Una ocasión perdida - Alfa y Omega

Una ocasión perdida

Colaborador
Cristóbal Colón, en el Monasterio de la Rábida

Con el V Centenario del Descubrimiento de América parecía haber llegado el momento de acabar de una vez con la leyenda negra. Sin embargo, oscuras fuerzas políticas y económicas hicieron fracasar aquel proyecto que degeneró, finalmente, en un ataque feroz contra la España de la conquista y contra la Iglesia católica de la evangelización. Se ha conseguido —en palabras de Julián Marías— convertir uno de los hechos más importantes y gloriosos de la historia universal en algo negativo, que proyecta una luz siniestra sobre el Nuevo Mundo, antes continente de esperanza. Se ha cedido, con extraña pasividad o docilidad, a una alianza de tres elementos: ignorancia, estupidez y malevolencia.

El V Centenario fue para el Gobierno español un revulsivo histórico: le daba miedo investigar la historia de América. Por otra parte, el indigenismo americano denunció que, con la llegada de los españoles a América, empezó la invasión del Nuevo Mundo, en un proceso de genocidios, represiones y explotaciones que hasta nuestros días condicionan el desarrollo y soberanía de los pueblos indios. El sentido y alcance de este proceso criminal no ofreció ninguna duda, cuando en febrero de 1992 se reunió, en Santo Domingo, una Asamblea cuya conclusión final fue: La celebración del 500 aniversario del descubrimiento de América debería dar ocasión al reconocimiento de la gran responsabilidad de Europa y demás países capitalistas en la matanza y explotación de poblaciones enteras de América y África. Se instaba, en consecuencia, a los Gobiernos europeos a pagar reparaciones y a devolver los bienes culturales robados.

Proceso político

¿Por qué el V Centenario del descubrimiento de América terminó en un proceso político y cultural contra España y contra la Iglesia católica? Claramente y de una vez, porque las grandes potencias querían evitar a toda costa que 1992 se convirtiera en un ajuste de cuentas por crímenes cometidos actualmente o muy recientemente. Quisieron ocultar sus propios genocidios ciertos con los supuestos genocidios de hace 500 años.

La Comisión Mexicana para el V Centenario reducía el descubrimiento al encuentro de dos mundos. Esta nueva versión fue oficialmente aceptada por algunos países americanos y por las Naciones Unidas. No sólo trataban de borrar de un tajo algunas páginas de la historia de España. Los defensores del encuentro terminaron por controlar los movimientos indigenistas y reorientar las críticas a la conquista y evangelización de América por los españoles. No pocos intelectuales españoles se alinearon con los detractores de la Corona, dispuestos a someter a revisión crítica la conquista de América, que dieron en llamar la época más vergonzosa de España. Acusan a los conquistadores de crímenes horrendos contra los indios, a quienes presentan siempre como víctimas inocentes, y acusan a los misioneros de satanizar las religiones indígenas. A fuerza de ambigüedades y de generalizaciones, hábilmente orquestadas por los medios de comunicación, emplazaron a España ante el Tribunal de los Derechos Humanos. Ellos, que tantas veces invocaron el testimonio de José de Acosta, desconocen o silencian el pliego de cargos que ese mismo testigo de excepción de la conquista y evangelización de América publicó en su Historia Natural y Moral de las Indias:

En el Nuevo Mundo hay pueblos y hombres salvajes, semejantes a las fieras, que apenas tienen sensibilidad humana. Se matan unos a otros sin formación de causa, mezclan sus borracheras y orgías con sangre, tienen muchos por el mayor de los placeres comer carne humana, inmolan niños inocentes a los ídolos y casi todos consideran que la fuerza sólo se les ha dado para vengarse y hacer daño, al igual que las fieras salvajes, que toman por presa suya a los animales naturalmente más débiles e inferiores.

El misionero e historiador de la América de la primera conquista acusa a estos indios de criminales de lesa humanidad, y de violadores de los derechos humanos. Tratar ahora de presentar a los indios de la primera conquista como víctimas inocentes de la crueldad española son ganas de manipular la Historia.

Es evidente, concluía el Premio Nobel Octavio Paz, que el descubrimiento y conquista de América estuvieron llenos de horrores, pero también de gestas gloriosas que no podemos dejar de lado, y creo, sin temor a equivocarme, que quienes lo definen como la conmemoración del genocidio de los pueblos americanos cometen un grave error. La Corona española jamás quiso, ni programó, ni en modo alguno ordenó su política colonial a la destrucción y exterminio de los pueblos o razas de América, sino todo contrario, a pesar de ciertas actuaciones privadas y de particulares actos criminales que expresamente condenó y sancionó. La leyenda negra está saturada de burdos sofismas y de verdades desagradables. Empezamos a comprenderlas y estamos dispuestos a arrepentirnos. Arrepentirse, pero ¿de qué?

Luciano Pereña