Una catequesis espiritual para los más pequeños - Alfa y Omega

Una catequesis espiritual para los más pequeños

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El padre Gonzalo Carbó en una sesión del Oratorio. A la derecha, celebración en el colegio Mater Dei de Castellón.s Foto: Delegación de Medios de Segorbe-Castellón.

«Hoy, los expertos en catequesis de todo el mundo apuestan por una catequesis espiritual. Antes del Concilio Vaticano II lo normal era la pura enseñanza del Catecismo; esto ya no basta. Hay que recuperar la catequesis como una iniciación a la vida cristiana. No se trata simplemente de aprender la fe, sino de aprender a vivir la fe», explica Manuel Bru, responsable de la Delegación de Catequesis de Madrid, que en la renovación de la catequesis en la diócesis está apostando por un método que utilizan ya numerosas parroquias: el Oratorio de Niños Pequeños.

«El Oratorio responde muy bien al desafío que hoy se plantea la catequesis, porque cuadra muy bien con esta transmisión de la fe no solo como conocimiento, sino como experiencia de Dios», prosige Bru.

El artífice del Oratorio de Niños Pequeños es el padre Gonzalo Carbó, quien inició hace treinta años en Valencia unas celebraciones en una parroquia rural, a las que los niños llamaban la reunión con Jesús. «No ha sido una idea o un proyecto pastoral preelaborado… Ha sido un acontecimiento impensado, en parte como repuesta a nuestra inquietud pastoral sobre si los niños son capaces de contemplación, pero sobre todo respuesta a la sed de los niños y a las urgencias postconciliares de la nueva evangelización».

Aquellas reuniones que empezaron con un grupo de doce niños fueron creciendo como un itinerario de encuentros de los niños con Jesús en sus múltiples presencias: la Palabra, la comunidad, la oración, el propio corazón, el sagrario, el sacerdote, el prójimo, la familia, la Iglesia, los sacramentos… Gracias a estas presencias el niño se va adentrando en la oración, en la liturgia, en el Evangelio, en la paternidad de Dios, en la compañía de María…

Cada reunión se desarrolla durante una hora en un sencillo esquema con tres momentos sucesivos: la oración del corazón, «que abre a la intimidad con Jesús»; la oración con la Palabra, que es comentada por los niños y «que recorre toda la persona del niño abriéndole al amor de Jesús y prolongándose en su vida cotidiana»; y las oraciones en común de bendición, de acción de gracias o de súplica. En definitiva, un recorrido que «nos enseña a los adultos la pedagogía del amor y de la bendición, la única que les llega», explica Carbó.

El proceso del Oratorio se abre entre los 3 y los 5 años, y continúa hasta los 12, en reuniones con contenidos espirituales definidos y concatenados. Además, puede vivirse tanto en la parroquia como en el colegio. «lo que es una oportunidad única de evangelización de los alejados», asegura su iniciador.

Una apertura natural a Dios

«Lo bueno del Oratorio es que tiene una gran pedagogía –asegura el delegado de Catequesis de Madrid–, y parte de la confianza en que los niños tienen una gran apertura a Dios: para ellos es lo más natural buscar a Dios. Además tiene un método muy experimentado que toca la fibra religiosa más sensible de los niños».

Con este método «los niños, antes de aprender cosas de Dios, aprenden a abrazar a Dios. En una sociedad secularizada como la nuestra, muchos niños no vienen con una experiencia previa de Dios, de oración y de gusto por lo espiritual, por lo que antes de hablarles de Dios, hay que ayudarlos a hablar con Dios. Hay una primacía de la Palabra de Dios; no se empieza por el Credo y luego a la Palabra, sino al revés», dice Manuel Bru.

Al mismo tiempo, el delgado de Catequesis aclara que esta experiencia «no sustituye a toda la catequesis. Lo que ofrece es lo más importante para la preparación de los niños, pero es preciso introducir después elementos más netamente formativos».

Foto: Delegación de Medios de Segorbe-Castellón.

«Aquí he aprendido a ser padre»

Otro elemento valioso del Oratorio es que «los niños cuentan luego en casa lo que han vivido –explica el padre Carbó–. Se convierten en verdaderos misioneros, evangelizadores de los padres, y les instan a vivir su misma gracia. Hay padres que se dejan conducir y se implican en lo que sus hijos piden, que escuchan y cumplen la Palabra que sus hijos les anuncian, y luego vienen al Oratorio y nos cuentan: “Aquí he aprendido a ser padre”. Hay padres que luego colaboran con nosotros, otros que vuelven a la Iglesia, y hasta hemos tenido Oratorio con padres. Algunas familias hacen luego la oración en casa, ayudados por los niños».

En otras ocasiones, cuando los niños «viven con temblor y dolor en innumerables periferias donde el amor que necesitan está ausente, o está roto, o está herido o inestable, entonces el Espíritu les llevan a habitar el corazón de Cristo y a sentirse también morada del mismo Jesús y del Padre, a ser de su familia…».

Así, en estos treinta años, el Oratorio ha crecido como «una gracia del Señor a sus hijos más pequeños y a su Iglesia. Es una experiencia de encuentro de Jesús y los niños. Es Jesús que grita: “¡Dejad que los niños vengan a Mí!” Y los niños que gritan: “¡Ven, Señor Jesús!”. Al final, el espíritu y corazón de cada reunión es la bendición: los niños se sienten bendecidos por Dios, que saca de ellos la bendición», concluye Gonzalo Carbó.

Una experiencia adaptable

Dentro del plan de renovación de la catequesis de infancia en el que está trabajando la Delegación de Catequesis de Madrid, «queremos incorporar el estilo de los Oratorios en la metodología oficial de la catequesis de infancia, de modo que en el nuevo plan catequético los catequistas puedan adaptar esta experiencia a sus sesiones de catequesis, siempre respetando la sensibilidad de cada catequista, sin forzar nada», explica Manuel Bru, delegado de Catequesis en Madrid, que ha invitado al padre Carbó para explicar su método en diferentes vicarías de la diócesis, «para que los catequistas puedan aprender su estilo y que luego lo puedan adaptar a la realidad de sus grupos».

El mismo Gonzalo Carbó explica que «el Oratorio nació sin ninguna pretensión pastoral. Lo viven niños que tienen catequesis parroquial, clase de Religión e incluso transmisión familiar de la fe. Tras vivir la experiencia del Oratorio, los párrocos disciernen: seguir el Oratorio y sus itinerarios, tal cual, completando en su momento con la preparación inmediata a los sacramentos; algún año de Oratorio y luego los itinerarios de los catecismos; alternar Oratorio y Catecismo; una reunión mensual de Oratorio; algo nuevo que hemos llamado catequesis orante, que desarrolla un tema catequético según la pedagogía del Oratorio… Todo vale para ayudar a una iniciación cristiana que, sin interiorización ni relación de intimidad con Jesús, no lo sería realmente».