Humanidad y compromiso - Alfa y Omega

Humanidad y compromiso

Pedro J Rabadán
Foto: REUTERS/Karpov

Reparten chalecos de emergencia para salvarles la vida. Apenas tienen espacio para ponérselo. Quienes aún no lo han conseguido levantan las manos. Están hacinados, descalzos, con lo puesto, sentados incluso en el borde de la lancha, con mujeres embarazadas y menores de edad en la embarcación. Salieron de Libia pero se toparon con la crueldad del mar y del hombre. Los barcos de las ONG y de Salvamento Marítimo los rescatan y los suben a los barcos dirección al puerto. A algunos los sacan directamente del agua, donde estaban condenados al ahogamiento. En el Aquarius esperaban puerto 629 personas en condiciones infrahumanas. En otro barco, 790. Porque Italia los ha cerrado y Malta no quiere ser el destino derivado. España, con su buen corazón, les ha abierto las puertas. «#Aquarius es una llamada de Cristo a Europa», ha dicho vía Twitter el cardenal Carlos Osoro.

Lo primero es socorrer al que lo necesita, ayudar al moribundo, acoger al peregrino, sanar al enfermo… Es lo más humano. Lo más evangélico. Esas personas migran con el anhelo de vivir dignamente. Saben del peligro: solo el año pasado murieron en las costas europeas 1.338 personas; este año, 628. Cualquier medida que no vaya encaminada a salvar vidas es rechazable, sin discusión. «Un ministro sin corazón deja morir en el mar a embarazadas y niños», decía el alcalde de Nápoles contra el ministro del Interior, Matteo Salvini, responsable del cierre portuario. Las declaraciones internacionales y la condena a la actuación del Gobierno transalpino se han repetido en los últimos días.

Pero hay que huir de los simplismos y demagogias. El buenismo intoxica el debate; la cultura de lo políticamente correcto, lo destruye. Conviene huir de los eslóganes vacíos como el Welcome refugees cuando luego se les deja durmiendo en un parque al lado de la M30. La decisión de Italia, con tan poca humanidad, no es solo eso. La mitad de los inmigrantes que llegan a Europa por mar desembarcan en las costas italianas. Solo el pasado fin de semana, 1.000. Y los que van a seguir llegando. No hay país preparado para acoger ese ritmo de llegadas. Y ni Europa ni la ONU ofrecen una solución unitaria pactada. Por eso, la población italiana ha votado lo que ha votado. También es un de las razones del auge del populismo en Occidente. No se atisba tampoco un remedio que ponga freno a las mafias que trafican con seres humanos. Ni a los intereses de los países de origen que controlan o dejan de controlar el flujo migratorio en función de otras contrapartidas. Yo no sé la solución, si así fuera no estaría trabajando como periodista. Pero tras denunciar el drama humano es justo denunciar la falta de interés y compromiso político y económico en encontrar una solución ya. Porque quienes no tienen nada que perder, van a seguir jugándose la vida por llegar a la orilla de un mundo que creen mejor.