Salimos en misión… a la mesa de al lado - Alfa y Omega

Salimos en misión… a la mesa de al lado

Toda la Iglesia debe evangelizar, insiste continuamente el Papa. Pero ¿cómo se lleva esto a la práctica en el día a día? ¿Cómo se habla de Dios a los compañeros de trabajo, a los amigos…? No hay recetas mágicas. Cada uno tiene unos dones y hay que ponerlos a fructificar

José Calderero de Aldecoa
Paz Matud en una de las representaciones

«Hay que salir en misión. Tenemos que ir a las periferias y entrar en las casas», decía monseñor Carlos Osoro a los sacerdotes de una parroquia de un barrio complicado de Valencia. «¿Y cómo lo hacemos?», preguntó uno. El que entonces era arzobispo de Valencia le invitó a acompañarle a la calle, se acercó a un portal, llamó al primer piso que se le ocurrió y dijo: «Hola, soy el arzobispo, ¿puedo subir?». Tras un rato de conversación, la dueña de la casa le preguntó: «¿Puedo decirle a mi hija que venga? No está casada…». La respuesta fue tajante: «¡Claro!». El arzobispo se pasó la tarde con aquella familia que le abrió la puerta. «Tenemos que ir donde está la gente. Hay que acogerlos como son y no como nos gustaría que fueran», enseñaba el que hoy es arzobispo de Madrid.

Musical evangelizador

La misma idea de salir en misión le llevaba un tiempo rondando la cabeza a Paz Matud. Un domingo, en la oración, encontró la respuesta. «Estaba meditando la parábola de los talentos. Y fue entonces cuando el Señor me lo hizo ver claro. Tenía que poner mis dones a fructificar», explica Paz. Ella es bailarina, profesora de Religión y escritora. Se le ocurrió organizar una compañía de teatro profesional que «pudiera llevar el mensaje de Cristo a la gente de una forma más natural». Así, en 2012, nació la compañía de musicales Talitha Cumi, que contó con el apoyo del Arzobispado de Valencia.

Desde entonces, ya han realizado tres musicales, el cuarto se estrenará en Madrid el 25 de abril. Los frutos son palpables, y no sólo entre los espectadores. «También hace falta el testimonio cristiano en el mundo de los artistas», asegura Paz. «Después de la primera representación —cuenta ella—, nos fuimos a tomar algo. Me quedé la última con una de las bailarinas. Estuvimos hablando de todo. En un momento dado, me habló de su novio, y luego me preguntó por mi vida amorosa. Con la misma naturalidad con la que llevábamos hablando un buen rato, le dije que yo, de quien estaba enamorada era de Jesús y soy feliz con Él. Se le pusieron los ojos como platos, porque me veía una chica normal, que hacía la misma vida que ellos, que era bailarina, que no era una monja ni nada parecido. Se quedó alucinada. Fue el principio de una amistad en la que ella quiso ir profundizando en ese Jesús sobre el que yo le contaba que era el amor de mi vida».

Entre el público de las actuaciones también ha habido gente que se ha sentido interpelada. «Recuerdo —añade Paz— que estábamos haciendo una función en un instituto público, y la profesora de Religión del centro, como eran demasiados alumnos, vino acompañada por otra profesora, completamente atea, que no tenía ninguna gana de asistir. Al terminar, se me acercó llorando y me dijo: Nunca nadie me había hablado de Dios así, es de lo más bonito que he visto en mi vida».

Magia Borras

También Raúl Cancela utiliza el arte para darse a los demás. Y lo que recibió gratis, lo ofrece gratis, para «hacerle un poco más agradable la vida a los que me rodean», explica.

Él es estudiante de Ciencias Físicas y mago. Educado en la fe desde pequeño, de Jesús «he aprendido a preocuparme por los más débiles, por los más pobres. He aprendido a ayudar a los demás, a darme sin esperar nada a cambio, y yo me doy a través de lo que sé hacer», por eso es mago solidario. En sus actuaciones busca «que la gente se olvide de sus problemas y decirles que también hay esperanza para ellos», asegura.

Su testimonio también llega a sus compañeros ilusionistas. Raúl, que es catequista y siempre lleva al cuello la cruz de Taizé, es el único mago cristiano de todos los que conoce. «Tengo muchos compañero ateos que dedican su tiempo a los demás. A veces, surgen conversaciones entre nosotros, en las que cada uno expone sus motivaciones para ser mago solidario. A mí es el Señor el que me motiva para darme a los demás», cuenta Raúl.

Raúl Cancela, mago solidario

Poniendo los mendigos a rezar

El administrador de fincas Gonzalo Paz dedica casi todos los sábados a los pobres de la madrileña calle de Goya. Reparte café a los mendigos con los que se va encontrando. Pero no va solo, «siempre me acompañan 3 o 4 amigos. En total, ya han pasado 40 personas distintas». El café es una excusa para acercarse a los sin techo, «el objetivo es sentarse con ellos un rato y charlar. Hacerles sentir por un rato como lo que son, personas como tú y como yo», explica.

El café solidario es también una oportunidad para hablar de Dios a los demás. Cuando termina, Gonzalo y sus amigos se suelen quedar de tertulia comentando lo que han vivido. «Es sorprendente, pero son varios los que se han acercado a Dios después de dedicar un poco de su tiempo a los pobres de su ciudad», afirma.

Gonzalo ha invitado a varios de sus amigos a participar, una vez a la semana, en una charla de formación cristiana. Acuden aproximadamente 20 jóvenes, «y por cada uno de ellos está rezando un pobre de la calle. Hemos puesto a todos los mendigos a rezar por nosotros», asegura.

La Luz en la calle

Los afterworks de Light Up también se desarrollan en la calle, concretamente en la terraza de un restaurante. Los organizan un grupo de chicas, normales, estudiantes, jóvenes profesionales, que, fruto de su inquietud por «difundir valores buenos» entre amigos y compañeros, organizan una vez al mes estos encuentros con un ponente. El invitado «nos cuenta su experiencia de vida. Son gente normal que, en su día a día, reflejan valores como la alegría, la autenticidad, la integridad, el compromiso…». La gente picotea algo mientras el ponente habla. Al terminar, y casi espontáneamente, surge el diálogo entre los que han acudido. «Son muchos los que se hacen preguntas y eso lo utilizamos nosotros para dar testimonio», explica una de las organizadoras. La iniciativa está abierta a todos. «Incluso hemos tenido gente que iba al bar a tomarse una cerveza, se han encontrado la charla, y se han quedado a escuchar», asegura otra.

En el caso de Isabel, también quería llegar a sus compañeros, pero de piso. Lo único que compartía con ellos era «que a todos nos gustaba ver una película los domingos después de comer». Su inquietud evangelizadora le llevó a proponerles convertir el cine dominical en un cinefórum. Ella se encargaba de buscar y conseguir las películas. «Fue un éxito. Después de cada una, surgía un diálogo en el que cada uno contaba los valores que había encontrado. Poco a poco nos fuimos formando gracias al cine», explica Isabel.