El predicador del Papa: «No se debe diluir el Evangelio para hacerlo menos exigente al hombre» - Alfa y Omega

El predicador del Papa: «No se debe diluir el Evangelio para hacerlo menos exigente al hombre»

El predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa, ha precisado que no se debe «diluir» el Evangelio para hacerlo menos exigente y adaptarlo a los hombres de hoy en día. En todo caso se muestra convencido de que a los jóvenes les gusta que les propongan «desafíos» como Jesucristo

Europa Press
Foto: CNS

«No se debe diluir el Evangelio, alisar las esquinas, para hacerlo menos exigente y más aceptable al hombre de hoy. Los jóvenes aman la radicalidad y los desafíos, sobre todo cuando estos llegan de alguien que vive lo que propone a los otros», subraya Cantalamessa en una entrevista concedida a Europa Press. Y se pregunta: «¿Quién más que Jesús ha vivido lo que ha predicado?».

El predicador de la Casa Pontificia es el orador elegido por el Pontífice para tener, en días establecidos, una predicación ante el Papa, los cardenales, obispos y prelados de la Curia Romana, y procuradores generales de órdenes religiosas. Cantalamessa, de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos, ocupa este cargo desde el año 1980 cuando fue nombrado por Juan Pablo II. Después, ha sido confirmado en el puesto por Benedicto XVI y Francisco.

A su juicio, la mayor novedad que ha introducido el Papa Francisco en la forma de evangelización está en que «él vive el Evangelio que propone, lo encarna en su vida, sobre todo el Evangelio de la misericordia, de la preferencia dada a los pobres y a los marginados».

Según recuerda citando la encíclica del beato, y próximamente santo, Pablo VI, Evangelii nuntiandi, dedicada a la evangelización, «los hombres escuchan más a los testigos que a los maestros y, si siguen a los maestros, es porque son también testigos».

Además, destaca la «prioridad» que otorga el Pontífice al encuentro personal con Jesús «como punto de partida y de llegada de toda evangelización».

Cantalamessa precisa que hay dos motivos por los cuales uno podría pensar que la invitación a encontrarse con Jesucristo no está hecha por él: «porque piensa que ya lo ha hecho todo, siendo bautizado y confirmado, y por lo tanto refuta esta invitación superflua; o porque uno considera un encuentro parecido algo demasiado alto, místico, propio de los santos y no de los cristianos ordinarios».

En este sentido, explica que el encuentro personal «no sustituye al encuentro sacramental» que tiene lugar en el bautismo sino que «lo despierta, lo hace activo y consciente». «La predicación cristiana, decía el gran filosofo y creyente Soren Kierkegaard, no es trasmisión de doctrina sino de existencia, y el encuentro personal es precisamente algo existencial», subraya.

La religión «ausente» de la escuela

Sobre la asignatura de Religión en la escuela, Cantalamessa afirma que es «una lástima para la formación de los jóvenes y para la cultura en general que un factor tan importante en la historia y la vida de la humanidad como ha sido y sigue siendo el factor religioso esté ausente en la formación de las nuevas generaciones».

Según indica, «bajo muchos puntos de vista» se está «regresando a la situación de los primeros siglos del cristianismo» cuando se vivía en «un mundo pre-cristiano». Ahora se vive, a su parecer, «en un mundo post-cristiano». «Hay que imitar la Iglesia apostólica, entonces era la familia y la comunidad que se encargaban de formar a los hijos en la fe. Hay que esperar que los padres creyentes tomen en serio esta responsabilidad», añade.

En cuanto a las principales «amenazas» a las que se enfrenta la Iglesia hoy en día, Cantalamessa destaca «la secularización». En todo caso, puntualiza que esta se puede convertir en una «oportunidad» porque «obliga a tomar una decisión, a no contentarse con una fe recibida de la tradición y vivida por tradición».

«El cristianismo tiene que ser vivido no por constricción, sino por atracción; no por miedo del castigo eterno o por simple legalismo, sino porque hemos recibido, gracias a Cristo, la ley nueva, la ley que es el mismo Espíritu Santo que actúa por amor», subraya.