Vaticano, donde Elena y Fernando pudieron saludar y conversar con el Papa Francisco. Foto: Fernando Redondo y Elena Álvarez.

Fernando Redondo Benito y Elena Álvarez Fernández sabían que no podían caer «en más de lo mismo» en su preparación matrimonial. No se trataba de seguir costumbres y reglas establecidas socialmente, sino de dar un testimonio evangelizador, un testimonio misionero, para que su celebración matrimonial no se quedara en los muros de un templo parroquial; al contrario, debía irradiar entusiasmo y alegría misionera. Y así lo hicieron.

Los novios, ya esposos, en su preparación matrimonial habían asumido lo que el Papa Francisco legaba a la Iglesia en Amoris laetitia. Fueron ayudados por los misioneros javerianos, y en particular por el misionero Rolando Ruiz Durán, muy conocido en la animación misionera en toda España. El padre Rolando no solo se centró en toda la temática que llevan asociados los cursillos prematrimoniales, sino que ofreció una dimensión misionera y un acompañamiento misionero a Fernando y Elena. No se encerraba en temas, sino en diálogos y reflexiones, pero sobre todo en oración, mucha oración misionera en la pequeña capilla que los javerianos tienen en Madrid. Un claro mensaje les legó Rolando a los novios: la misión es vida.

El día de la celebración la misión estuvo muy presente, no solo por el número de sacerdotes misioneros que quisieron acompañar a Fernando y Elena –con 21 sacerdotes y tres obispos (el arzobispo de Toledo, quien presidió la ceremonia religiosa, Braulio Rodríguez Plaza; su auxiliar, Ángel Fernández Collado, y el obispo emérito de Segovia, Ángel Rubio Castro)–, sino porque Fernando quería que las Obras Misionales Pontificias estuvieran muy presentes en la celebración, además de contar con la presencia del subdirector nacional, José María Calderón.

El santo, en kikongo

Importante fue también la aportación de la fraternidad misionera Verbum Dei, que aportó sus cantos y plegarias en varios idiomas como el portugués, el francés, el inglés y el kikongo (lengua bantú hablada por los pobladores de los bosques tropicales de la República Democrática del Congo, República del Congo y Angola), que hicieron que todos vivieran la universalidad de la Iglesia católica. Incluso hubo un momento en el que los novios bailaron el santo, como gratitud al Señor, que para la ocasión se interpretó en kikongo: «Santu, santu e santu, santu nge o santu nge mfumu, wavelela yandi ukuisila, nkuna o nkombo ya».

En la celebración posterior hubo otro detalle que conmovió a los amigos y familiares de Fernando y Elena: hubo bendición de la mesa. Cerca de 200 invitados orando para dar gracias a Dios por los alimentos. Un gesto que los cristianos parece que han apartado, pero que en esta boda se hizo presente.

Baile durante la celebración del matrimonio. Foto: Fernando Redondo y Elena Álvarez.

Un donativo como regalo

No quedó ahí la cosa. Fernando y Elena, involucrados en la animación misionera de la archidiócesis de Toledo quisieron ofrecer un signo que hiciera palpable, con obras, las palabras que ellos transmitían con alegría. Existe la tradición de dar un regalo a los invitados, y ese regalo se convirtió en un apoyo a un proyecto misionero desde la ONGD Misión América. Una iniciativa que ya habían hablado con Anastasio Gil García, director de Obras Misionales Pontificias y, a la sazón, vicepresidente de la ONG. Fernando, además, quiso que ese gesto de cooperación material con las misiones fuera una gratitud primero al Señor, luego a todos y cada uno de los misioneros y finalmente a Anastasio Gil, por su constante trabajo, en todas las situaciones. Así que lo tuvieron claro: una pequeña pulsera, con una frase de El Principito –«Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos»– y una tarjeta en la que, además de explicar el destino de la ayuda misionera, se integraba el capítulo 25 del Evangelio de san Mateo: «Porque tuve hambre y me disteis de comer […], cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis…» y una donación económica a la citada ONGD.

Faltaban todavía más sorpresas, porque Fernando y Elena tuvieron un encuentro con el Papa Francisco en la audiencia general que realiza cada miércoles. Allí estaban ellos y emocionados le hicieron entrega del pequeño detalle de su boda al propio Papa: él lo tomó con sus manos y lo agradeció. Les dijo: «No solo debemos tejer la paz, sino que debemos remendarla siempre», y les animó a que «no dejen de trabajar por la misión».

De vuelta al trabajo en la diócesis de Toledo no han parado ni un momento, participando en el envío misionero de Verano Misión en La Rinconada del Tajo, acompañando a los Jóvenes para la Misión en Madrid, en su fiesta para ayudar a la experiencia de Verano Misión que los llevará hasta Etiopía… Para ellos, trabajar por la misión es hacer realidad el envío misionero que también es el matrimonio: el envío de dos en dos para evangelizar y para hacer presente el mensaje de Cristo en todas las realidades sociales. Y en eso están, viviendo la misión cada día.

Juan Rodríguez
Toledo