Fundador de la comunidad Fe y Vida: «Si la gente no te entiende, no evangelizas nada» - Alfa y Omega

Fundador de la comunidad Fe y Vida: «Si la gente no te entiende, no evangelizas nada»

Fundador de la comunidad Fe y Vida, con sede en Cantabria y en expansión por varias ciudades, Josué Fonseca es uno de los puntales de la evangelización en España hoy. Su forma de ver la Iglesia es pesimista y realista a la vez: «Algo hay que hacer y no se está haciendo», lamenta. Pero también ve signos de futuro allí donde hay comunidades de verdad

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: Facebook Fe y Vida

¿Cómo descubriste que Dios te llamaba a evangelizar de manera explícita?
Existe un cristianismo sociológico y cultural, y otra cosa es un cristianismo de opción, de fe y de encuentro con Dios. Yo tuve una experiencia de conversión fuerte a los 17 años porque un chico me habló claramente de Dios. Y lo mismo que hicieron conmigo intento hacerlo con otros. No creo que haya otro modo de ser cristiano.

¿Cómo nació la comunidad Fe y Vida?
Es un proyecto que viene de Dios. No creo que nadie decida montar una comunidad, porque no se trata de montar una empresa. Es algo que tiene que venir de Dios, hay acontecimientos que ves que te llevan a eso. Yo estuve en las famosas comunidades de Burgos, a finales de los 70, y en los 80 y 90 viajé mucho y conocí las grandes comunidades francesas, algunas vinculadas a la Renovación carismática. Luego pasaron una serie de acontecimientos que no me dejaban otra opción. El Señor me pedía esto y además lo confirmaba a través de terceros, gente de peso en la fe que te confirma en ese camino. Si no es de Dios, hay momentos tan chungos que lo puedes mandar todo a la porra, y puedes hacer daño a mucha gente.

Os estáis extendiendo por varias ciudades de España. ¿Cómo lo hacéis? ¿Cuál es el secreto?
Nosotros somos una comunidad que pone el acento en la relación entre las personas, que la gente se vea, que se llame, con reuniones de oración y vida fraternal, en la línea de Hechos 2, 42. Y hay otra cosa fundamental: en cada momento la Iglesia tiene que encontrar formas de conectar con la sociedad, y nosotros debemos conectar con este mundo posmoderno. El mensaje nunca cambia, pero los medios y el lenguaje sí que deben cambiar. Esto es clave para nosotros, por eso cuidamos la estética, la música, el tono de las predicaciones, la manera de hablar… Hay cosas que parecen evangelización pero no lo son, porque si la gente no es capaz de entenderte, no evangelizas nada. Si usas unos medios y una iconografía que a la gente de hoy no le dice nada, entonces no evangelizas nada.

Entonces, ¿cuál es el mensaje que entiende la gente y que la Iglesia debe emitir para llegar? O sea, la pregunta del millón [risas]
Una cosa que debemos entender es que lo que mí me parece significativo a lo mejor a la gente no le llega. Si hago un cartel para una jornada, una campaña o un evento del tipo que sea, y el estilo está trasnochado, pues… ¿Quieres saber lo que le gusta a la gente? Pues mira los anuncios de Coca Cola. Son una obra de arte, que se encarga a las mejores agencias; hay gente que sabe de esto. Otros muchos estamos en contacto con los chavales jóvenes, e inmediatamente te pones las pilas, porque según como vayas te entienden o no. Yo tengo alumnos que me han dicho que no van a Misa porque no entienden nada, ni una palabra. No es que se aburran, sino que no entienden nada. Es como si les hablaran en chino.

También es porque la Misa es el final de un camino. Hay un kerygma previo, un anuncio, que no empieza por los sacramentos…
Es que no hay nada que inventar. No hay fórmulas mágicas para evangelizar. Lo importante es que la gente sea santa, que tenga una relación personal con Dios, que sea madura psicológicamente, y que sea normal, no un friki que dice cosas de frikis. La Iglesia hoy está en una posición marginal, y lo lleva mal porque no sabe vivir en esta situación, sobre todo en España, donde venimos de un contexto histórico muy marcado. Cuando estás en una situación marginal, tiendes a hacerte muy autorreferencial, siempre pensado y hablando de ti mismo, y eso al final te lleva a un gueto, a desarrollar una cultura de gueto, una cultura friki que no le dice nada a nadie, y la gente te entiende cada vez menos.

¿Cómo salir entonces de ese gueto?
Pues hay una vía errónea, que es hacerte el modernillo, y cambiar los mandamientos y la esencia del cristianismo por algo que a la gente le parezca más aceptable, en temas de moral sexual, en temas de género, de política… Pero es un camino falso. La Iglesia anglicana ha optado por ese camino y está hecha un desastre. Cambiar el cristianismo para acercarnos a la sociedad es un camino que se ha intentado muchas veces pero no lleva a ninguna parte.

Entonces, ¿qué hay que cambiar?
El lenguaje, la semiótica de la Iglesia, no la esencia ni el contenido. No se trata de hacer rebajas de hacerte el moderno.

¿Tú ves movimiento en la Iglesia, la ves en salida, como pide el Papa?
Yo le he dado muchísimas vueltas a este tema. Para ser sincero, la situación la veo mal. La crisis posmoderna la ha pillado a contrapié. Yo siempre pongo este ejemplo: para maniobrar y dar la vuelta, una tabla de surf necesita medio metro, pero un trasatlántico necesita 25 kilómetros. La Iglesia es este trasatlántico. Es muy grande y tiene mucha inercia. La Iglesia en España ha reaccionado mal; cosas que en Francia se vivían hace 30 años, aquí las estamos viviendo ahora.

Por algún sitio habrá que empezar…
Ahora la Iglesia se está enfrentando aun dilema muy grande. Por un lado, sigue transmitiendo sacramentos como si fueran ritos de paso sociológicos, que es algo que la gente demanda en muchos sitios y que te permite seguir teniendo una cierta presencia social. Pero, a la vez eso le impide convertirse en una comunidad minoritaria pero selecta, de discípulos convencidos y convertidos. ¿Qué hacen las parroquias en general? Dedican la mayor parte de su esfuerzo a mantener la primera dinámica, sobre todo en las zonas rurales, que son la mayor parte de España, donde los párrocos dedican todo su tiempo al culto, en zonas cada vez más amplias porque cada vez hay menos curas. Tengo amigos sacerdotes que me han confesado que su vida sacerdotal es frustrante. Uno de ellos dice: «Estoy harto de casar paganos, bautizar hijos de paganos y enterrar paganos».

¿Entonces?
Por un lado se quiere seguir haciendo esto, y por otro lado se habla de evangelización, de nuevas formas de anuncio, etc. Pero hay que elegir, porque todo no se puede. Son dos modelos de Iglesia contradictorios y no compatibles en este momento. Mucha gente querría volver al modelo de hace unas décadas y ver las iglesias llenas, pero ya no puede ser. Veo en obispos y sacerdotes un enorme titubeo: por un lado ven que esto no lleva a ningún lado, pero por otro lado no se atreven…, aunque hay excepciones.

¿Tú ves este problema en tu entorno?
En Cantabria, y en muchas partes de España, hay un problema grave porque muchos fieles ya no tienen la Eucaristía, y la Eucaristía es el fundamento de la comunidad cristiana. La media del clero en España es de 65 años; eso significa que dentro de 20 años no habrá casi sacerdotes. ¿Qué se está haciendo para prevenir este problema? En la mayoría de las diócesis no se está haciendo nada. Algo tienes que hacer porque este problema viene ya. ¡Viene ya! Nos vamos a encontrar muchísimas parroquias sin párroco, sin sacramentos y sin nada. El panorama es que no hay conversión y cada vez habrá menos sacramentos. Al final, por querer conservar una cosa vamos a perder las dos. Ojalá me equivoque…

¿Y los laicos qué pintan en todo esto?
Este es otro tema complicado. A lo largo del siglo XX, la Iglesia ha definido al laico de manera negativa: un laico es aquel que no es sacerdote. Hasta ahora no hemos conseguido dar a los laicos unas atribuciones positivas. Es un problema de eclesiología. Yves Congar, al final de su vida, planteó este tema de un modo distinto: la Iglesia no se basa en el modelo clero-laicos, sino comunidad-ministerios.

En las facultades de teología se ha explicado a la Iglesia partiendo del sacramento del Orden, pero hay otra eclesiología que explica a la Iglesia a partir del sacramento del Bautismo, que genera un pueblo de sacerdotes, profetas y reyes; y dentro de esa comunidad hay ministerios, algunos ordenados y otros laicales, pero todos al servicio de la comunidad. Esto significa que un chico más o menos inteligente, que con buena voluntad va al seminario, le ordenan y le envían a una parroquia, no tiene por qué tener todos los ministerios y todos los carismas. Es evidente que tiene el ministerio de administrar los sacramentos, que eso ya es muchísimo; hacer presente al Señor en lo sacramentos es algo extraordinariamente importante. Pero ese no es el único ministerio; hay otros, como predicar o enseñar, que a lo mejor no los tiene. Conozco sacerdotes que no tienen el don de la predicación, por ejemplo.

Hay que contar no solo con el sacerdote, sino con la comunidad. Si no, ocurre lo que pasa en muchas parroquias, que cambian al párroco y la parroquia se viene abajo. Eso no es normal, pero pasa continuamente. La vida de una comunidad no puede girar en torno a una persona. Eso indica que la estructura está mal. Se debería debatir mucho sobre esto, pero no veo mucho interés. Estamos en una época de cambio de paradigma, y no valen las recetas rápidas y superficiales. Estamos en un tiempo en el que se precisa una reflexión profunda.

¿Qué signos positivos ves tú de futuro en este campo? ¿Dónde hay estas comunidades basadas en ministerios?
Sin duda alguna, veo esto en los movimientos y en las comunidades. El Opus Dei, el Camino Neocatecumenal, los focolares, Comunión y Liberación, las comunidades carismáticas y de otro tipo… son comunidades eclesiales donde veo algo distinto. Yo ahora mismo te estoy hablando desde un local de 400 metros cuadrados, en el centro de una ciudad, donde hay un montón de gente orando, con un letrero de neón en la puerta, y la gente nos ve y pregunta: «¿Esto es una parroquia?». No, no es una parroquia, es una comunidad cristiana, en el territorio de una parroquia con la que nos llevamos maravillosamente bien. Es algo natural y muy normal. Y el Papa Francisco es también un signo de esperanza muy grande.