Una Iglesia con «rostro amazónico» contra la voracidad y depredación - Alfa y Omega

Una Iglesia con «rostro amazónico» contra la voracidad y depredación

La Amazonia no solo es belleza natural. Bajo la superficie verde de la jungla se está consumando un exterminio. Extractivismo voraz, explotación y narcotráfico martirizan la tierra. Con la connivencia de políticos. Mientras tanto, las poblaciones originales de esta región permanecen aisladas y olvidadas. Un panorama incierto, que el Papa quiere abordar con mirada a largo plazo. Respondiendo al desafío con una Iglesia de «rostro amazónico», que no tenga miedo de recorrer caminos nuevos y valientes. Que se interrogue sobre «nuevos ministerios»: para las mujeres y para los hombres

Andrés Beltramo Álvarez
Región deforestada en el poblado de Tamshiyacu en la región amazónica de Loreto (Perú). Foto: Efe / Cortesía Stefany Aquise.

Francisco ha convocado una Asamblea Especial del Sínodo de los obispos, que tendrá lugar en el Vaticano en 2019. Una cumbre con el sugestivo título Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral. Una declaración de principios que ya empieza a tomar forma. Porque esa reunión será solo el punto de llegada de una discusión mundial, que ya está en curso.

El pasado viernes, 8 de junio, la secretaría general del Sínodo presentó en Roma el documento preparatorio de esa asamblea. Un texto incisivo que llamó rápidamente la atención de los observadores en sus dos puntos más polémicos: por un lado, la circunstanciada crítica de la depredación que no se detiene en el pulmón verde más extendido del mundo; por otro, la decidida invitación a interrogarse sobre los «nuevos ministerios» que deberían crearse para responder a las exigencias pastorales y eucarísticas de las poblaciones de esas tierras.

Así surgió la disyuntiva. El texto vaticano «abre a los sacerdotes casados» y a las mujeres. Si bien esa discusión está planteada, en realidad forma parte de una más amplia mirada eclesial. Porque el desafío es modelar una Iglesia «de rostro amazónico» e «indígena», que responda a las exigencias del lugar y no a los asépticos dictámenes externos.

«La Iglesia no es estática, hay posibilidad de movimiento», precisó el secretario general del Sínodo de los Obispos, el cardenal Lorenzo Baldisseri, durante la presentación del documento, refiriéndose a los posibles cambios en los ministerios. Pero instó a ser cautos. «Dejemos el tiempo necesario para reflexionar sobre todo lo que hay aquí», pidió.

El texto no habla específicamente de «sacerdotes casados», ni de la ordenación de los viri probati (hombres de probada fe, aunque tengan familia). Pero sí aclara que una de las prioridades es la de «proponer ministerios y servicios» para los diversos agentes pastorales, que respondan a las tareas y responsabilidades de la comunidad.

«En esta línea, es preciso identificar el tipo de ministerio oficial que puede ser conferido a la mujer, tomando en cuenta el papel central que hoy desempeñan las mujeres en la Iglesia amazónica», indicó Baldisseri, quien llamó a promover el clero indígena y, sobre todo, a repensar «nuevos caminos» para que los fieles en esta vasta región tengan mayor acceso a la Eucaristía.

Neocolonialismo disfrazado de progreso

He ahí el núcleo del desafío más apremiante: llevar la comunión, que es el centro de la vida cristiana, a aquellos que, por dificultades geográficas u orográficas insalvables, no pueden acceder a ella. Porque, a final de cuentas, nadie puede negar la realidad extrema de las poblaciones amazónicas, una cuenca que preserva hasta el 50 % de la flora y la fauna del mundo.

Una realidad lacerada por una «cultura del descarte» y una «mentalidad extractivista», víctima de «intereses que provocan la tala indiscriminada», «la contaminación de ríos, lagos y afluentes», el «uso indiscriminado de agrotóxicos, derrames petroleros, minería legal e ilegal, y los derivados de la producción de drogas». A todo esto se suma el narcotráfico, que «pone en riesgo la supervivencia de los pueblos que dependen de recursos animales y vegetales en estos territorios».

A estas incumbencias, señala el documento vaticano, se suma un «neocolonialismo feroz, enmascarado de progreso». Y denuncia, sin ambages, la perpetuación de «resquicios» de un «proyecto colonizador» que demonizó las culturas indígenas. Una realidad que debilita las estructuras sociales de esos pueblos, permitiendo «el despojo» de sus saberes intelectuales y sus medios de expresión.

Más adelante, el texto diferencia claramente los «500 años de la conquista», de los «400 años de misión y evangelización organizada». Conceptos peculiares, pocas veces leídos en esos términos en un texto de la Santa Sede, más proclive a hablar siempre genéricamente de «evangelización de América».

Pero el texto del Sínodo propone a la Iglesia como «contrapunto» frente a la globalización de la indiferencia y a un modelo económico que no respeta a los pueblos amazónicos. Porque ella, insiste, mira a la Amazonia con una visión de conjunto, identificando los desafíos sociopolíticos, económicos y eclesiales que la amenazan, pero «sin perder la esperanza en la presencia de Dios, alimentada por la creatividad y la perseverancia tenaz de sus habitantes».

El cardenal Baldisseri durante la presentación del documento preparatorio del Sínodo de los obispos sobre la Amazonia. Foto: CNS

Empresas españolas

Tiempo atrás, Francisco le confesó al cardenal Baldisseri que él mismo había tomado conciencia de la situación en el Amazonas durante el 2007, cuando participó en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Aparecida, Brasil. Por eso, ante las peticiones procedentes de diversos países (incluyendo la del cardenal brasileño Claudio Hummes, y el futuro purpurado peruano, Pedro Barreto) de convocar un Sínodo, él no dudó y dijo: «¡Hagámoslo!».

«Trataremos el tema desde el punto de vista eclesial y también civil, para englobar a todos», aclara Baldisseri a Alfa y Omega. «Hoy, cuando se habla del Amazonas, se piensa solo en los países de la selva, pero se necesita ampliar el horizonte. Los problemas nos llevan a las causas: de dónde surgen. Si allí existen empresas, ¿de dónde provienen? Los consumidores, ¿dónde están? ¿Son empresas de gobierno, privadas? Debemos incluir no solo a los indígenas, que son los custodios de la selva, defenderlos. Pero hay mestizos y personas de todo el mundo», resalta.

El purpurado califica de «fundamental» la mirada de los indígenas, quienes viven en la selva y garantizan su cuidado. Y señala que es «impensable» intentar proteger ese pulmón del planeta sin ellos: «Eso sería una conservación falsa». Recuerda también que la asamblea de octubre de 2019 se celebrará en el Vaticano, pero importará no solo a los países involucrados sino a toda la Iglesia universal. Porque muchas de las empresas que extraen los recursos de esas tierras son europeas, asiáticas y de otras latitudes, también españolas. «Este encuentro será una señal para todos», precisa.

En realidad, la cumbre episcopal amazónica es solo una pieza de un rompecabezas más amplio y que el Papa conoce a la perfección. La destrucción en esa parte del mundo se repite en tantas otras latitudes, y es producto de una crisis del ser humano, manifestada en su modelo de desarrollo económico y social. Por eso, existe un sutil pero decisivo hilo rojo que vincula el Sínodo con el discurso que el Pontífice pronunció el sábado 9 de junio ante líderes de las principales compañías petroleras del mundo: ExxonMobil, Eni, British Petroleum y Royal Dutch Shell, entre otras.

Un gesto que desmiente la etiqueta de un Francisco «antiprogreso», incluso «antipetróleo». Y que puso en perspectiva las verdaderas preocupaciones del Pontífice por el cuidado del medioambiente y la naturaleza. Como él mismo resumió ante todos estos ejecutivos en la Sala Clementina del Palacio Apostólico vaticano: «La necesidad de tener a disposición cantidades cada vez más grandes de energía para el funcionamiento de las máquinas no puede ser satisfecha pagando el precio de envenenar el aire que respiramos. La necesidad de ocupar espacios para las actividades humanas no puede llevarse a cabo poniendo en serio peligro la existencia de nuestra y de las demás especies de seres vivos en la Tierra».

Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano