«Queremos que todo el barrio forme una gran familia» - Alfa y Omega

«Queremos que todo el barrio forme una gran familia»

Distintas entidades de la Administración, la sociedad civil y la Iglesia apuestan por fomentar la cooperación y el encuentro entre vecinos para humanizar las ciudades

María Martínez López
Foto: Archimadrid/Jose Luis Bonaño

Cuando en la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias de Madrid conocieron a Fernando, «llevaba 14 años en paro y se había abandonado –explica Manolo, uno de los responsables de Cáritas–. Tenía cirrosis, estaba mal alimentado, no acudía al centro de salud ni a sellar las prestaciones que recibía, y se las terminaron quitando». Desde hace dos años, en coordinación con los Servicios Sociales, se le da ayuda básica, se ha solucionado su situación administrativa, le están tramitando una pensión por invalidez y le han arreglado el piso.

Fernando, de 61 años, vive a cinco minutos de la iglesia, pero en Cáritas podrían haberse enterado de su caso demasiado tarde. «A veces, quien más lo necesita no acude a la parroquia. Sin los enlaces, no conoceríamos casos así». Manolo se refiere a Rosa, a quien un vecino de Fernando le dio la voz de alarma. Y a Margarita, Amparo, Araceli, Clara… un ejército de 400 personas que hacen a la parroquia presente en cada portal del barrio.

El proyecto nació hace 15 años –explica Lucas Cano, el párroco–. «Queremos que todo el barrio forme una gran familia donde nunca se deje de echar una mano a quien pasa necesidad». Margarita es el enlace de los tres portales de su bloque, y además coordina dos calles. Un par de veces al año –por ejemplo, ahora en Pascua–, reparte por los buzones una felicitación, en la que la comunidad se ofrece para lo que haga falta. Además, de vez en cuando pasan por las casas para interesarse por los vecinos y reiterar, de forma personal, este ofrecimiento. «La mayoría nos reciben encantados», afirma. Si en un portal no hay nadie de la parroquia, le da su teléfono a algún vecino o al portero.

Así, los enlaces van conociendo las necesidades más cercanas: mayores solos, personas que llevan mucho tiempo en paro o no pueden pagar el alquiler, familias desestructuradas… Ellos mismos suelen encargarse de las personas solas, y ponen el resto de casos en conocimiento de Cáritas o del equipo que corresponda. El diagnóstico a pie de calle también ha suscitado respuestas específicas, como un centro de día y talleres para mayores, o un programa que atiende a 20 niños por las tardes.

Margarita, que lleva toda la vida en el barrio, ya conocía a muchos de sus vecinos antes de hacerse enlace. Pero «desde que lo soy hay más amistad, estoy más pendiente de ellos». De hecho, también ha cambiado su actitud por el barrio: «Yo antes era muy tímida; pero ahora, si veo por la calle que alguien puede necesitar cualquier cosa, me lanzo. ¡Me asombro de mí misma!».

Te subo la compra

Con todo, los enlaces –en su mayoría veteranas de la zona, como ella misma– reconocen que la relación no es tan cercana con los inquilinos más jóvenes, que cambian mucho de residencia y pasan poco tiempo en casa. Son dos de los factores que contribuyen a que, en muchas comunidades, los vecinos sean unos desconocidos que aprietan el paso para no compartir ascensor. Esta realidad sorprendió a Rosa Jiménez cuando llegó a Madrid. «Yo me crié en una comunidad de Sevilla que se organizaba para limpiar la escalera –recuerda–. Dos hermanas muy mayores, que vivían encima de nosotros, me invitaban a merendar cuando les subía el pedido de la tienda».

Por eso, Rosa decidió crear el proyecto La Escalera. El principio era muy sencillo: encontrar portales en los que los vecinos se ofrecieran, con pegatinas puestas en sus buzones, a compartir wifi, regar plantas, subir la compra… En realidad, «una excusa para suscitar conversaciones», reflexionar e investigar sobre el papel de este particular ecosistema, que está «a caballo entre lo público y lo privado», en el ámbito de los cuidados y la participación ciudadana. En un principio, quería acompañar a cinco comunidades, pero pronto se encontró con 30, y con que su kit de pegatinas se había descargado 2.000 veces de internet.

Una de las personas que ha llevado La Escalera a su edificio ha sido Tania. «Yo heredé el piso de mi madre y, al volver de una temporada fuera de España, me di cuenta de que con muchos vecinos no pasaba del saludo al cruzarnos. Además, no tenemos familia aquí y quería que mi hijo, que acaba de nacer, tuviera también relación con otros niños y con gente mayor».

El comienzo fue lento. «Aunque a los pocos días de poner el cartel había más buzones con pegatinas, luego no pasó mucho más. Así que escribí a quienes las habían puesto, presentándome. Así conocí a una vecina recién llegada, italiana, y ahora cuido a su gato». Además, entabló contacto con otra pareja, a la que prestó ropa de embarazada y con la que intercambia favores; y con una señora «que debe de rondar los 90, y que me pide que vayamos mi hijo y yo a pasar la tarde con ella. Le encanta verlo crecer. No me deja que le suba la compra porque quiere hacerlo ella mientras pueda, pero sé que si le hace falta me lo pedirá».

En otras comunidades, los vecinos han formado grupos de WhatsApp, o se han puesto juntos a buscar soluciones a los problemas que les supone que el resto de su edificio sean apartamentos turísticos.

Parroquias con Escalera

Ahora La Escalera ha entrado en una nueva fase de colaboración con instituciones públicas como Madrid Salud y otras entidades sociales, para seguir promoviendo este mismo espíritu de colaboración vecinal. Una de las instituciones con las que cuenta es la parroquia de San Basilio. Esta comunidad ya colaboraba con Madrid Salud en actividades para mayores. En esta ocasión les pidieron ayuda porque «la plataforma de la parroquia es importante para ellos –explica Antonio de la Calle, el párroco–. Nos contaron cómo funcionaba La Escalera y nos preguntaron si podríamos replicarlo. De momento hemos hecho un cuadernillo con unos 80 feligreses y a qué se ofrecen». El siguiente paso es encontrar la forma de hacer llegar esta información a las personas ajenas a la parroquia. Esperan conseguirlo pronto, y que el proyecto arranque en otoño.

Buenos vecinos, buena salud

Las tensiones o la indiferencia entre vecinos afectan negativamente a la salud. En cambio, una buena convivencia contribuye al bienestar. Este convencimiento movió a Cruz Roja Guipúzcoa a lanzar en 2005 el proyecto Portales Solidarios. La iniciativa busca vecinos que se comprometan a ayudar a aquellos con quien comparten edificio. Estas personas, ya casi 1.300, quedan asimiladas a la institución, que los forma y acompaña para evitar que se quemen por las malas experiencias, y los orienta «cuando no saben cómo actuar ante alguna situación». Lo explica Maider González Garmendia, responsable de salud provincial de la institución.

Al mismo tiempo, además de formar en convivencia en los colegios y con actividades a pie de calle, Cruz Roja trabaja con 4.093 portales de ocho localidades para promover otro tipo de convivencia, alejada de las malas experiencias de las reuniones de copropietarios. En algunos sitios «se han llegado a cambiar las normas de régimen interno, para decir que se busca primero ser sensible con la problemática de la persona, y que el recurso a la ley es solo para cuando no nos ponemos de acuerdo. Eso da mucha tranquilidad». Este enfoque, por ejemplo, ayudó a una comunidad a plantearse si ese vecino que siempre dejaba un reguero de líquido de la bolsa de basura no tendría una enfermedad mental, como así era.

¿Ha no-visto a esta persona?

Ese cliente (o clienta) de toda la vida, aquella persona con la que nos cruzamos siempre en el parque, empieza a aparecer desarreglada, o se porta de forma diferente. O, simplemente, nos damos cuenta de que hace tiempo que no lo vemos. ¿Qué hacer? El Ayuntamiento de Barcelona ofrece, desde 2008, una respuesta: avisar a Radars. Este proyecto, nacido en el barrio de Gracia, está implantado ya en otros 34, y el próximo año llegará a 18 más. Cuenta con una red de 1.217 comercios, 523 farmacias y 1.563 vecinos que se ofrecen a estar pendientes, sin intrusismos, de las rutinas de las personas mayores, y a avisar a los responsables del programa si detectan alguna anomalía. Ellos, entonces, intentan ponerse en contacto con la persona afectada, para comprobar si todo está bien o qué ayudas puede necesitar.

Por otro lado, Radars ofrece a las personas mayores que lo deseen –ya son más de un millar– apuntarse al proyecto para recibir llamadas telefónicas periódicas y participar en encuentros. También se intenta facilitarles la vinculación con alguna realidad de su zona, donde puedan recibir una atención más cercana. La tercera pata del proyecto son las visitas puerta a puerta de voluntarios de la Cruz Roja, en los barrios más envejecidos, para detectar los casos graves de aislamiento.