Así fue la Semana Santa del Papa Francisco - Alfa y Omega

Así fue la Semana Santa del Papa Francisco

Ricardo Benjumea
Celebración del Vía Crucis en el Coliseo romano

Jueves Santo

«No podemos ser pastores con cara de vinagre»

La labor del sacerdote es cansada. «El Señor sabe que la tarea de ungir al pueblo fiel es dura»; puede llevar «hasta la enfermedad y la muerte, e incluso a la consumación en el martirio», dijo el Papa al celebrar en la mañana del Jueves Santo la Misa Crismal con los sacerdotes de Roma. Francisco distinguió entre el «cansancio del bueno», que es como incienso que «va directo al corazón del Padre», y otro tipo de cansancio no tan santo ni fecundo. Al primer grupo pertenece «el que podemos llamar el cansancio de la gente». La fatiga de Jesús, asediado por las multitudes, que «no le dejaban tiempo ni para comer», es la «del sacerdote con olor a oveja». Se trata de un «cansancio lleno de frutos y de alegría», dijo el Pontífice. Lo que no podemos es oler «a perfume caro», ni ser «pastores con cara de vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos», añadió.

«También se da lo que podemos llamar el cansancio de los enemigos», que produce tener que defendernos continuamente frente a las acechanzas del Maligno. Éste es otro tipo de cansancio sano, pero «necesitamos pedir la gracia de aprender a neutralizar el mal», advirtió Francisco.

«Y, por último, está también el cansancio de uno mismo. Es quizás el más peligroso. Porque los otros dos provienen de estar expuestos, de salir de nosotros mismos a ungir y a pelear. En cambio, este cansancio es más auto-referencial; es la desilusión de uno mismo, pero no mirada de frente, con la serena alegría del que se descubre pecador y necesitado de perdón, de ayuda: éste pide ayuda y va adelante. Se trata del cansancio que da el querer y no querer, el haberse jugado todo y después añorar los ajos y las cebollas de Egipto». «A este cansancio, me gusta llamarlo coquetear con la mundanidad espiritual».

El Papa lava los pies a 12 presos

En la cárcel de Rebibbia, la tarde del Jueves Santo

En la tarde del Jueves Santo, el Papa protagonizó el momento más emotivo de la Semana Santa, con la visita a la prisión romana de Rebibbia, donde celebró la Misa de la Cena del Señor con unos 350 presos y lavó los pies a 6 internas y 6 internos, imitando el gesto de Cristo en la Última Cena. «Lavar los pies –les explicó– era un trabajo de esclavos. ¡Jesús se hace esclavo por nosotros!» «Les pido que recen por mí durante esta celebración, para que yo pueda volverme más esclavo en el servicio por los demás», añadió el Papa, que se detuvo pausadamente a saludar, conversar y abrazar a los detenidos, algunas de ellos con sus hijos pequeños en brazos. Sirvió de monaguillo un joven condenado por homicidio múltiple.

* * * * * * *

Viernes Santo

La cruz, los marginados y los perseguidos

El viernes, el Papa asistió por la mañana a los oficios en la basílica vaticana, en los que el predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, reflexionó sobre la persecución a cristianos. Los cristianos perseguidos estuvieron también presentes por la noche en el Coliseo, en las meditaciones del vía crucis escritas por monseñor Renato Corti, obispo emérito de Novara (Italia). «En tu cuerpo sacrificado, vilipendiado, martirizado, vemos los cuerpos de nuestros hermanos abandonados en las calles, desfigurados por nuestra negligencia», dijo Francisco en la oración final. «En tu divino amor, vemos a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe, muchas veces bajo nuestra mirada y silencio cómplice».

«En Ti vendido, traicionado, puesto en el crucifijo por tu gente y tus seres queridos, vemos nuestras cotidianas traiciones y nuestras frecuentes infidelidades».

«En tu rostro golpeado, escupido, desfigurado, vemos la brutalidad de nuestros pecados. En la crueldad de la Pasión, vemos la crueldad de nuestro corazón y de nuestras acciones».

Mientras se celebraba el vía crucis, el limosnero del Papa, monseñor Konrad Krajewski, llevaba a unas 300 personas sin techo de Roma, en las estaciones de tren de Roma, sobres con dinero y una tarjeta de felicitación del Papa por Semana Santa.

* * * * * * *

Domingo de Pascua

El misterio de la Resurrección

En la noche del sábado, el Papa celebró la Vigilia Pascual en la basílica de San Pedro, y administró los sacramentos de la iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación y la Eucaristía) a 10 personas procedentes de Italia, Portugal, Albania, Kenia y Camboya. En la homilía, el obispo de Roma aclaró que el misterio de la resurrección de Cristo «no es un hecho intelectual», sobre el que baste simplemente leer para comprenderlo. «Es más, es mucho más», dijo. «Entrar en el misterio significa capacidad de asombro, de contemplación». Requiere «ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor». Esto conlleva «buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón». Y para eso «se necesita humildad, la humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo». Hace falta «este abajamiento, que es impotencia, vaciándonos de las propias idolatrías… adoración». Porque, «sin adorar, no se puede entrar en el misterio».

Con los cristianos perseguidos

El domingo, en su mensaje Urbi et Orbi con motivo de la Pascua de Resurrección, el Papa pidió «a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo». «Roguemos, ante todo –añadió–, por la amada Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países. Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos refugiados».

Bendición Urbi et Orbi, el Domingo de Pascua

«Imploremos la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones».

Francisco pidió también «la paz para Libia», y que «en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación». A continuación, sin mencionarlo por su nombre, Francisco encomendó el principio de acuerdo alcanzado, la pasada semana, en Lausana (Suiza) entre Estados Unidos e Irán, «para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno». Y de ahí, pasó a los conflictos en Nigeria, Sudán del Sur, Sudán y la República Democrática del Congo, con especial mención a «los jóvenes asesinados, el pasado jueves, en la Universidad de Garissa, en Kenia».

No olvidó el Papa mencionar Ucrania, y pidió también por «tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud», víctimas «de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía», o de «los traficantes de armas, que ganan con la sangre de hombres y mujeres».

«Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora y sanadora del Señor Jesús: La paz esté con vosotros», concluyó el obispo de Roma.

El lunes de Pascua, llamado también Lunes del Ángel, en la oración del regina coeli, que sustituye en este tiempo litúrgico al ángelus, Francisco pidió a la comunidad internacional, que «no permanezca muda e inerte» ante el asesinato de cristianos, y exhortó a los cristianos a testimoniar con sus vidas que Jesús ha resucitado. Eso significa «sonreír con quien sonríe y llorar con quien llora», caminar «junto a quien está triste» y transmitir «nuestra experiencia de fe a quien está en búsqueda de sentido y de felicidad».