«Ser cristiano aquí es un milagro» - Alfa y Omega

En el marco de la Semana Santa, los cristianos celebramos lo que creemos y recordamos con más intensidad: los acontecimientos de nuestra salvación, por eso se llama Santa. Con esta reflexión, quisiera recordar lo que es su origen y fuente, Tierra Santa. En el marco de esta geografía, he celebrado muchas veces la Semana Santa con peregrinos, y su vivencia ha hecho que ese viaje se convierta en el viaje de su vida, por su realismo al recorrer los lugares en donde Jesús vivió todos los acontecimientos que culminaron su vida sobre la tierra. Allí, las palabras Getsemaní, Cenáculo, Vía Dolorosa, Calvario, Santo Sepulcro tienen unas resonancias en el corazón de los peregrinos, imborrables.

En estos días, las miradas y sentimientos de los cristianos del mundo entero se dirigen a estas tierras que, como muy bien las definió el Papa Pablo VI, son «la patria espiritual de todos los cristianos del mundo», y haciendo un recorrido por ella como peregrino, afirmó:

«Lo mismo que existe una historia del salvación, existe una geografía de redención».

A estas tierras han peregrinado millones de cristianos, y a estas tierras, que ponen marco geográfico a los evangelios, siguen peregrinando miles y miles de cristianos. Hoy día, más que nunca, peregrinar a Tierra Santa se hace necesario para apoyar a los cristianos de allí que viven en medio tantas dificultades y tender una mano para que no desaparezcan; a principios del siglo pasado, su presencia era de un 25 %, en la actualidad no llegan a un 2 %. Si no son ayudados por los cristianos de todo el mundo, muy pronto su presencia será prácticamente nula. Hace muy pocos días, hablando con un guía cristiano de Belén, me decía que «ser cristiano aquí es un milagro». En la Semana Santa hay que recordar aquellos lugares, pero de manera especial hay que recordar a los cristianos que viven allí.

En el marco de esta semana, se celebra la Jornada en favor de Tierra Santa, se pide recuerdo para los cristianos de allí, oración por la paz y limosna para sus múltiples necesidades. Necesidades de todo tipo: vivienda, educación, atención a niños, ancianos, atención y mantenimiento de los santuarios. Pero, sobre todo, presencia cristiana que promueva la paz y la concordia en medio de un mundo tan plural y tan conflictivo. Qué bien sigue resonando por aquellas calles de Jerusalén el mensaje franciscano de paz y bien, mensaje que se ha ido trasmitiendo año tras año, siglo tras siglo. Mensaje que siempre deja las puertas abiertas a los hombres de buena voluntad. Es urgente ser sensible a esta realidad y poner voz para que el mundo se entere lo que está ocurriendo en Oriente Medio, donde los cristianos tienen que huir si no quieren morir.

«Como he tenido oportunidad de reiterar en varias ocasiones –decía el Papa Francisco–, no podemos resignarnos a pensar en un Oriente Medio sin cristianos, que desde hace dos mil años testimonian allí el nombre de Jesús. Asistimos a un fenómeno de terrorismo de dimensiones antes inimaginables. Muchos hermanos nuestros son perseguidos y han tenido que dejar sus casas, incluso de manera brutal. Parece que se ha perdido la conciencia del valor de la vida humana».

Mirando al momento histórico que nos toca vivir, necesitamos con más fuerza que nunca de la Semana Santa para iluminar el calvario del hombre moderno. Calvario real por tantas muertes absurdas, calvario moral por no encontrar sentido a tantas contradicciones en nuestra vida. Necesitamos pensar y tomar conciencia de que el «sufrimiento es el camino más corto para entender al otro», como nos diría san Juan Pablo II. Es evidente que necesitamos de la Semana Santa para que ilumine nuestro caminar a través del mensaje y ejemplo de la Pasión del Señor, que asumió la Pasión del hombre desde la fuerza del amor.

Emérito Merino Abad, OFM