Gloria Fuertes, «católica inconformista» - Alfa y Omega

Más allá de la que habita en el paraíso de la literatura infantil, la verdadera Gloria Fuertes es la que permanece en su mal denominada poesía para adultos, expresión errática porque es una poesía para todos los públicos y sensibilidades. En esos versos es donde, realmente, encontramos a la extraordinaria poeta que, sin lugar a dudas, es una de las voces más singulares de la literatura española de la segunda mitad del siglo XX. Esa Gloria Fuertes «descalza, desnuda, rebelde, sin disfraz», que también es fe, es verdad, es testimonio, es sangre y es huella. En esa «poesía para mayores» –como ella la denominaba– abundan versos de una excepcional poeta religiosa, honda, franca, reflexiva, enormemente contemporánea. La que escribía: «No debo sentirme huérfana, vive Dios y Él es mi Padre».

Gloria Fuertes es poeta, mujer y creyente. A la vez, es un todo inseparable, en una trinidad de la que escribe testamentariamente: «Es algo instintivo en mí. He nacido creyente como he nacido mujer». Esa fe, al igual que la mujer independiente, pacifista, amante, emerge desde muy temprano en sus poemas. Ya en Isla ignorada (1950), su primer poemario, expone la absoluta presencia de Dios –y de Cristo– en su poética y en su vida. Hacer poesía era para la joven escritora ya en 1950 un oficio religioso. Esto muestra no solo el hondo significado que la poesía tenía a los ojos de Gloria como profesión sagrada, sino, como ella misma admitía, que su poesía mana de Dios. Es decir: «Rezo poemas».

Si la mujer se reconocía «católica inconformista desde que tengo uso de razón», la poeta escribía versos como «la poesía es una palabra salvadora, / como Dios» (Es difícil ser feliz una tarde, 2005). Ese Dios que salva es el que más ampliamente se exhibe en el verso de Gloria Fuertes. Testimonio indudable de, como ella misma admite, su «cristiana rebeldía». Si en su poesía aparecen con frecuencia «los mendigos, los borrachos, los marginados, las prostitutas, los heridos por la vida y, en general, todos aquellos que, de una forma y otra, viven en el dolor y en la soledad» –según su propia descripción–, con ellos nos vamos a encontrar también en el verso religioso de Gloria Fuertes. En «No perdamos el tiempo» (Antología y poemas del suburbio, 1954) lo expone así: «Los poetas debiéramos arrancar las espadas, / inventar más colores y escribir padrenuestros».

«El que viene cuando todos se van»

Gloria le habla constantemente a Dios. Son encuentros de tú a tú, íntimos, en los que busca a un Dios del consuelo que la poeta a veces echa en falta. Pero que, como ella misma escribe, acaba llegando. Es la «Oración» de Todo asusta, libro de 1958: «Tú eres el que viene cuando todos se van. / El que se queda cuando todos se marchan. / El que cuando todo se apaga, se enciende. / El que nunca falta». En sus versos, Gloria Fuertes refleja su íntima –y diversa– relación de confianza con ese Dios al que continuamente llama «mi amigo» y al que considera el primer Poeta. A ese Dios le reza, ora, canta y, también, suplica porque, dice, «hay días que con la esperanza / no me alcanza».

En un tiempo de represión, ataduras y limitaciones, Gloria Fuertes reclama con sus versos un catolicismo de reconciliación, de unidad, de perdón. Ella misma se veía como «una mística en el suburbio», porque, como escribió, «canto el suburbio porque en él veo a Cristo» y porque «lo místico mío es reír». Pero no solo el humor, fundamental para comprender la poesía de Gloria –y a ella misma–, es oficio sagrado, lo es ante todo el Amor. Amor en mayúsculas, rotundo, amplio, completo, que da sentido a su vida y a su literatura. Como admitió en «Cuento para mayores», poema de Mujer de verso en pecho (1996): «Dios es humor / y sobre todo Dios (y nunca mejor dicho) / es Amor».

Este continente de versos que Gloria Fuertes dirige a Dios, a Cristo y en menor medida también a la Virgen asombra por su abundancia –está presente en todos sus poemarios sin excepción– y por su naturalidad. Es deslumbrante. Es el testimonio de una «creyente de a pie» a la que no le gustan, como afirma, «ni riquezas ni altares», que escribe a contracorriente de una Iglesia estamentaria y que se identifica con Cristo, porque vive en su dolor y en su amor, como afirma en Poemas prácticos más que teóricos (2010): «Hazte socio del cristianismo / o quiere a todos, que es lo mismo».

Al explorar ese continente de versos con los que Gloria Fuertes vive y comparte su catolicismo cercano, urbano, marginal, valiente, rebelde, la fe se agiganta, pero también se hace más compleja. Se hace entrañable, a la vez que angustiosa. Cómplice a la vez que dolorosa. Dulcemente humana a la vez que hiere. Convulsa a la vez que innegable. Porque como escribe en una de sus glorierías: «Dios es, / el resto solo está».

Juan Carlos Rodríguez
Es editor del libro Dios sabe hasta geometría. Poemas de una mística en el suburbio (Ed. PPC) sobre la poesía religiosa de Gloria Fuertes