El Papa del buen humor - Alfa y Omega

Hace un par de semanas, durante su visita a la ciudadela internacional de Loppiano, el Papa Francisco aconsejaba a María Voce y a los focolares «un poco de humorismo, incluso en las situaciones más difíciles. Pedid la gracia del humorismo. Es la actitud humana que más se acerca a la gracia de Dios: el buen humor».

La sonrisa serena en el rostro de María Voce confirmaba que le entendía perfectamente, mientras Francisco añadía: «Conocí un sacerdote santo, ocupado hasta las orejas, que nunca dejaba de sonreír. Decían de él que “es capaz de reírse de los demás, de sí mismo… e incluso de su propia sombra”. ¡Esto es el buen humor!».

Es también uno de los secretos del atractivo y la eficacia del Papa Francisco. Aunque no es un verdadero secreto, pues él mismo lo reveló a los cardenales en aquel famoso discurso de la Navidad de 2014, cuando les dejó boquiabiertos hablándoles de «las 15 enfermedades de la Curia vaticana».

Comentando la enfermedad de la «cara fúnebre», que es una forma de hipocresía para intimidar, Francisco hizo una confidencia: «¡Cuánto bien nos hace una dosis de buen humor! Nos hará bien la oración de santo Tomás Moro para pedirlo. Yo la rezo todos los días».

Es una oración divertida, en la que el santo británico pide, entre otras cosas, «la salud del cuerpo, con el buen humor necesario para mantenerla», así como «la gracia de comprender las bromas, para que conozca en la vida un poco de alegría y pueda comunicársela a los demás». Al Papa le gusta tanto esa oración que la ha incluido entera como una nota al pie del n. 126 de la exhortación apostólica Alegraos y regocijaos, donde pone como ejemplo de santos con sentido del humor a Tomás Moro, Vicente de Paúl y Felipe Neri.

Al cabo de 29 años en Roma, me sigue impresionando la capacidad de san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco para mantener una alegría de fondo y un sano sentido del humor, incluso bajo cascadas de malas noticias.

Igual que aquel sacerdote santo del que hablaba a los focolares, el Papa Francisco también se ríe de sí mismo y de su sombra. Más de una vez ha preguntado: «¿Usted sabe como se suicida un argentino? Se sube a su ego… ¡y se arroja al vacío!».