La vida en los campos de concentración en Corea del Norte: «Pensé que mi madre merecía morir» - Alfa y Omega

La vida en los campos de concentración en Corea del Norte: «Pensé que mi madre merecía morir»

Shin delató a su madre por planear fugarse y la asesinaron ante sus ojos. Pensó que merecía morir. Este joven de 33 años es el único norcoreano nacido en un campo de concentración que ha logrado escapar y contar su historia. La recoge, en el libro Evasión del Campo 14, el norteamericano Blaine Harden. Asesinatos de bebés y niños pequeños, torturas hasta el desmayo, ejecuciones públicas… son sólo una muestra de lo que se está viviendo, hoy, en los seis campos vigentes en Corea del Norte

Cristina Sánchez Aguilar
En las imágenes viñetas que representan a Shin en el Campo 14, en la escuela, buscando ratas para comer, y durante las torturas en la prisión

Shin Dong-hyuk nació en 1982 en el Campo 14, uno de los seis campos de concentración que hay en Corea del Norte. Es el único norcoreano nacido en uno que ha logrado escapar. «Creo que aún estoy evolucionando de bestia a ser humano», le dijo a Blaine Harden, corresponsal de The Economist en Asia y autor del libro Evasión del campo 14 (ed. Kailas), durante una de sus entrevistas.

Nació de una madre a la que robaba comida y de la que recibía palizas constantes. Conoció a un padre «escogido por los guardias para ser el marido de mi madre», como pago por su habilidad al manejar un torno de metal en el taller mecánico del campo. Shin nunca asoció «el calor, la seguridad y el afecto con las palabras madre y padre». Los guardias le inculcaban, tanto a él como a los otros niños, que eran prisioneros por los pecados de sus padres, y ellos se sentían avergonzados de ser unos traidores. «La única forma de lavar el pecado inherente era trabajar duro, obedecer e informar sobre sus padres», cuenta Harden.

Los asesinatos

El libro recoge infinitos episodios de torturas, maltratos y abusos dentro del Campo 14. Uno de ellos ocurrió en una suerte de escuela, a la que iba Shin con 6 años. Un profesor –guardia– encontró, tras un registro sorpresa, unos granos de maíz en el bolsillo de una niña. «Blandiendo adelante y atrás su largo puntero de madera, la golpeó en la cabeza una y otra vez. Mientras Shin y sus compañeros observaban en silencio, se derrumbó sobre el suelo de cemento. Esa misma noche, murió». Shin reconoció, años después, que en aquel momento pensó que el castigo había sido justo.

Harden recoge en el texto varias declaraciones de otros prófugos. Uno de ellos, An Myeong Chul, era hijo de un agente de los servicios secretos norcoreanos. An huyó a Corea del Sur, pero, hasta que vio la luz, fue guardia de uno de los campos. El hombre, que firmó un documento en el que aseguraba que nunca revelaría la existencia de los campos, contó a Harden cómo disponían de libertad para satisfacer sus apetitos sexuales con reclusas. «Si tenían como resultado un bebé, tanto éste como su madre eran asesinados», explica An, quien reconoce haber visto personalmente cómo golpeaban con barras de metal hasta la muerte a recién nacidos. La teoría que se aplicaba era purgar hasta la tercera generación las familias de quienes no pensaban de forma adecuada.

La prisión

La madre de Shin y su hermano planeaban fugarse. Él los oyó decirlo, escondido tras la puerta, y como la primera regla del Campo 14 es que Todo aquel que sea testigo de un intento de fuga y no informe de la misma será ejecutado inmediatamente, no dudó en correr hasta el colegio e informar a un profesor. Al día siguiente, Shin fue conducido a una prisión subterránea, y se le aplicaron torturas hasta la extenuación –una de ellas consistía en colocar una bañera llena de carbón candente debajo de él, y avivar el fuego con un fuelle– para que explicara los motivos que habían llevado a su familia a tomar esa decisión. Tenía 13 años y pasaron meses hasta que vio la luz. Días después de su salida, ejecutaron a su madre y a su hermano, «y Shin, mientras los veía, pensó que merecían morir».

A los 23 años conoció a alguien que, por primera vez, le habló de lo que había más allá de las vallas. Nueve años después del ahorcamiento de su madre, atravesó una valla electrificada y se adentró corriendo en la nieve. Era el 2 de enero de 2005. Un mes más tarde, entró andando en China. Dos años después, estaba viviendo en Corea del Sur. Pasados otros cuatro, residía en el sur de California y era el embajador de Liberty in North Korea.

Los campos de la vergüenza

Los campos de trabajo de Corea del Norte llevan existiendo ya el doble de tiempo de los gulags soviéticos, y unas doce veces lo que duraron los de los nazis. «Centros de corrección moral e ideológica», los llama Alejandro Cao de Benós, el español que ejerce de relaciones públicas de habla hispana para el Gobierno norcoreano. El Departamento de Estado estadounidense calcula que hay cerca de 200.000 presos en lo seis campos vigentes hoy. El más grande tiene 50 kilómetros de largo y 40 de ancho, veinte veces la extensión de la ciudad de Barcelona.

Evasión del campo 14
Autor:

Blaine Harden

Editorial:

Kailas